San Mateo 25, 1-13:
El mensaje de la Cruz
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

 

Normalmente no leo los mensajes que escribís, es Blanca quien se encarga de eso y lo hace estupendamente. Pero ayer me reenvió el de Andrés que me recomienda acordarme de Génesis 25, 34 cuando me entren ganas de fumar, ya que a él le ayudo. La verdad es que yo soy mucho menos piadoso y cuando me acuerdo de fumar sólo pienso en Ducados, que es la marca que fumaba. Ahora en serio, la verdad es que estoy asombrado de lo bien que lo estoy llevando. Pasar de fumar un mínimo de 40 cigarrillos diarios a ninguno no parece tarea fácil, pero le pedí al Señor que no molestase a los demás y, aunque claro que me acuerdo del tabaco, creo que no estoy enfadado ni ando llorando por las esquinas. Lo que pasa es que en los comentarios lo exagero para darle un poco de morbo, que en verano pasan pocas cosas parroquiales.

“El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: ¨¡ Que llega el esposo, salid a recibirlo! Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: “Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.” Pero las sensatas contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.” Un poco bordes las sensatas, pero desde luego sensatas. Hoy quisiera que nos fijáramos en el aceite. El aceite de las lámparas hay que tenerlo antes de encenderlas (suele ser buena cosa), y luego hay que aprovisionarse de él para todo el tiempo que tiene que estar luciendo. El aceite puede ser algo así como las virtudes, por eso no es tan fácil de prestar. Por ejemplo, el aceite de la alegría. No es sencillo prestarle a alguien tu alegría, tiene que aprender a estar alegre a pesar de las dificultades y de la falta de tabaco. No es suficiente con que yo quiera hacerle más optimista o le diga que vea las cosas de otra manera, su alegría será la que encenderá su lámpara y no la mía. Por eso tenemos la vida, para ir acumulando aceite; aunque haya muchos ratos en que nos quedemos dormidos.

“No me envió Cristo a bautizar, sino a anunciar el Evangelio, y no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo. El mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de perdición; pero para los que están en vías de salvación -para nosotros es fuerza de Dios. Dice la Escritura: «Destruiré la sabiduría de los sabios, frustraré la sagacidad de los sagaces.» ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el sofista de nuestros tiempos? ¿No ha convertido Dios en necedad la sabiduría del mundo?” La cruz es la tienda donde comprar el aceite. Los sabios necios se acercan a la cruz pensando en lo que van a perder, lo que me va a costar, lo que voy a tener que dejar. Pero la cruz es una tienda en continuas ofertas, siempre te llevas más de lo que crees pagar (en realidad Jesucristo dejó todo pagado), y es el único sitio donde se encuentran las virtudes. La alegría se encuentra al pie de la cruz, no en las fiestas. La entrega se encuentra abrazando la cruz, no guardando nuestra vida en un cofre. La sencillez se adquiere mirando el cuerpo desnudo de Cristo en la cruz, no mirándonos a nosotros mismos (que acabaremos diciendo lo de “antes muerta que sencilla).

Por eso para quien no busca el don de la virtud sino que quiere hacerse dueño de ella, la cruz es escándalo, necedad y abominación. Sin embargo si sabemos que “lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres”, entonces nos acercaremos con gozo a la cruz y no tendremos miedo a que se nos vacíe la alcuza ni a quedarnos a oscuras.

María distribuye generosamente el aceite derramado por su Hijo en la cruz y nos lo entrega con todo cariño. Sólo hay que ir hasta la tienda, con la gracia de Dios se llega fácil. Anímate. Santa Mónica fue a buscar el aceite para su hijo, tardó años y al final, en vez de llevarle el aceite, le mostró el camino…, y bien que lo aprovechó Agustín.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid