San Lucas 14, 1.7-11:
Cristo será glorificado en mi cuerpo
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

 

Fil 1,18b-26; Sal 41; Lu 14,1.7-11

En algunas ocasiones, hasta parece que Pablo es un tantico presuntuoso. Pero con una presunción que le viene de su Señor, Jesucristo. Sólo le importa que se anuncie a Cristo. Todo lo demás, vanidad sin ningún interés. La predicación de la Buena Nueva se las hizo pasar muy mal, tuvo una existencia apretada de persecuciones y sobresaltos, hasta el punto de que su vida mortal estuvo cuajado de trabajos. Pero en nada le importa, con tal de que se anuncie a Cristo. Esa es su alegría profunda. Y para ello cuenta con las oraciones de los suyos, y el espíritu de Cristo que le socorre siempre. Por eso, nunca saldremos derrotados. Al contrario, nuestro mismo cuerpo saldrá glorificado en Cristo, sea por nuestra vida sea por nuestra muerte. Tengamos, pues, esa presunción paulina que se apoya en el Señor, porque él es con mucho lo mejor que tenemos. Y precisamente porque es así, estaremos junto a quines reciben la Buena Noticia del Señor Jesús por nuestra boca y por nuestros gestos, por nuestras acciones. Nunca olvidemos, como Pablo nunca lo olvidó, que todo pende de nosotros. Que sin nosotros no hay Buena Nueva. Que son necesarios nuestro verbo y nuestra acción. Sin ello no hay predicación; nadie más conocerá a Cristo. Por eso, no es presunción ni lo de Pablo ni lo nuestro. Al contrario, es dejarnos por entero en sus manos. Pase lo que pase. Para vida o para muerte. Si no cuelgan de nosotros frutos y virtudes de Buena Noticia, pendientes de nosotros, Cristo Jesús no será conocido por todos, todos los que nos rodean, los que nos escuchan, los que nos ven, los que dependen de nuestra palabra y de nuestro mensaje de amor, de nuestra comunidad de amor. Porque, como reza el salmo, y nosotros con él, nuestra alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. Anhelamos entrar a ver su rostro. Y marchamos a la cabeza del grupo que camina hacia la casa de Dios.

¿Presunción? No, claro que no. Es obvio que no, pero el evangelio de Lucas nos lo repite. No eres el invitado principal. Y aunque lo fueras, escoge siempre el último puesto, pues todos los demás, cualquier otro, es más digno que tú. ¿Nos enalteceremos con esa presunción? No, por Dios. Las cosas están muy claras para Jesús. Lo están en el discurrir de su vida y lo están en su continua enseñanza. Nunca pienses que te corresponde lo mejor, porque te lo has ganado a pulsos debido a tu actividad tan acertada y a tu palabra tan convincente. Aún en el caso de que fuera así, nunca olvides que quien hace crecer es el Señor. Nunca olvides que la nuestra es la Iglesia de Cristo, la Iglesia de Dios, y no la mía ni la nuestra.

Aprende de Jesús que nunca se engrió, porque sabía muy bien que todo lo que tenía procedía del Padre. Que ahí, en él, está la fuente de gracia y de misericordia. Y si es así con Jesús, ¿cómo será con nosotros? Amigo, sube al lugar que tienes preparado desde el mismo comienzo del mundo. Porque todo en ti y en tu trabajo depende de él, es acción del Padre en ti, por medio de su Hijo Jesús. ¿Cómo, pues, podrías engreírte, cuando todo depende de su gracia que en ti se convierte en acción que muestra la Buena Noticia de nuestra salvación? ¿Cómo podrías pensar que tu acción es cosa sólo tuya, y no suya en ti?

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid