San Lucas 20, 27-38:
Muertos vivientes
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

 

Se han puesto de moda las películas de zombies, vampiros, muertos vivientes y demás seres con vísceras colgando. Están bien para verlos por televisión o en el cine, pero desde luego no sería nada agradable encontrárselos en el pasillo de casa. Son cosas para las películas, y películas de miedo…, aunque en ocasiones consiguen hacer gracia por lo burdo de la puesta en escena. Mirando al mundo cada vez hay más gente que quiere hacer de su vida una película, aunque sea una película de miedo de serie B. Como Michael Jackson hace un porrón de años queremos llenar de muertos vivientes nuestras calles y plazas, intentando hacer atrayente lo feo, hermoso lo feo, verdadero lo falso y luminoso lo obscuro. Puede parecer exagerado, pero cuando nos alejamos de la luz caemos en las tinieblas inexorablemente.  Y cuando al que vive en las tinieblas se le recuerda que no tiene luz se enfada. Cuando al muerto le recuerdas que no tiene vida se retuerce en su tumba. Y cuando el Papa nos recuerda que nos estamos alejando de Cristo nos enfadamos. Cualquier europeo, y más aún cualquier español, si le dices que se está alejando de Dios piensa que les estás llamando chorizos, delincuentes , licenciosos y depravados. Hemos quitado a Dios de en medio para ser santos y nos hemos quedado con ser buenos, pero en el fondo esa verdad de la bondad también la sostiene el Señor. “No creeré pero soy mejor que muchos de esos que van a Misa”, es muy fácil escuchar. Nos fijamos en las leyes, si un cadáver se mueve (si creyese en eso) no significa que esté vivo, tenga alma y sea una persona humana. Si uno se porta según la ley no significa que sea un buen hijo de Dios.

Hoy los saduceos quieren utilizar a Dios en su contra para reafirmar sus ideas. Y es Jesús el que les hace ver que son sus ideas las que están muertas. Dios es Dios de vivos, no el dios de ideas muertas. Arrancando las raíces cristianas de Europa, suprimiendo el valor sagrado de la vida, destruyendo el matrimonio y la familia, destruyendo la trascendencia del hombre… entonces pastoreamos cadáveres. Es muy fácil adoctrinar a Zombies, hacer que sus máximas aspiraciones sean su vientre, sus vergüenzas y su cartera y ofrecerle soluciones fáciles y sencillas que no elevan su espíritu muerto ni un palmo de el suelo.

Pero Dios no es Dios de muertos sino de vivos. El Papa nos recordaba ayer “que Dios existe y que es Él quien nos ha dado la vida. Solo Él es absoluto, amor fiel e indeclinable, meta infinita que se trasluce detrás de todos los bienes, verdades y bellezas admirables de este mundo; admirables pero insuficientes para el corazón del hombre. Bien comprendió esto Santa Teresa de Jesús cuando escribió: “Sólo Dios basta”.” Como nos dice hoy San Pablo “Dios, nuestro Padre, que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza, os consuele internamente y os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas.” No podemos hacer de la Iglesia un túmulo de muertos vivientes. Tenemos que revitalizar la fe, volver a mirar a Cristo, agarrarnos a la cruz que da la vida y el consuelo. Con la fortaleza y la confianza de la madre del libro de los Macabeos, sin que nada, ni amenazas ni desprecios, pueda hacernos vacilar en la fe.

Nos ponemos en manos de María, fuente de vida, para que nos ilumine y nos de fuerza para caminar junto a su Hijo y llenos del Espíritu Santo.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid