San Lucas 21, 5-19:
Muy ocupados en hacer mucho
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

 

En la construcción de la parroquia ahora estamos en un “tiempo muerto”, que no puedo controlar, y que es necesario que suceda. Tiene que acabarse el proyecto de ejecución y luego dárselo a las empresas para que lo estudien. Los bancos tienen que ver en qué condiciones nos pueden dar un crédito y hay que esperar las últimas autorizaciones de los organismos correspondientes. No es un tiempo de ir de aquí para allá, ni de hacer llamadas telefónicas, ni de escribir cartas (por cierto, hace poco mandamos 974 cartas a empresas y nos han contestado cuatro. Una de ellas para decirnos que no les volvamos a escribir). Es un tiempo de espera, pero no es un tiempo de no hacer nada. Es tiempo de rezar, de pedir, de encomendar, de poner en manos de Dios la obra que va a comenzar. Algunos que les gusta preguntar frecuentemente se desesperan al ver que no hay nada nuevo. Pero no hay nada nuevo de papeles, seguro que Dios está preparando grandes cosas.

“Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregandoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.” Desde luego el Señor podría anunciar nuestro triunfo, podía haber dicho algo así: “Os valorarán y respetarán, vuestros consejos serán escuchados, cambiaréis los corazones y el mundo y vuestra palabra será siempre escuchada.” sin duda alguno algo mucho más animoso…, y mucho más irreal. Cuando se acerca el final del año litúrgico y contemplamos la salvación de Dios, nos damos cuenta que sólo es Él el que salva. Nosotros nos unimos a Cristo y con Cristo somos glorificados. Por eso no esperamos otro trato que el que dan a Jesús. Un trato ignominioso por parte del mundo, pero la mano providente de Dios en toda ocasión. No prepararemos nuestra defensa pues  no defendemos nuestras ideas. Siempre es bonita esa frase, creo que es de la película sobre santo Tomás Becquet en la que el rey Enrique II le pregunta por su cambio de vida después de haber sido nombrado Arzobispo de Canterbury,  y contesta: “Antes sólo tenía que defender mi honor, ahora me toca defender el honor de Dios”. Le costó la vida, parece una derrota, pero es la victoria de la lógica de Dios.

Dejar que sea el mismo Dios el que actúe no tiene que llevarnos a la inactividad o a la pasividad.  Todo lo contrario. “El que no trabaja, que no coma” dice rotundamente San Pablo. Hacemos para que Dios haga cuando quiera. Rezamos para que el Señor cambie la vida nuestra y de muchos. Pedimos la gracia de la conversión para nosotros y para el mundo entero… y Dios se querrá dar a conocer por nuestras obras.

No sabemos casi nada de las muchas actividades que llevaría acabo la Virgen. Las normales de una madre de su época, que no son pocas. Y todas las hizo para que Jesús hiciera. Que ella nos lleve a no quedarnos nunca sentados esperando, sino que esperemos trabajando por el Evangelio. Hoy día de la Iglesia Diocesana habrá que pedir a Dios que todos los que formamos cada Diócesis tomemos parte en los duros trabajos del Evangelio.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid