San Mateo 8, 5-11:
No somos dignos, pero Jesús viene
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

 

En este tiempo de Adviento que acabamos de iniciar nos preparamos para el encuentro con el Señor. Dios viene a salvarnos.. La misericordia de Dios alcanza a todos los hombres. Existe siempre la tentación de reducirnos a nuestro pequeño grupo olvidando que si Jesús nos ha llamado junto a Él es también para que, a través nuestro, otros puedan conocerlo. En el evangelio de hoy Jesús, precisamente, muestra su afecto a alguien que no pertenece al pueblo elegido, un romano.

Además de este aspecto, el Evangelio nos da otras enseñanzas. En primer lugar vemos cómo el Centurión se acerca al Señor tan pronto este entra en la ciudad. No espera para más adelante. No pospone el momento del encuentro. Igualmente nosotros, en este tiempo de Adviento, hemos de disponernos inmediatamente para estar con el Señor. El momento para hacer oración es ya, ahora, no más tarde,

En segundo lugar vemos cómo el centuriñón no pide algo para sí mismo sino que pide por un criado. Podía haber enciado a otro criado a suplicar a Jesús, pero se dirige él en persona. Es signo de que verdaderamentre le preocupa la salud de él. Muchas veces hay gente que nos pide que nos acordemos de ellos, que recemos. La oración por nuestro prójimo es un signo de que verdaderamente nos importan. Rezar por otro es poner ante Dios a las personas que queremos.

Vemos en tercer lugar la fe y la humildad del centurión. Cree en el poder de Jesús. De hecho, reconoce que, al igual que él manda sobre sus soldados, Jesús tiene autoridad sobre la enfermedad y sobre todas las cosas. Reconoce ese poder y, al mismo tiempo, movido por la grandeza de Jesucristo, sabe que basta con una palabra suya y no se siente digno de recibirlo en casa. Son tan profundas las palabras de aquel oficial romano que la liturgia las ha recogido en la celebración de la Misa, justo antes de la comunión.

En la oración del centurión vemos la absoluta desproporción entre lo que Dios nos ofrece y lo que nosotros somos. Así caemos en la cuenta de dos grandes bienes: lo que Dios nos da y la manera en que lo hace. Jesús podría darnos simplemente su gracia. Pero para hacerlo ha escogido un medio muy grande que es venir Él mismo a cada uno de nosotros a través del alimento eucarístico. Por eso la Iglesia nos recuerda las palabras del centurión, para que cada vez que nos acercamos a la Mesa del Señor caigamos en la presunciòn de que nos lo merecemos, sino que reconozcamos la condescendencia de Dios, su abajarse hasta nosotros.

En el inicio del Adviento también poemos decir muchas veces esata oración. No somos dignos de que el Señor venga a visitarnos y, sin embargo, él quiere hacerlo. Lo hizo hace dos mil años y también nos ha dicho que volverá. Y en el lapso de tiempo entre las dos venidas sigue queriendo estar cerca de cada uno de nosotros, en su Iglesia, en el sacramento, en nuestro corazón.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid