San Juan 1, 1-18:
De su plenitud todos hemos recibido Gracia tras Gracia
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

 

No quisiera acabar el año con malas noticias ni siendo crítico con nadie. A fin de cuentas si lees este comentario es para rezar, y ya que yo os cuento mucho de la vida de mi parroquia -y de mi vida-, quisiera que acabáramos el año con esperanza. Ayer os contaba de la feligresa de mi parroquia que los médicos le han dado días de vida. Ayer su director espiritual le dio la Unción y la confesó, rodeada de su familia, sus numerosos hijos y algunos más. Hoy nos ha dado un susto, pero luego ha comulgado consciente y alegremente. En la Misa de la tarde en la parroquia han empezado ha llegar chicos jóvenes que no son de aquí (a casi todos los de la parroquia les pongo cara), y es que habían quedado para estar en Misa con el hijo pequeño de la familia (primero de carrera universitaria), rezar un rato y luego llevarle a cenar unas hamburguesas, que son lo que come esta gente. Me ha parecido un gesto precioso de gente joven. Primero rezar, poner en Dios su confianza, y luego abandonarse… aunque sea en el McDonald´s. Otros podrían venir con cara compungidos, sin saber que decir, dando palmaditas en el hombro o irse a tomar unas birras en otra compañía. Estos, los que han querido, se han confesado, han comulgado, han rezado y después se han puesto a disposición del que les necesitaba,… delante de un trozo de carne picada.

Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.” Terminamos el año. Año muy malo en muchos aspectos, pero también con muchas luces. Tal vez pequeñas, que parece que casi no brillan, pero que nos ayudan a distinguir el camino. El examen de conciencia de hoy debería ser un dar gracias. Puede uno quedarse en la economía, el paro, las prohibiciones, las catástrofes,… lo que uno quiera. O puede mirar este año pasado desde las caricias, los gestos desinteresados, la Gracia de Dios que ha ido actuando en nuestro entorno, la caridad, esas sonrisas y gesto amable que hemos encontrado, el sacrifico de los que se entregan, la humildad de los que no tienen nada. Tendríamos que hacer una lista de cosas buenas. Vendrán muchos Anticristos, pero nosotros miramos a Cristo. Tendríamos que gritar el salmo de hoy: “Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre, proclamad día tras día su victoria.” Y no nos equivocaremos.

Hoy me gustaría arrancarle un milagro al Señor y que cure a esta enferma, … pero hágase su voluntad. En la oración de ayer pensaba: “Tú sabes más” y me va dando muestras de como, por una sola persona, Dios toca los corazones de muchos. Cuando uno se cree que no está haciendo nada porque la enfermedad no le deja, tal vez sea el momento más apostólico de su vida.

La luz es pequeña, puede parecer casi insignificante ante el fogonazo de un flash, pero es la que constantemente nos marca el camino. Y ese camino lleva al cielo.

Que no nos dejemos deslumbrar, acabemos el año mirando a María y a José, donde casi nadie miraba, y en el silencio aprendamos. El domingo nos vemos en la Misa por las familias, muchas luces pequeñas juntas. ¡Cuántas gracias recibimos de la plenitud de Dios y qué poco nos enteramos!

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid