San Juan 14, 6-14:
Decinueve años
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

 

Pues hoy hace 19 años que soy sacerdote. No son muchos, no llegan al cuarto de siglo, pero tampoco son pocos, son más de dos. Diecinueve años con muchas experiencias muy distintas, cinco parroquias distintas (no siempre de párroco, claro), barrios de Madrid, pueblos de la sierra, tener que unir parroquias, crear otras, empezar de cero, pasar frío y un poquito de hambre, pasar calor y tener el estómago lleno, no llegar a fin de mes (eso casi siempre), conocer agente santísima y a grandes pecadores, hacer muy buenos amigos y conocer gente que me desprecia entrañablemente. Estos años dan para todo. Da tiempo para meter la pata y sacarla, tiempo para estar triste y tiempo para disfrutar de cada minuto, tiempo para juzgar y tiempo para darse cuenta que sólo vale la misericordia, tiempo para creerte alguien y tiempo para saber que sin Dios no eres nadie. Lo que no me ha dado tiempo es para tener un día libre semanal fijo en los últimos catorce años, pero tampoco lo echo en falta. Si estos 19 años valen para que hoy echéis una rezadita por mi y por mis compañeros de curso bienvenidos sean.

Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe?” Gracias a Dios no me llamo Felipe (aunque mi segundo nombre es parecido), pero uno se da cuenta en 19 años que por mucho que lleve con el Señor no termina de conocerlo. Espero que tampoco sena suficientes 38, ni 57, ni 76, ni 95, ni 114 ni toda la eternidad. Por estos años de sacerdocio puedo decir que Dios es siempre sorprendente. Y no sólo cuando “pasa algo”, sino especialmente cuando no pasa nada. El Espíritu Santo es capaz de salirte al encuentro cuando menos lo esperas. Puedes estar tres horas frente al Sagrario y salir más seco que una pasa, y estar conduciendo y comprender casi todo. Puede uno estudiar un libro y saber menos que antes de empezar a leerlo, y al levantar la Sagrada Forma en Misa darse cuenta de un montón de cosas que no entendías. Puede uno reunirse durante tres horas y sacar en conclusión que se aburre, y mientras hablas con una persona de otras cosas te das cuenta de lo que tienes que hacer. Dios siempre sorprende, por mucho que queramos encasillarle, no se deja meter ni en las categorías de progre o carca… ¡tiene unas cosas! Cuando no dejamos que Dios sea aburrido, cuando “todo lo estimamos basura” comparado con el conocimiento de Cristo, cuando no encasillamos al Espíritu Santo en la ideología que nos conviene, cuando no conservamos el Evangelio, que siempre es viejo y siempre nuevo, entonces estamos fundados sobre el Evangelio que nos proclamaron y nos está salvando, “de lo contrario, se ha malogrado vuestra adhesión a la fe.”

“Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre; y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.” La pena es que muchas veces no pedimos en el nombre de Jesús, sino en el nuestro…, y nos extraña que el Padre no nos responda.

19 años, no está mal. Me pongo y pongo a todos los de mi curso bajo la protección de la Virgen y los apóstoles. También a vosotros. Que ella nos ayude a conservar el Evangelio guiados en la Iglesia por la luz del Espíritu Santo.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid