San Juan 17, 1-1la:
Días en blanco
Autor: Arquidiócesis  de Madrid

 

Me acaban de decir que llevamos unos días sin comentarios… ¡un desastre!. Sobre todo porque se ha puesto en evidencia que casi sólo leo el comentario que escribo yo y que no me han avisado si tenía que empezar o no. Pero aquí estamos, dispuestos a escribir un poco más. Esta semana pasada ha sido muy complicada, voy a intentar que lo entendáis si veis este link. Una mudanza siempre es compleja, uno se da cuenta de la cantidad de cosas sin sentido que acumula en poco tiempo. Al final uno acaba tirando media parroquia y quedándose con lo fundamental.

“Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le confiaste. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo.” Estamos a muy pocos días de Pentecostés y terminar el tiempo Pascual y escuchamos el capítulo 17 de San Juan, el discurso de despedida de Jesús antes de la pasión. Podían ponernos textos más alegres, una fiesta en casa de San Pedro o un cursillo de bailes regionales en el cenáculo. Pero no, nos ponen el discurso de despedida. Cuando uno se queda con lo fundamental reduce las cosas a lo importante. Conocer al único Dios verdadero y a su enviado Jesucristo es lo fundamental, el mayor fruto del Espíritu Santo. La vida sólo se puede afrontar desde Dios. Jesús ruega por nosotros para que le conozcamos. No nos promete una vida mejor, ni comodidades, ni fortuna… sólo conocerle. Así podrá decir San Pablo: “Ahora me dirijo a Jerusalén, forzado por el Espíritu.

No sé lo que me espera allí, sólo sé que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, me asegura que me aguardan cárceles y luchas. Pero a mí no me importa la vida; lo que me importa es completar mi carrera, y cumplir el encargo que me dio el Señor Jesús: ser testigo del Evangelio, que es la gracia de Dios.” San Pablo no teme pro su vida porque había conocido a Cristo y se había puesto su corazón en él…, y el amor mata el temor. Quien tiene miedo no ama de verdad. Por eso el Señor pide por nosotros, que conozcamos a Dios y la única respuesta que se puede dar a Dios es la entrega del que ama sin reservas. Cuando uno no conoce a Dios pide cosas, cuando uno se va acercando a Dios pide hacer lo que Dios quiera, cuando quiera y como quiera.

Pedir estos días el Espíritu Santo es fundamental. Pedirlo con humildad y sin medias tintas. Pedirle que conozcamos lo que Dos quiere de nosotros y lo hagamos, sin pegas ni rebajas. Y así descubriremos lo fundamental. Es lo que han hecho los santos. Muchas veces simplemente han ido a lo esencial y eso ha iluminado toda su vida y la vida de los de alrededor, incluso durante siglos.

Para pedir el Espíritu Santo tenemos que tener la sencillez de María. No dejar nuestro corazón en blanco, como hemos dejado esta páginas unos días, sino quitar lo que estorba para que Dios pueda entrar hasta el fondo. Seguro que el día de Pentecostés el Espíritu Santo te dice algo: Escúchale.

Nota: Con permiso de la Arquidiócesis de Madrid