DOMINGO I DE CUARESMA
Gn 2,7-9; 3,1-7; Sal 50; Rom 5,12-19; Mt 4,1-11
Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el
diablo. Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin
sintió hambre. Y acercándose el tentador, le dijo: "Si eres Hijo de Dios, di que
estas piedras se conviertan en panes." Mas él respondió: "Está escrito:No sólo
de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios."
Entonces el diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa, le pone sobre el alero del
Templo, y le dice: "Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: A sus
ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie
en piedra alguna." Jesús le dijo: "También está escrito: No tentarás al Señor tu
Dios." Todavía le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos
los reinos del mundo y su gloria, y le dice: "Todo esto te daré si postrándote me
adoras." Dícele entonces Jesús: "Apártate, Satanás, porque está escrito: Al
Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto." Entonces el diablo le deja. Y he
aquí que se acercaron unos ángeles y le servían.
Hemos iniciado el tiempo de Cuaresma con la celebración del Miércoles de
Ceniza; la Iglesia nos presenta así un tiempo de conversión, nos propone un
itinerario para prepararnos a celebrar el evento pascual, el Misterio de la pasión,
muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, que nos lleva a vivir con
gozo exultante el triunfo de Dios sobre la muerte y el pecado. En palabras del
Papa Benedicto XVI: La Cuaresma es un camino, es acompañar a Jesús que
sube a Jerusalén, lugar del cumplimiento de su misterio de pasión, muerte y
resurrección; nos recuerda que la vida cristiana es un “camino” que recorrer,
que consiste no tanto en una ley que observar, sino la persona misma de Cristo,
a la que hay que encontrar, acoger, seguir. Jesús, de hecho, nos dice: “El que
quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada
día y me siga" (Lc 9,23). Es decir, nos dice que para llegar con Él a la luz y a la
alegría de la resurrección, a la victoria de la vida, del amor, del bien también
nosotros debemos tomar la cruz de cada día (BENEDICTO XVI, Audiencia
general en el miércoles de ceniza, 9 de marzo de 2011).
En los domingos de Cuaresma, de forma muy particular en este año litúrgico del
ciclo A, somos introducidos a vivir un itinerario bautismal, es decir a recorrer un
camino similar al de los catecúmenos, aquellos que se preparan a recibir el
Bautismo, para que así en cada uno de nosotros se reavive este don y gracia
recibido en el sacramento, de modo que nuestra vida sea manifestación de fe,
de confianza basada en el cumplimiento de las promesas del Padre. Este primer
domingo de Cuaresma nos invita sobre todo a revivir con Jesús los cuarenta días
que pasó en el desierto, rezando y ayunando, antes de dar inicio a su misión
pública: El Primer Domingo, llamado Domingo de la tentación, porque
presenta las tentaciones de Jesús en el desierto, nos invita a renovar nuestra
decisión definitiva por Dios y a afrontar con valor la lucha que nos espera para
permanecerle fieles. Siempre está de nuevo esta necesidad de la decisión, de
resistir al mal, de seguir a Jesús. (BENEDICTO XVI, Audiencia general en el
miércoles de ceniza, 9 de marzo de 2011).
En esta semana, tanto la primera como la segunda lectura, nos ayudan a
comprender el texto del evangelio, de este domingo. Pues el hombre, ante la
seducción del mal, desea ser o hacerse dios de sí mismo, y por lo tanto, esto le
llevará a construirse una vida ficticia, egoísta, basada en falsedades o en
supuestos bienes que el mundo ofrece como índices de felicidad. Porque en este
falso diseño que el hombre se elabora para sí, no hoy otro protagonista ni otros
personajes más, sólo el propio hombre. Pues el pecado ha encerrado al hombre
en sí mismo, y por lo tanto lo ha separado del otro, de su ser existencial. Y como
dice San Pablo: Él ha destruido el muro de odio que separaba a los dos
pueblos, con su muerte de Cruz.
El evangelio de este Primer Domingo de Cuaresma nos presenta a Jesús en el
desierto, en la soledad, lejos de los hombres y a solas con Dios. Jesús fue al
desierto y allí fue tentado. Se nos pone al frente una realidad que nos permite
ver que en los caminos de Dios la salvación viene siempre después de la
experiencia del desierto, que tantas veces es la experiencia de nuestra propia
vida: experiencia de soledad, de vivir en una tierra sin caminos, de tentaciones
constantes del mundo, experiencia del silencio de Dios. Entonces se nos hace ver
que en el desierto nada nos separa de Dios, en la soledad del desierto
descubrimos la realidad de nuestra condición humana. Estando en el desierto el
hombre peregrina, espera, descubre su verdadera vocación, se encuentra
delante de sí mismo y de su realidad reconociéndose débil y necesitado de Dios.
Es en el desierto donde el hombre aprende a combatir con Dios, es necesario
porque, después de la primera caída, todos debemos ser sometidos a la prueba.
El Papa Benedicto XVI en su mensaje para la Cuaresma de este año, titulado
«Con Cristo sois sepultados en el Bautismo, con él también habéis resucitado»,
nos presenta una reflexión especial acerca de este primer domingo de cuaresma,
nos dice: El primer domingo del itinerario cuaresmal subraya nuestra
condición de hombre en esta tierra. La batalla victoriosa contra las tentaciones,
que da inicio a la misión de Jesús, es una invitación a tomar conciencia de la
propia fragilidad para acoger la Gracia que libera del pecado e infunde nueva
fuerza en Cristo, camino, verdad y vida (cf. Ordo Initiationis Christianae
Adultorum, n. 25). Es una llamada decidida a recordar que la fe cristiana implica,
siguiendo el ejemplo de Jesús y en unión con él, una lucha «contra los
Dominadores de este mundo tenebroso» (Ef 6, 12), en el cual el diablo actúa y
no se cansa, tampoco hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Señor:
Cristo sale victorioso, para abrir también nuestro corazón a la esperanza y
guiarnos a vencer las seducciones del mal (Mensaje para la Cuaresma 2011).
Citando a San Agustín, al hablar del desierto nos dice: el camino del desierto
significa la vida del hombre en la tierra. Concluimos citando nuevamente al
Papa Benedicto XVI: en este camino cuaresmal estemos atentos a acoger la
invitación de Cristo a seguirlo de un modo más decidido y coherente, renovando
la gracia y los compromisos de nuestro Bautismo, para abandonar el hombre
viejo que está en nosotros y revestirnos de Cristo, para, renovados, alcanzar la
Pascua y poder decir con san Pablo “no vivo yo, es Cristo que vive en mí” (Gal
2,20) (BENEDICTO XVI, Audiencia general en el miércoles de ceniza, 9 de
marzo de 2011).
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar