Comentario al evangelio del Jueves 17 de Marzo del 2011
Si ayer las lecturas nos proponían la figura de un profeta, hoy nos presentan otra figura bíblica, una
mujer: la reina Esther, mujer de fe, mujer de su pueblo. Esther es ejemplo de valor, de coraje, pero
sobre todo, de oración confiada, que es lo que nos recomienda hoy Jesús en el evangelio.
Para poder pedir con fe, primero tenemos que haber sabido escuchar con la misma fe. Escuchar la
realidad, escucharnos a nosotros mismos, escuchar el clamor de nuestros hermanos anteponiéndolo a
las propias necesidades... en definitiva, escuchar como Dios quiere. Sólo entonces, desde la obediencia
(auténtica escucha) de la fe, podremos invocar a Dios. Quizá tengamos que sabernos y sentirnos
realmente solos e indigentes, como sola se sintió Esther; quizá tengamos que fiarnos tanto de Dios
como nos fiamos de nuestro mejor amigo, de quien más queremos y nos quiere.
Y será entonces, cuando pidamos de tal manera que podamos creer que ya se nos ha concedido, pues
“si nosotros siendo malos, damos cosas buenas a nuestros hijos, ¡cuánto más nuestro Padre del cielo
nos dará lo mejor!”. ¿Acaso no nos lo ha dado ya? ¿Acaso no es un hijo lo mejor que tiene un padre?
Nos ha dado a su Hijo y tenemos una Cuaresma por delante para hacernos conscientes de semejante
don. Nos ha dado su vida, su humanidad, su muerte y su resurrección... ¿puede dejarnos indiferentes
sin provocar en nuestro interior el deseo de responder a tanto amor entregando nosotros la vida?
Vuestra hermana en la fe, Rosa Ruiz. Misionera Claretiana (rosaruizarmi@gmail.com)
Rosa Ruiz. Misionera Claretiana