SÁBADO DESPUÉS DEL DOMINGO 1º DE CUARESMA
(II Domingo de Cuaresma en la liturgia actual)
Sermón 1º
«Sus vestidos quedaron blancos como la nieve» Mateo 17,2 1
1.- El orden y buen concierto en las cosas hace que todos aprovechen y sirvan; y,
por el contrario, el desorden hace que todos se perturben y embaracen, y que no se
pueda servir de las cosas. Esto se ve claramente en el mundo. Veréis en casa de un rey o
de un gran señor, por muchos criados que haya, todos sirven y aprovechan, sin
embarazarse; y, al contrario, en una casa o palacio, donde no hay concierto ni orden, por
pocos que sean los criados, se revuelven e impiden [entre sí], y no aprovechan para
nada.
2.- Crió Dios el palacio de este mundo con tanto orden y concierto, que todos
sirven a Dios, como dice David: Según tus decretos, todo subsiste en el tiempo, porque
todas las cosas te sirven (Sal 118,91). Todas las cosas están en mucho orden y
concierto, y todas, Señor, os sirven y magnifican vuestra gloria. Hasta la hormiguilla os
sirve y alaba, y, cierto, que es cosa de ver [cómo] en un palmo de tierra [hay] tantos
gusanillos tan diferentes. [En fin], que en todas las cosas reluce la omnipotencia de
Dios.
Y entre las cosas [en] las que más se muestra la omnipotencia de Dios [está] la
nieve, y ella sirve mucho. Porque no sólo representa las virtudes de Dios, pero aún las
virtudes y perfecciones de la Santísima Reina de los ángeles. [Por eso se dice]: Sus
vestidos se volvieron blancos como la nieve . La nieve, lo primero que tiene es refrescar
a los que están acalorados. En esto representa la gracia, la cual es refresco para aquéllos
que se abrasan en el fuego de la concupiscencia. Lo segundo, es que la nieve, para
haberse de conservar, es menester que esté [en] alto, como el monte, porque por los
valles luego se derrite. Y en esto representa la virginidad que, para conservarse, ha de
estar en lo alto [del] monte de la contemplación, y no por las casas de los grandes
señores y por los palacios, por donde luego se pierde.
3.- Lo tercero que tiene la nieve es que, cuando se derrite, baja de los montes. En
esto significa la humildad, porque cuantos más rayos de beneficios recibe uno de Dios,
tanto más se humilla y se tiene por indigno. Lo cuarto que tiene la nieve es que, cuando
se derrite, es para fortalecer los campos. Y en esto representa a las virtudes, las cuales,
cuanto más están en un alma, más la hacen fértil y abundante.
Ahora [bien], todas estas cosas que significa la nieve en Dios, todas se representan
en su Santísima Madre. Primero, María está cargada de gracia, como lo dijo el ángel:
Dios te salve, llena de gracia (Lc 1,28). En ella [está] toda la pureza y limpieza de la
virginidad. [Así lo expresó] ella al decir: ¿Cómo será esto, pues no conozco varón? (Lc
1,34). Está llena de humildad, como la nieve, [que] se humilla cuando se derrite. Así
dijo: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra (Lc 1,38). Y por eso,
1 Obras y sermones , vol. I, pp.208-213.
se le pueden aplicar aquellas palabras de Salomón: Como frescura de la nieve en tiempo
de la siega, así el mensajero fiel refrigera al alma de aquel que le envió (Pr 25,13).
[Esto es], como en el caluroso tiempo de la siega, cuando los segadores están a punto de
reventar echando la gota tamaña, el airecito fresco, suavísimo y ligerísimo [los
refresca], así cuando os viene un mensajero fidelísimo. Porque vos, Señora, sois la
mensajera de nuestras obras, porque si nuestro ayuno y limosna han de valer algo
delante de Dios, han de pasar por vuestras manos. Por eso dice [el Apocalipsis] que
estaba la luna debajo de sus pies (cfr. Ap 12,1), porque como la luna es la más veloz de
todos los planetas, así ella es ligerísimo mensajero para llevar nuestras peticiones
delante de Dios, las cuales serán aceptas, y con ellas alcanzaremos el favor de la gracia,
principalmente si con humildad se lo suplicamos, poniendo las rodillas por el suelo, y
diciendo: Ave María, llena de gracia .
4.- Cuenta el sagrado Evangelio que, acabando que hubieron los discípulos de
hacer aquella confesión de que Cristo era el Hijo de Dios, como lo confesó San Pedro,
al cual le dijo [Cristo]: Bienaventurado eres Simón, porque no te lo ha revelado la
carne ni la sangre, sino mi Padre celestial (Mt 16,17); acabada, pues, esta confesión,
Cristo comenzó [a] contarles cómo habían de ir a Jerusalén, adonde había de padecer
muerte y pasión, y tantos trabajos y fatigas, y tantas persecuciones. Y [dice el
Evangelio] que de allí a seis días, llevólos al monte Tabor, y transfiguróse delante de
ellos, que no fue otra cosa sino soltar las riendas a la gloria de [su] alma, para que de allí
resultase a [su] cuerpo, y del cuerpo a [sus] vestiduras, de suerte que, en haberles
acabado de contar lo que había de padecer, y qué atormentado se había de ver, llévales
al monte para mostrarles aquel retrato, dibujo y traslado para darles ánimo y esfuerzo.
Mostróles [una] migaja del premio que se alcanza por los trabajos, para confortarlos y
animarlos, [y] para quitarles la flaqueza y cobardía, pues dice San Gregorio, que la
consideración del premio disminuye los trabajos 2 .
5.- Esto mismo dice Job: Como el siervo fatigado suspira por la sombra, y como
el jornalero aguarda con ansia el fin de su trabajo, así he pasado yo meses sin sosiego,
y estoy contando las noches trabajosas (Jb 7,2-3). [Esto es], como el jornalero que suda
de sol a sol la gota tamaña, [con] peligro de reventar, [y] se da prisa esperando el
premio a la noche; y como el soldado [que] está en la frontera de día y de noche, con
peligro de perder la vida, por el premio que espera; así, dice Job, me esforzaba [en]
sufrir los meses vacíos, y [esto] no sin misterio, al tiempo que vivía. Porque al siervo,
mientras vive en esta vida, todo le es vacío: la bolsa en dar limosnas; si no es hombre de
hacienda, la barriga, con ayunos; los inviernos vacíos de ropas calientes; y los veranos
de ropas frescas y ligeras. Todo esto, dice Job, sufriré por la gloria que espero. Y [esos
siervos], aunque tengan hacienda y bienes, dícense vacíos, porque nada tienen que les
contente cumplidamente. Pues para que podamos pasar tantas persecuciones y trabajos,
es menester que pongamos los ojos en la gloria, que es el premio que Dios nos tiene
aparejado, para que nos anime y esfuerce a sufrir cualquier trabajo y nos quite la
cobardía.
6.- El que juega a la pelota, para limpiarse el sudor, lleva una toalla. Pues ésta es
la perfección de los justos. Dice David: Como flechas en mano de un guerrero, así los
hijos de la juventud (Sal 126,4). [Esto es, que] todos los buenos son rechazadores [de
pelotas], porque los tres enemigos [del hombre], el demonio, el mundo y la carne, os
tiran pelotas de viento de vanidad y de locura, que vos las habéis de rechazar luego.
2 San Luis cita sin indicar la obra de donde ha tomado este pensamiento.
Porque teniendo la pelota del mal pensamiento, del mal deseo, hacéis falta y pecáis
mortalmente, porque sólo detener el mal pensamiento, con el consentimiento de la
voluntad, es pecado mortal.
Pues, no sólo habéis de rechazar las pelotas de los tres enemigos [dichos], pero
aún las buenas pelotas de los beneficios que Dios os envía, las habéis de rechazar luego
con hacimiento de gracias, como él lo dice [en los Proverbios]: Cuando asentaba los
cimientos de la tierra, con él estaba yo disponiendo todas las cosas, y eran mis diarios
placeres el holgarme continuamente en su presencia (Pr 8,30). Por eso se les llama
hijos de la juventud , porque de allí les viene a los hijos el ser buenos y fervorosos en las
cosas de Dios, de ser hijos de padres rechazadores. Esto es, pues, lo que nos enseña
David.
Uno de los mejores remedios para quitarse el sudor, que tiene el que ha de
rechazar la pelota, es ceñirse una toalla. Ésta es la toalla de la esperanza, para que con
ella lo rechacéis todo cuanto se os haga dificultoso. Pues veis aquí cuánto importa el
ceñirse para [poder] postrarse. Cristo, para limpiar y lavar los pies de los discípulos, se
la ciñó; y después, cuando resucitó, hallaron las toallas recogidas en el sepulcro. No fue
otra cosa esto sino enseñarnos que, cuando hubiésemos de humillarnos para hacer
alguna obra virtuosa, que nos ciñamos la toalla de la esperanza, para que con mayor
esfuerzo lo hagamos, como lo dice San Pablo. Es menester que todos se den a entender
y piensen que Dios es muy agradecido y que reconoce los servicios que se hacen; y que
no sólo es grato, [sino] que es rico para podernos remunerar, pues poco aprovecha que
uno sea agradecido, si no puede remunerar los beneficios. Pues Dios todo lo tiene, [es]
rico, y agradecido, [por eso] Cristo [se ciñó la toalla] para lavar [los pies] de los
Apóstoles.
El quedarse las toallas en el sepulcro después de la resurrección es dar a entender
que, después que saliéremos de esta vida, [ya] no es menester [la] esperanza, que aquí
quedará. Y si esto es verdad, que aguardamos una gloria como la de Dios, donde hay
descanso, regalo y contento, ¿por qué somos tan cobardes para las cosas de Dios, para
los trabajos y fatigas de este mundo, y para resistir a las tentaciones de los enemigos,
mundo, demonio y carne?
7.- Hallaréis [en la historia] que, después que venían [los soldados], de haber
ganado alguna victoria, a la ciudad de Roma, se les hacían fiestas y regocijos, pero al fin
todos eran de un día. Y para alcanzar este triunfo y esta honra, se exponían a tantos
peligros, tantos trabajos, tantos malos ratos, malos días y peores noches, atravesando
mares, etc.; y todo les parecía poco, con la esperanza que tenían de alcanzar aquel
triunfo en Roma. Los llevaban en carros triunfales, con mucha cantoría y música.
Además de esto llevaban allí las armas con las cuales habían vencido las batallas, y los
enemigos cautivos. Y por sólo esto, que duraba un día, pasaban tantos afanes y trabajos.
Pues mirad, hermanos, lo que nos revela el Espíritu Santo por David: Los santos
se alborozan en la gloria y se gozan sobre sus lechos (Sal 149,5). Veis, pues, aquí
dibujadas las cinco cosas que se hacían [cuando] se premiaba [a los soldados] en Roma.
Lo primero que hacían era llevarlos en carros triunfales. En éstos irán los que premiados
fueren en el cielo. [Por eso]: Los santos se alborozan en la gloria . Porque los carros no
son sino dos [varas] en punta que van a juntarse en un cabo. Estas dos puntas son [el]
entendimiento y [la] voluntad; el conocimiento de Dios [por] el entendimiento y el amor
de la voluntad, [que vienen] a juntarse en uno que es Dios; y ajuntados con Dios [llevan
a] la gloria, que en esto consiste la bienaventuranza, en conocer a Dios y amarle. Veis,
pues aquí cómo tenemos ya [explicado lo] del carro triunfal, y cuanto más uno mayores
hazañas hiciere y mayores vencimientos tuviere, irá en mejoría, y tendrá mayor gloria y
merecimiento.
8.- De esto se entienden aquellas palabras del Eclesiástico: Como el arco iris
resplandece en las transparentes nubes... (Ecli 50,8). Mirad qué misterio. El arco [iris]
no se hace sino cuando hay nubes. Pues, el arco de la gloria no se puede labrar, sino
cuando está vuestra alma en la nube de vuestro cuerpo. Y así como para que se haga el
arco con [todos] sus colores, no basta que la nube esté en el cielo, sino que es menester
el rayo del sol, así también para que se haga la corona y el arco del cielo, no sólo es
menester el cielo del alma con la nube de la carne, [sino] que son menester asimismo los
rayos del sol de la gracia, como dice San Pablo: Todo lo puedo en aquel que me
conforta (Flp 4,13). Pues esto es lo primero que hacen los que triunfan en el cielo.
Lo segundo que harán es que se gozarán sobre sus lechos (Sal 149,5). [Esto es],
que los santos irán [por] el cielo gozando y triunfando en los carros de sus cuerpos.
¡Qué gozo tendrá un alma cuando se vea vestir [con] un cuerpo tan fiel y leal como el
suyo, que le ayudó a ganar el cielo! Aquéllos serán [arrastrados] por los cuatro caballos
que son las cuatro dotes [que gozarán nuestros cuerpos]: la ligereza, la sutilidad, la
claridad y la velocidad.
Cuando el alma se junte al cuerpo, se le aumentará una gloria accidental, porque
así como el alcón, aunque vuele con pihuelas, pero si [se las] quitan vuela más, [así el
alma] tendrá más gloria. Y esto lo dice San Juan [Apocalipsis]: Vi la ciudad santa, la
nueva Jerusalén, descender del cielo por la mano de Dios, compuesta como una novia
engalanada para su esposo (Ap 21,2). Y San Pablo: La Iglesia comparecerá delante de
él llena de gloria, sin mácula, ni arruga, ni cosa semejante (Ef 5,27). Y estas palabras
se entienden después del Juicio, porque aunque ahora no tiene mácula de pecado, pero
tiene arrugas.
9.- Lo tercero que tenían los que triunfaban en Roma [era] que llevaban muchos
cantores. Así los que entrarán en el cielo irán con cantores, como dice David: Con
vítores y elogios a Dios en su garganta (Sal 149,6). Los santos están cantando en el
cielo cantos suavísimos, que cada vez les parecen nuevos, por el nuevo gozo que
sienten. Y así dice San Juan, que cantaban como un cántico nuevo ante el trono de Dios
(Ap 14,3).
¿Y qué más llevaban los [vencedores] romanos? Las armas con las que vencían.
Pues también las llevarán los santos en el cielo. [Dice David]: Espadas de dos filos en
sus manos (Sal 149,6). ¿Y esas armas con que vencieron cuáles son? Dígalo San Pablo:
Las armas con que combatimos no son carnales, sino el mismo poder de Dios que
destroza fortalezas (2 Co 10,4). Hasta el menor jarro de agua [que disteis], estará allí
dando testimonio de vuestro merecimiento.
Éste, pues, es el gozo que sentirán los buenos por las buenas obras [que hicieron].
Porque aún en esta vida se ve esto, porque si vos coméis un manjar bueno, no sólo os
holgábades cuando lo comíades, pero aún después os queda un gusto y sabor y un olor
que os da contento de haberle comido. Pues, ¿qué contento, pensáis, que recibe un alma
cuando ha hecho el bien? Mirad lo que dice Job. Estaba en un muladar con tantos
trabajos y fatigas, y el consuelo que tenía era recordar las buenas obras que había hecho:
Era el padre de los pobres, y me informaba con la mayor diligencia de los pleitos de los
desvalidos... Jamás el peregrino se quedó al descubierto, y siempre estuvo mi puerta
abierta al pasajero (Jb 29,16 y 31,32). Pues todos estos manjares suavísimos son los
que guían para el cielo.
Procurad, hermanos, comer buenos manjares y resultaros ha un olor suavísimo:
Los santos se alborozan en la gloria y se gozan sobre sus lechos. Con vítores y elogios
a Dios en su garganta y espadas de dos filos en sus manos (Sal 149,5-6).
10.- Pues estos trabajos han de ser por amor de Dios. Esta es la eficacia de la
buena vida. Si coméis ajos, siempre os quedará un mal olor; aunque seáis un infernal, lo
sentiréis; y si no lo sentís, es pronóstico y señal de vuestra reprobación, y que estáis
muy apartados de Dios. Pues si estas cosas dan aquí tanto gusto, ¿qué hará allá el haber
casado a una huérfana y haber dado limosna?
Lo último que dijimos es que [los romanos] llevaban consigo los cautivos y los
enemigos con los cuales pelearon. Pues decidme: ¿Quiénes son aquí vuestros enemigos
capitales? ¿El que os quita la honra, os dio un golpe, o un bofetón? No, por cierto,
porque vos sois artífice y obráis el arco de diversos colores, como decíamos antes. Pues
para ésta [obra] son menester instrumentos, y después labraréis, como el platero hace,
que cuando labra la plata, la labra sobre la pez, y después ve lo que ha labrado. Así
vosotros, en esta vida labrad sobre la pez de la fe, y después veréis lo que habéis
labrado. Por eso son menester instrumentos. Los enemigos del hombre están en su
propia casa (Mt 10,36). Vuestros enemigos son vuestros sentidos, vuestras pasiones y
apetitos. Pues éstos son los que irán afrentados, atados y presos delante de Dios: allá
triunfaréis de vuestros enemigos. Veis, pues, aquí la gloria y triunfo.
Ahora, pues, volvamos a la razón [de antes]. Si los romanos padecían tantos
trabajos por [la] gloria de un día, y ahora están ardiendo en los infiernos, nosotros que
esperamos el triunfo de la eterna gloria, ¿por qué no nos pondremos a uno y otro
trabajo? Esto nos mostró Cristo cuando se transfiguró delante de sus discípulos,
mostrándoles la gloria del cuerpo. Y de sólo ésta quedó tan enamorado San Pedro, que
dijo: Señor, bueno es que nos estemos aquí. Si quieres haré tres tiendas, una para ti,
otra para Moisés y otra para Elías (Mt 17,4). ¡Oh ladrón famoso, quiéreste quedar con
el robo y no dar parte a nosotros! Por eso dice la Escritura: No sabía lo que se decía
(Mc 9,6). Porque si de la gloria del cuerpo se enamora en tanta manera San Pedro,
¿cuánto más se enamorara de la gloria del alma? Si sólo con ver el cuerpo hablaba
desatinos, ¿qué hiciera si viera la divinidad de Dios?
11.- ¡Oh, si pensásemos en esto y pusiésemos los ojos en las cosas del cielo, cómo
lloraríamos! ¿Qué diríades, hermanos, si viésedes un príncipe andar en tierras extrañas,
andrajoso, sucio y pidiendo de puerta en puerta, y supiésedes que ese príncipe tiene
tierras y señoríos donde vivir con su contento, y con todo esto no le pasasen
pensamientos, ni deseos de irse a su tierra? ¿Qué diríades de este tal? ¿No estaríades
atónitos, diciendo, «este ha perdido el seso»? Pues plega a Dios, hermanos, que el que
llevó hoy a estos discípulos para ver el resplandor de su cuerpo, os alumbre vuestras
almas y os dé a entender la fuerza de esta eficacísima razón, porque siendo verdad que
somos hijos de Dios, [y] príncipes del cielo, nos olvidamos de él. ¡Qué mala señal es
estar uno en la cárcel y no tener deseo de salir de ella! Pues esto pasa, que los que estáis
en este mundo, sin el deseo de ir a aquella eterna gloria, es señal de que estáis olvidados
de Dios. Éste, pues, hermanos, es el misterio que primero quiso Cristo relatar a sus
discípulos de su Pasión, y después mostrarles [su] gloria.
Y después, a éstos mismos a los que mostró su gloria, [les] mostró las lágrimas en
el Huerto de Getsemaní, para darnos a entender que el que ha de subir al monte, ha de
subir con sudores, lágrimas y afanes. Pero consuélanos una cosa que dice el santo
Evangelio: Que Jesús se los llevó consigo . Él los acompañaba para ir al monte. Pues,
con tal compañía, ¿quién sentirá la cuesta de los trabajos? Llevando tal capitán, ¿quién
sentirá trabajos? Dice David: Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la roca que
nos salva (Sal 94,1). ¿Y por qué, David? Pues suyo es el mar y la tierra que formaron
sus manos (Ibíd. 5).
Pues por eso habemos de saltar de placer. Porque si dijera que crió los cielos; mas
dice que nos holguemos porque crió la tierra y el mar. Fue mostrarnos en esto la gloria
de Dios y su misericordia. Fue demostrarnos en esto que crió Dios un mar tan bravoso,
y que con ser tan grande y con tantos grados mayor que la tierra, nunca la cubriese, ni
[sobre] pasase sus términos. Porque [dicen los Proverbios]: Con ley fija encerró los
mares dentro de su ámbito (Pr 8,27). Veréis unas ondas [olas] que parece que se van a
beber el mundo, y cuanto menos os catáis, las veréis sin fuerza y deshechas.
Pues alegraos, hermanos, que aunque haya un mar tan bravo, aunque haya
tropiezos, tantas enfermedades, pérdidas de hacienda, etc. y os parezca que habéis de
quedar ahogados, cuando os catáis os halláis en un sosiego espiritual [y] una
consolación, como si tal cosa no os acaeciera. Pues, alabad a Dios para que, cuando
llegaren las olas del mar, pierdan luego la fuerza.
12.- Sansón iba por un camino y salióle un león rabioso con la boca abierta para
tragarlo, y como no pudo hacer otra [cosa], al fin apechuga con el león y venciólo. Y
pasando de allí a seis días por allí halló en los dientes del león un panal de miel (cfr. Jc
14,5-8). Éste, pues, es, hermanos, el artificio de Dios, que adonde pensáis que hay
trabajo, allí está el descanso. Y para que entendáis que, andando por esta vida cristiana,
no dejarán de salir leones, que son las tentaciones, fatigas y trabajos. Pues apechugar
con ellos, porque en esa boca rabiosa de la tentación hallaréis el panal de miel, que es la
consolación espiritual.
Así [dice el Evangelio] que Jesús subió a sus discípulos a un monte muy alto .
Los llevó, para enseñarnos que hemos de subir, y para consolarnos, pues él nos lleva
allá. Éste ha sido un sermón de esperanza. Y si aquellos romanos padecieron tantos
trabajos, ¿por qué tú no padecerás mil muertes con la esperanza que tienes de alcanzar
el triunfo de la gloria? Principalmente, siendo Dios tu capitán, teniéndote de su mano
[y] acompañándote con la lumbre de su gracia, para darte la otra vida que es la gloria.
Amén.