II DOMINGO DE CUARESMA, CICLO A
El Tabor
Padre Pedrojosé Ynaraja
No siempre, todos los autores, estuvieron de acuerdo en que la escena que relata el
evangelio de este domingo ocurriera en la montaña que da nombre a este mensaje-
homilía. Pensaron algunos en el “pequeo Hermn”, por ejemplo. El Tabor lo
conozco bastante bien, no solo porque he estado muchas veces en su cima, sino
porque, en alguna ocasión, me he perdido por los vericuetos que recorren su
bosque. Me queda un aspecto que nunca he podido conseguir: alcanzarla a pie.
Pero reconozco que he tenido la satisfacción de hacerlo conduciendo diversos
vehículos, algunos de cierto tamaño, que convierten el hacerlo, en una aventura.
Porque los autocares no pueden subir, las curvas son muy cerradas, la pendiente,
en ciertos tramos, es pronunciada y los taxis que actúan de lanzadera, van muy
deprisa. Os cuento esto para que os animéis a ir y gocéis de vivencias cristianas
importantes
La cúspide es alargada, casi horizontal, está salpicada de pequeñas iglesitas, me
referiré únicamente a dos edificios. No quiero olvidar que la vegetación es apretada.
Vulgares pinos y encinas de una variedad propia del lugar, la “quercus
ithaburensis”. Por más que lo he intentado, no he logrado nunca que germinasen
las bellotas que me he traído a casa. La situación de la montaña es privilegiada,
sirve de referencia y adorna el paisaje. Quiero decir que es bonita y que si uno viaja
en un bus y quiere saber si está ya en la gran llanura, si es capaz de verla, le sirve
de faro de orientación. Cuando uno peregrina, generalmente, visita la gran basílica
en honor del misterio que celebra la Iglesia y nada más.
Aterrizo en el relato evangélico de este domingo. Jesús, seguramente con motivo
de las fiestas de Sokot, se va de excursión con algunos de sus amigos más íntimos,
si coincidía con las fiestas que os mencionaba, mis queridos jóvenes lectores,
debían dormir al aire libre, pero dentro de simples cabañas. Seguramente hacía
buen tiempo y ellos omitieron este detalle e hicieron vivac. Pero Jesús no se
durmió. Él, como tantas veces, aprovechó la ocasión para entregarse a la oración.
La montaña solemniza cualquier evento, la Divinidad quiso enaltecer aun más aquel
encuentro y revelarse a los sorprendidos discípulos, que se despertaron
descubriendo al Maestro charlando con Moisés y Elías. Una tal visión no se le había
concedido a nadie. Atolondrado, Pedro se da cuenta de que faltan las chozas de
rigor y se apresura a proponer improvisarlas. Dios, con seguridad, sonreiría. Este es
mi Hijo predilecto, el mimado, escuchadlo, fue el mensaje. Servía tanto para el
chiquillo Juan, no tendría más de catorce años, como para el vejete Pedro. Les
servía a ellos y continúa sirviéndonos a nosotros. Por lealtad a la deferencia que ha
tenido con nosotros al querer que lo supiéramos, debemos asimilar, meditar
detenidamente y sacar consecuencias para nuestra vida, del mensaje de Dios-
Padre.
Seguramente que amaneció poco después del acontecimiento. Habían sido
momentos de gloria, vividos en intimidad, que debían conservar provisionalmente
en secreto. Despiertos del todo y caminando como vulgares excursionistas por la
cresta, aprovecha el Maestro la ocasión para mencionarles su próxima muerte y
resurrección. Quiere que estén prevenidos. Recalcar el proyecto que culminará su
historia terrena. A la izquierda del camino una iglesita recuerda hoy esta
confidencia. Me gusta, cuando puedo, pararme un momento. No olvida Jesús su
misión, la que le ha encomendado el Padre y a la que será fiel. En su sencillez me
satisface más este pequeño edificio, que la gran basílica. La Transfiguración es un
misterio revelado, como las confidencias que se le hicieron a Abraham, en
convivencia de amistad.
Preocupa a muchos la inestabilidad matrimonial que, en esta sociedad decadente,
abunda. Creo yo, que la cosa empieza por la ausencia de amistad y de fidelidad a
ella.
Me gustaría que ahora, mis queridos jóvenes lectores, os examinaseis. Tenéis,
seguramente, compañeros, colegas, camaradas. Os solucionan situaciones en las
que uno, solitario, no puede afrontar. ¿Pero, tenéis amigos y les sois fieles, con la
misma seriedad que un esposo debe serlo con su esposa? Si os tomáis en serio la
amistad, que puede durar hasta el final de vuestra vida, además de su valor en sí,
si un día escogéis el matrimonio como estado de vida, estaréis mejor preparados
que los que simplemente han salido juntos con conocidos, que, con sinceridad, es lo
que abunda.
Padre Pedrojosé Ynaraja