Carta del Obispo de Posadas para el Segundo domingo de Cuaresma. 20-03-2011
(Segunda Parte).
SOBRE LA HUMILDAD Y EL SERVICIO:
La humildad no es una virtud que pueda asumirse por nuestra sola voluntad. La gracia y
el amor de Dios es la causa de nuestra salvación que nos libera de los falsos ídolos
generados por nuestros pecados de soberbia. La humildad para los cristianos se
fundamenta en la misma humildad de Cristo, que siendo verdaderamente Dios y hombre
con su rebajamiento nos salva, y nos invita a un discipulado de servicio a nuestros
hermanos por amor. Quiero subrayar la catequesis que el mismo Señor realiza a los
Apóstoles sobre “la Humildad y el Servicio”, constituyéndose en un componente esencial
de todo discípulado: “Y surgió una discusión sobre quien debía ser considerado como el
más grande. Jesús les dijo: los reyes de las naciones dominan sobre ellas, y los que
ejercen el poder sobre el pueblo se hacen llamar bienhechores. Pero entre ustedes no
debe ser así. Al contrario, el que es más grande, que se comporte como el menor, y el
que gobierna como un servidor. Porque ¿Quién es mas grande, el que esta a la mesa o
el que sirve? ¿No es acaso el que esta en la mesa? Y sin embargo, yo estoy entre
ustedes como el que sirve” (Lc. 22,24-27).
Esta enseñanza del Señor, se profundiza en el lavado de los pies de los discípulos en la
última cena (Jn.13, 14 ss.). Y no duda, Él, que es Dios y hombre, en anonadarse hasta
morir por nuestra redención (Flp 2, 6).
San Agustín sobre este tema de la humildad de Jesucristo y del discipulado va a decir
que: “esta humildad es la de los hijos de Dios, “la de la caridad”. Hay que seguir el
camino de la humildad “nueva” para practicar el mandamiento nuevo de la caridad. Los
que se revistan de humildad en sus relaciones mutuas, buscan los intereses de los otros
y se ponen en el último lugar.
2- La Humildad y la Conversión Personal:
En este tiempo cuaresmal será importante que tengamos especialmente en cuenta que
para “volver a Dios”, para convertirnos de corazón y realizar un buen examen de
conciencia, deberemos orar y pedir introducirnos en la virtud de la humildad. La humildad
nos permitirá sincerarnos con nosotros mismos, y plenificarnos desde nuestra propia
realidad. Es importante recordar aquello que nos enseña la filosofía: “que la plenitud de la
existencia se da desde los límites de la propia esencia”. Por el contrario la soberbia como
pecado capital nos confunde, y lleva a querer quitar el lugar a Dios y ser como dioses: “la
serpiente dijo a la mujer: No, no morirán, Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman
de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses conocedores del bien y del mal”
(Gen, 3, 4-5).
Lamentablemente nuestra cultura está cargada de un falso humanismo que ignora la
condición de creaturidad y la existencia de Dios, falseando la misma realidad humana.
Debemos recordar la iluminación del Papa Benedicto XVI en la sesión inaugural de
Aparecida cuando nos decía: “¿Qué es la realidad? ¿Qué es lo real? ¿Son “realidad” solo
los bienes materiales, los problemas sociales, económicos y políticos? Aquí está
necesariamente el gran error de las tendencias dominantes en los últimos siglos, error
destructivo, como demuestran los resultados tanto de los sistemas marxistas como
incluso de los capitalistas, falsificando el concepto de realidad con la amputación de “la
realidad fundante” y por esto decisiva, que es Dios. Quien excluye a Dios de su horizonte
falsifica el concepto de realidad, y en consecuencia, solo puede terminar en caminos
equivocados y con recetas destructivas”.
Un saludo cercano y hasta el próximo domingo.
Mons. Juan Rubén Martínez