II Domingo de Cuaresma, Ciclo A
P. Emilio Betancur Múnera
LLANURA Y TABOR
Al terminar la historia de los orígenes (Gn 1-11). Al fratricidio del Cap. 4, el
Diluvio del cap 8, y la torre de babel del cap 11 Yahveh responde con la vocación
a la obediencia de Abraham (Gn 12,1-4).
El Tabor de los sinópticos, Evangelio, es la imagen de cuanto puede subir el
hombre cuando cree obedeciendo a lo que escucha con la Palabra.
CREER ES OBEDECER
Abraham cree en la palabra de la promesa: y a cambio del país, la casa la tierra,
será padre de un gran pueblo y la bendición de Dios lo engrandecerá.
La obediencia le permitió comprender que su destino estaba en manos de Dios,
y por creer y obedecer y obedecer creyendo, su vida se convertiría en una
historia de salvación. Parte de esa historia fue abandonar el mundo de lo
utilitario por el universo de la gratuidad. Precisamente por gracia pertenecemos
también nosotros a la fe de la que Abraham es nuestro padre.
El paso de ser Abram para llegar a ser Abraham fue un tabor en la llanura, luego
vendría el Tabor de la montaña en la Segunda Alianza. Pero fue cierto que
Abraham creció y transformó su vida por la obediencia, y en lugar de ensanchar
su tienda amplió sus entrañas, pasando de la paternidad física a la paternidad de
la fe. Su vida fue un Tabor por haber obedecido.
La transfiguración de Abraham ilumina la transfiguración del Tabor y ambas
iluminan todas las épocas de la fe.
ESCUCHAR PARA VER
Los sinópticos describen con la sencillez que merece el misterio esta visita de
Dios, Epifanía, llamada “ELTABOR”.
El relato indica que el pensamiento de Jesús estaba lleno de pensamientos de
muerte. El relato es también un recuerdo de que nuestra propia naturaleza será
transfigurada.
El Tabor no es tan alto, solo seiscientos metros sobre el nivel del mar, quizás se
ve más alto por estar en medio de la llanura de Esdrelón, ya a Israel le parecían
muy altos los filisteos por verlos en la montaña cuando los hebreos venían del
desierto.
La altura del Tabor coincide con la de Abraham que es más teológica que física.
El cambio de su vida privada, casa, parentela y país, a la vida de la promesa, un
pueblo innumerable y bendito, como las estrellas del cielo y las arenas del mar.
La experiencia y la distancia que hay entre la llanura del Esdrelón y la montaña
se llama TABOR.
El tabor es el itinerario que hay que recorrer entre la llanura de la vida y la
montaña, el camino que va desde la vida al Dios de la altura. Al fin y al cabo las
montañas son los lugares escogidos por las religiones para permitir el encuentro
de dios con el hombre y del cielo con la tierra.
El Tabor es una imagen de la altura que adquiere el hombre cuando sabe
escuchar: “Este es mi hijo muy amado, en quien tengo puestas mis
complacencias, escúchenlo”. El Tabor es una posibilidad en la fe de ver lo que se
escucha en la Palabra lo que no permiten los ajetreos y angustias de la vida.
Algo semejante deberían representar y posibilitar todas las montañas que nos
rodean, es un regalo de Dios vivir entre montañas para poder acceder a Dios,
desde la llanura hacia la altura. Ojalá que en las montañas tuviéramos mas sitios
de encuentro con Dios, de silencio y de Palabra, y no sólo antenas de la
tecnología. La montaña es ya, de por si, una antena para estar en comunicación
con Dios y Dios en relación con nosotros.
EL TABOR ES PASAR…
Si la experiencia de Abraham fue una experiencia de Tabor y la del `Sinaí lo fue
de Epifanía y punto de partida de la libertad de Israel para seguir a Dios sin
ídolos, el Tabor del nuevo testamento es la orientación final del pueblo de Dios
hacia Jerusalén, lugar y fuente de la libertad por la cruz.
Pedro fue el único que se atrevi a dar razn oral de la transfiguracin “Seor
que bueno es estar aquí, hagamos tres tiendas, una para ti, una para Moisés y
otra para Elías”.
Pedro pensó que había llegado el cielo a la tierra con el Tabor, pretendía
adueñarse de esa experiencia. Todo esto le ocurrió por no haber escuchado la
palabra que daba el sentido a lo ocurrido, pues no se trataba de una experiencia
religiosa, estéticamente bella. Se trataba de una experiencia de la vida de Jesús,
que requería que el mismo Dios la interpretara para que el sentido que tuviera el
hombre sobre la misma fuera correcto y el creyente advirtiera en ella su futura
historia que debe siempre pasar: de la llanura a la altura, de la cruz a la
resurrección, de la muerte a la vida, del sufrimiento a la alegría, de la
desesperanza a la felicidad, de la violencia a la paz.
En el Señor está nuestra esperanza, pues Él es nuestra ayuda y nuestro amparo.
Muéstrate bondadoso con nosotros, puesto que en ti, Señor, hemos confiado.
Evangelio: Mateo 17, 1-9
En aquel tiempo toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y
los lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se
puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. En
esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él. Tomando Pedro
la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí
tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Todavía estaba
hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía
una voz que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco;
escuchadle». Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo.
Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: «Levantaos, no tengáis miedo».
Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo. Y cuando
bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No contéis a nadie la visión hasta que el
Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos».