Comentario al evangelio del Viernes 25 de Marzo del 2011
Queridos amigos y amigas:
Jesús no actuó nunca de cara a la galería. Jamás le interesó quedar bien, buscar el aplauso o hacer
demagogia barata. El vino para mostrar la verdad, para iluminar. Lo hacía con cuentos. Los cuentos
duermen a los niños y despiertan a los mayores. Con esta parábola anuncia un oscuro porvenir sobre su
futuro inmediato. Habla de la suerte que corren quienes se empeñan en llevar adelante el mensaje del
Reino y saca conclusiones. Es la lección, nunca aprendida del todo, imprescindible para quienes
quieran colaborar con él en la construcción del Reino entre los hombres. Repasamos alguno de sus
detalles.
Una parábola dramática. En efecto, la historia que cuenta Jesús refiere la incomprensible y tozuda
reacción de rechazo por parte de los viñadores hacia el dueño de la viña. Alude sin duda al Padre y a la
humanidad. Sin ninguna lógica y tras muchos intentos difíciles por recuperar la viña, todo finaliza con
el asesinato del hijo del dueño de la viña… ¿Qué hará él ante esta acción que colma los despropósitos?
Inteligentemente Jesús ofrece una lectura de la historia de la salvación y lanza esa difícil pregunta.
Curiosamente él mismo no la responde. Salvar a la humanidad es una tarea peligrosa, de máximo
riesgo.
La relectura bíblica de Jesús. Acudiendo a la Sagrada Escritura da su interpretación del
acontecimiento. Señala una constante que registra la Palabra de Dios: “La piedra desechada es la
necesaria piedra angular”. No explica nada. No impone nada con evidencias. No fuerza a asentir. No
argumenta con fáciles razones… pero tampoco evita la pregunta, siempre abierta, de por qué los buenos
tienen que acabar mal. Una lógica diabólica así lo impone. Y el diablo miente diciendo a veces
palabras verdaderas.
Una sentencia. Concluye Jesús con una afilada afirmación: el reino de Dios le será dado a un pueblo
que dé fruto. ¿A quién se refiere? ¿De quiénes está hablando? ¿Qué significa eso de “dar frutos”? … A
nosotros nos despierta dudas. Pero, por las reacciones que provocó, los sumos sacerdotes y fariseos la
entendieron muy bien. Ellos se sintieron fotografiados en el apunte de Jesús. Y, ofendidos,
reaccionaron con la misma dureza que anunciaba la parábola. Una vez más estamos ante una profecía
que se cumple al mismo tiempo de comunicarla.
Tampoco debemos eludir nosotros esa pregunta implícita . ¿Acojo el Reino… o colaboro al
aniquilamiento de los enviados del dueño de la viña? Porque hay formas no cruentas de impedir que la
obra del Reino siga adelante. Una de ellas es la falta de atención; otra, el desprecio; otra más, la
autosuficiencia; y otra, la dureza de corazón que impide la acogida de los enviados del Padre en la
propia vida. Dicen que para movilizar a alguien no hay nada como despertar el odio o el miedo, porque
ambos sentimientos proponen metas muy claras: destrozar al supuesto enemigo o ponerse a salvo. De
otra manera Vallejo-Nájera lo cantaba en poesía diciendo que: “Hay golpes tan fuertes en la vida/ tan
fuerte… ¡Yo no sé! / Golpes como del odio de Dios; / como si ante ellos, / la resaca de todo lo sufrido, /
se empozara en el alma…/ ¡Yo no sé!”
Vuestro, amigo y hermano,
Juan Carlos cmf
Juan Carlos Martos, cmf