NAVIDAD - A
Evangelio: Lc 2,15-20 (misa de la aurora) Con los pastores
Con cuatro misas y sus respectivas lecturas nos obsequia la liturgia
cristiana para celebrar el Nacimiento de Cristo. La misa vespertina que recuerda
a María encinta y a José admirado y receloso por esa concepción, pero que es
advertido por un ángel del misterio acontecido en su mujer. La misa de
medianoche que, guiados ya por San Lucas, recuerda el Nacimiento de Jesús en
la cueva de Belén, y el anuncio del suceso a los pastores por los ángeles.
Por la mañana, en la aurora, la Palabra de Dios nos invita a acompañar a
los pastores, que adoran a Jesús en la cueva de Belén. Por fin, en la misa del
mediodía, es San Juan, con su prólogo, el que nos invita a adentrarnos en el
misterio de la Navidad, cuando nos hace meditar que “la Palabra de Dios se hizo
Hombre y acampó entre nosotros”.
Oración para cada día de la semana
Señor, Jesús, con la alegría profunda y desbordante, que me produce tu
nacimiento en la cueva de Belén, quiero empezar uniéndome a las alabanzas
angélicas. “¡Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios
ama!”.
Espero merecer cada día tu amor, pues este es mi propósito diario: acoger tu
voluntad
en mi vida, luchar por cumplirla, esforzarme por testimoniarla, y procurar
disfrutarla
y compartirla con mi familia, mis amistades y colegas, en todos los momentos
y lugares donde discurra mi vida. Precisamente no puedo olvidar
que te hiciste hombre para que yo viva con el amor y la alegría de ser hijo de
Dios.
Ante tu nacimiento, los cristianos no podemos por menos de alegrarnos
y felicitarnos mutuamente; y por eso me postro ante la cuna de Belén,
para compartir esta dicha y transmitir mi felicitación a todos,
con la oración humilde y confiada, universal y comprometida.
También quiero acompaar a los pastores, y encontrarte “como nio
acostado
en un pesebre”, con María y José; y en ese lugar decirte todo lo que mi corazn
siente, goza y sufre, comparte y anhela .Me siento feliz de ser cristiano, y poder
vivir
como hijo de Dios, y hermano –en la fe y en el amor– de todos los hombres.
¡Gracias, Señor, por tu presencia en este mundo para hacernos hijos de Dios!
Al mismo tiempo, Señor, sufro porque son muchos los que aún no te conocen,
y los que conociéndote no te aman, ni se abren a tu amor ni al amor de los
demás.
Te pido, Señor, por todos los que no tienen fe, o la han perdido.
Para todos imploro la humildad y sencillez de los pastores, y por tanto
la sinceridad de vida, porque quiero compartir de verdad mi fe con todos.
Como los pastores “me levanto” de la oracin dando gloria y alabanza a Dios
por todo lo me has concedido ver y oir, por todo lo que me has dado,
por las alegrías y satisfacciones con que me obsequias cada día
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Padre Segismundo Fernandez Rodríguez