Viernes después del 3º Domingo de Cuaresma
(3º Domingo de Cuaresma de la liturgia actual)
Sermón 1º
«Venid a ver un hombre que me ha dicho cuanto he hecho» Juan 4,29 1
1.- Es propio de los siervos de Dios, que participan y gustan todas las mercedes y regalos de
Dios, el que sin avaricia alguna deseen hacer participantes a todos de las mercedes que Dios les hace.
Así lo decía David: Venid y escuchad vosotros todos, los que teméis a Dios, y os contaré cuán grandes
cosas ha hecho el Señor por mi alma (Sal 65,16). [Y esto], para que los buenos se animen, y los malos
se aparten del pecado.
Esto hacía esta buena mujer [del Evangelio], que luego que recibió de Dios la merced, la
comunicó a los de su pueblo. Esto decía también la esposa [de los Cantares]: Salid afuera, hijas de
Sión, y veréis al rey Salomón con la diadema con que lo coronó su madre en el día de los desposorios,
día en que quedó colmado de júbilo su corazón (Ct 3,11). «Salid, hijas de Sión, y mirad a mi esposo,
cuántas mercedes me ha hecho, y cuán hermoso es».
«Pues dad acá, señora, ¿no teméis que vuestro esposo se enamore de otra, y la codicie?»...
«Andad, que mi esposo no es como los del mundo, que para amar a una han de dejar de amar a otras.
A todas ama, a todas quiere, a todas hace mercedes». Esto se ve claramente en la Virgen Santísima
que, viendo y sintiendo que tenía a Cristo en sus entrañas, se fue para Santa Isabel, y no pudo estar sin
comunicarle las mercedes que Dios le había hecho, y quería regar la planta de las entrañas de Isabel
con las alegrías de la gracia que llevaba en las suyas. [Eclesiástico]: Yo, como canal de agua inmensa
derivada del río, y como acequia sacada del río, y como un acueducto salí del paraíso (Ecli 24,41).
«Soy como una canal de acequia, que sale del paraíso». ¿A qué llamáis paraíso? ¿Sabéis a qué llamo
paraíso? A aquella pobre morada adonde solía habitar. ¿Sabéis a quién llama paraíso? A aquella pobre
casilla donde el ángel la halló en contemplación, donde recibió tantos dones y mercedes de Dios, y por
eso dice, cuando fue a visitar a Santa Isabel: «Saldré del cielo de mi casilla, y como una acequia
regaré, no sólo el vergel, pero [también] las plantas, porque no sólo Santa Isabel quedó llena del
Espíritu Santo, pero [también] la planta, que era San Juan, quedó santificado. Y por eso dice: Regaré
los plantíos de mi huerto y embriagaré de agua el fruto de mi vientre (Ibíd. 42), que es Cristo.
El que está embriagado, luego sale de sí, pues por eso dice: «Embriagaré a Dios para que salga
de sí, para que haga a todos mercedes. Yo soy la que riego los campos secos, la que hago hacer
mercedes a todos». Pues, Virgen Santa, nosotros somos tierra seca. Os suplicamos, pues sois canal y
acequia por donde pasan las aguas de la gracia, nos enviéis agua para regar nuestras almas. Y [para]
que con mayor liberalidad lo hagáis, os lo suplicamos con humildad, y las rodillas por tierra, diciendo:
Ave María.
2.- Cuenta el santo Evangelio que, pasando Cristo de la provincia de Judea a la de Galilea,
habiendo de pasar por la de Samaria, que estaba en medio del camino, y antes de llegar a Samaria,
había de pasar por una heredad de Abraham, que se decía Sicar, donde había un pozo. Pasando, pues,
Cristo por allí, como se sentase cansado y fatigado del camino, y de los calores del verano, descalzo,
sudando y ayuno, determinó quedarse allí, para tomar un poco de alivio y frescura, de aquélla que salía
del pozo. Y dice: Que estaba sentado junto al pozo (Jn 4,6).
Solas estas palabras son bastantes para hacer ablandar y derretir durísimos guijarros. ¿Que se
diga, y con toda verdad, que el Dios omnipotente, de tanta majestad, que no cabe en cielo, ni tierra,
tome una forma como ésta, para un gusanillo? ¿A quién no enternecerán estas palabras? ¿Al mediodía,
al sol? ¿A quién no se le rompen las entrañas en sólo oírlo decir?
1 Obras y sermones , vol I, pp.319-324.
Había Dios ordenado el mundo con tal orden y concierto, que cuantas cosas había en él, todas
sirviesen y se fatigasen por el hombre. Ya veis los cielos cuantas vueltas dan, que si se pudiesen
fatigar, diríamos que estaban ya medio muertos de tanto servir al hombre. Ya veis las plantas cansadas
y envejecidas de dar fruto para el hombre. Los animales, ya veis cómo mueren en servicio del hombre.
Y todo esto pareció al omnipotente Dios que era poco, y que no había hecho harto, sino que quiso él
mismo venir a ser fatigado.
Ya veis en treinta y tres años que vivió, cuántos trabajos tomó en servicio del hombre. Si fuera
menester, no sólo una vez muriera, pero mil. ¡Oh, bondad infinita de Dios! ¡Maldita el alma que no cae
en la cuenta de este negocio! ¿Que sea verdad que todas las criaturas se fatigan, hasta el mismo Dios,
en servicio del hombre, y que todas las fatigas del hombre sean para ofender a Dios, para deshonrarle,
deservirle y agradar al diablo? ¿Pasáis por esto, hermanos? ¿Cómo no se rasgan los cielos? ¿Cómo no
se abre la tierra? ¿Que todo sirva al hombre, hasta el mismo Cristo, y que haya llegado la malicia del
hombre a tanto, que al mismo Dios quiere acocear?
Pues mirad que asperísima reprensión es ésta que se quedó a reposar y descansar de los trabajos
y fatigas, por curar aquella mujer samaritana. Según dicen los doctores, todas las obras que hizo Dios
por el mundo, las podemos singularizar a una persona, porque si no hubiera más de un hombre, por
sólo él padeciera, cuanto padeció. Y así tanta diligencia puso en convertir a Santo Tomás, después de
su resurrección, como en todos sus discípulos. Porque ama tanto Dios a un alma, que padeciera por ella
todo lo que padeció por todos. Y por eso, por sólo esta mujer recibió tantas fatigas, en los calores del
sol, ayuno a mediodía, descalzo por el monte, sólo por un alma. Y así cansado se sentó junto al pozo .
3.- Con mucha razón viene el Hijo de Dios cansado, pues había andado un camino tan largo y
descalzo. Un camino solo hizo cuando era puro Dios, pero entonces no se cansó, antes descansó a los
hombres, cuando vino del entendimiento del Padre. Mas después que el Verbo se hizo carne , no me
espanto que del camino quede cansado. [Proverbios]: Yo fui un hijo querido de mi padre, y amado
tiernamente, como hijo único de mi madre (Pr 4,3). [Jeremías]: ¿No es para mí Efraím el hijo querido,
el niño que yo he criado con ternura? Desde que yo le he hablado, lo traigo siempre en la memoria.
Por eso se han conmovido por amor suyo mis entrañas (Jr 31,20). «Efraím» quiere decir «fructificó»,
y muy bien, pues siempre fructificó, y así como persona delicada se cansó.
Aunque es verdad que otra carga le cansaba más que ésta, que era la de nuestros pecados. Porque
[como dice Isaías]: El Señor ha cargado sobre sus espaldas las iniquidades de todos nosotros (Is
53,6). Si los dos pecados, que llevaba David, le pesaban tanto, que decía: Como una carga pesada me
tienen agobiado (Sal 37,5), ¿cuánto peso tendrían todos los pecados del mundo, en un cuerpo más
delicado que el de David? Pues, como cansado, se llegó al pozo a descansar un poquito. ¿Quién no
creerá que tendría allí santas imaginaciones?... Di contemplativamente las que mejor te parecieren.
4.- Este pozo, si espiritualmente lo queremos contemplar, es el corazón del hombre.
Primeramente nos dice el evangelista, que este pozo era alto. Veis aquí el corazón. [Jeremías]:
Perverso es el corazón de todos los hombres e impenetrable: ¿quién podrá conocerlo? Yo, el Señor,
soy el que escudriño los co-razones (Jr 17,9-10). Lo segundo [nos dice] que bebía Jacob, y sus hijos y
ganados. Bien así, porque del corazón beben los miembros, y el cuerpo, etc. Y el agua del pozo es el
espíritu vital del corazón. [Sabio]: Guarda tu corazón con toda vigilancia, porque de él mana la vida
(Pr 4,23). Mas [lo que] tiene el pozo [es] que no sabes por do le viene el agua. Pues en el corazón tú
no sabes por do entró el Espíritu Vital, porque [como dice San Juan]: El Espíritu sopla donde quiere
(Jn 3,8). Pues sobre este pozo se asienta el Hijo de Dios, cuando te dice: Dame, hijo mío, tu corazón
(Pr 23,26).
5.- Ya hemos dicho que tu corazón, cristiano, es el pozo a do se llega el Hijo de Dios a
descansar. ¡Ah, si supieses, cristiano, cuánto le cuesta a tu Dios ese camino para venir a descansar a tu
corazón! Por él anduvo aquel tan largo camino del cielo al suelo; camino fue también el de los nueve
meses; y así, como [a] hombre cansado, le reclinan en un pesebre; [y] camino fueron todos los trabajos
que pasó hasta llegar a descansar a tu corazón. Y después, para acabarlo de con-solar, cierras tú el
pozo, ese corazón, con una piedra, para que no entre. ¡Oh, qué crueldad! Si un caminante pasase tantos
trabajos para llegar a su casa a descansar, [y], cuando llegase, hallase cerrada la puerta a piedra lodo,
¡qué desconsuelo! Pues lo mismo le acontece al pecador, que después que Cristo ha pasado todos los
trabajos del camino de su venida y de su vida, [es grande desconsuelo] que venga a tu corazón y que
halle cerrada, a piedra lodo de pecados, la puerta. Quita, quita esas piedras de tus pecados de la puerta,
[y] da aposento a tu Dios, etc.
¡Ah, mi Dios! Que si no quitáis vos la piedra, no habrá quien la quite. No puede el hombre, sin
vuestro favor, quitar la piedra de los pecados. [Os] suplicamos, mi Dios, que si hay alguno que tenga el
corazón cerrado, y no aposentáis en él, le deis gracia para abrirlo, pues por eso se ha tanto y tanto
cansado [Cristo]; y tan poca caridad ha hallado en sus caminos Jesús, y con tantos trabajos los ha
pasado. Pues, hombre, haz de tu parte lo que es en ti, que de parte de Dios no te faltará cosa.
6.- Estando asentado [Cristo], llegó una mujer de Samaria por agua. El Señor procuró trabar
razones con ella: Mujer, dame de beber (Lc 4,7). «Pues, ¿cómo, Señor, estando ayuno, pedís de beber?
Mirad que os hará mal». Entended, que él no pedía de beber porque quisiese beber, que estaba ayuno;
mas no fue sin misterio. Pedirle de beber es un gran documento que nos enseña el Maestro de [la]
verdad.
Entre lo que se come y bebe hay esta diferencia: que lo que se come, antes de echarlo en el
estómago se ha de mascar, y se tarda y detiene en la boca; pero lo que se bebe, no bien está en la boca,
cuando ya está en el estómago, sin ninguna detención, porque no se masca. Pues entended que ésta es
la diferencia de los buenos a los malos, que los malos beben la maldad, y el vicio. Dice Job: El hombre
inútil y abominable se bebe como agua la maldad (Jb 15,16). El pecador bebe los vicios y pecados sin
detenerse, sin mascarlos, sino que en asomar el mal pensamiento, el mal deseo, sin mascar, se lo beben
todo. Pero la virtud, antes que la beba, máscala y detiénela.
Dice el otro: «Vamos al sermón». Está dudando si perderá el tiempo, mas vale hacerlo esto,
estálo mascando. [Si le dicen]: [hay que] visitar [a] los pobres del hospital, [piensa], guárdeos no se os
apegue algún mal, más vale no ir; [si le dicen de] dar limosna, [piensa] qué sé yo en lo que me tengo
de ver, más vale guardar; [y si le dicen hay que] restituir lo mal ganado, [piensa] qué sé yo si perderé
de mi crédito, no me tendrán en tanto. Todo lo beben como agua, sin detenerse. [En cambio] la virtud
la están mascando, si la harán o no.
Pero los justos al revés, que la tentación, y lo que es malo, máscanlo [diciendo], si hago esto
ofenderé a Dios, perderé el cielo; [y] consideran los males que causa el pecado, antes que le cometan.
Pero la virtud, sin detenerse nada, sin mascarla, la beben: vamos al hospital; vamos al sermón;
hagamos esto que resulta en servicio de Dios; hagámoslo, sin detenerlo ni mascarlo.
7.- Pues esto hace Dios para la justificación del alma. Por hacernos mercedes, todo lo hace
como si bebiese aprisa, con diligencia, sin detenerse, como quien va corriendo por nuestro bien. Dice
la Escritura: Ved cómo viene mi amado saltando por los montes y brincando por los collados. Al gamo
y al cervatillo se parece mi amado (Ct 2,8). Viene Dios por la salud de un alma saltando montes y
collados, corriendo, sin detenerse un punto, nada le impide, como quien bebe. Así lo dijo a Judas la
noche de la Cena: Lo que vas a hacer, hazlo pronto (Jn 13,27). ¿Qué es lo que ha de hacer? Que
viniese a prenderle, [para] que muriese y se hiciese luego la redención.
Pues así como Dios, para hacernos mercedes, las hace como quien bebe, así quiere que nosotros
vayamos a él corriendo de prisa, sin que lo masquemos, y no nos detengamos, ligeramente. Así lo dice
el esposo a la esposa [en los Can-tares]: Levántate, apresúrate, amiga mía, paloma mía, hermana mía
y vente (Ct 2,10). Mira con qué palabras llama al alma. Ven corriendo amiga mía, paloma mía, esposa
mía, hermosa mía; que nunca la llama por su nombre. Hácelo por el grande amor que tiene a un alma.
Cuando uno ama a otro, nunca le llama por su nombre, sino por nombres amorosos. Así la madre que
ama al hijo. Así hace Dios: «Ven acá amiga mía, ven corriendo como yo voy a ti». ¡Oh, bondad de
Dios!, que llama a un alma hecha un muladar, cargada de pecados y ruindades, querida mía. Ven a mí,
aunque te cueste la muerte. [Que] no haya tropiezos ni embarazos, no haya quien lo impida.
Viene el diablo y dícete: «¡Ah!, si me ven pobre, ¿qué dirán? Que ya he gastado la hacienda;
dirán las gentes que soy un hipócrita; que antes era ruin y hago ahora el santo». ¡Oh!, quita, quita, que
son tropiezos y montes que te quieren impedir; sáltalos, sáltalos. De aquí es que los justos se comparan
a las nubes velocísimas. [Isaías]: ¿ Quiénes son ésos que vuelan como nubes y como las palomas a sus
nidos? (Is 60,8). Otras veces se comparan al águila (cfr. Is 40,31). Esto es lo que significa el pedir
Cristo a esta mujer de beber y no de comer; como si dijera: «Ven luego para mí, no tardes, no te
impida nada».
8.- Estando el Hijo de Dios recostado en este pozo, heos aquí [que] llega la samaritana, esto es,
el alma pecadora, a sacar agua de este pozo de su corazón, y es agua de amor propio. Porque, ¿qué otra
cosa puede hallar el alma pecadora? ¿Qué otra agua puede sacar el alma, que tiene el corazón sin que
habite Dios en él, sino hurtos, homicidios, etc.?
Pues, viéndola Cristo cómo viene tan descuidada [en] su corazón, dícele con voz incógnita:
«Mujer, dame de beber»; esto es, conviértete, mira que vengo cansado por tus pecados, que los traigo a
cuestas. Dame de beber lágrimas de contrición. Y tú le respondes: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides
de beber a mí, que soy mujer samaritana?» (Jn 4,9). «¿Quién sois vos que ahora me pedís lágrimas?
Que no os conozco. Ahora que soy moza y doncella, ¿queréis que llore? Que lloren los santos, que yo
me iré a mis amigos, mundo, demonio y carne, que me regalan y dan placeres».
¡Oh, malaventurada de ti, alma pecadora! ¿Quién te pervirtió el entendimiento? ¿Quién te ha
dado a entender que son amigos, ésos? ¿No sabes que se han conjurado de te burlar, y hacerte traición,
y dar contigo en el infierno? ¿Que, porque te sirven con riquezas y deleites, son amigos? ¡Ay de ti, que
si supieses, que quien más trabajó por tu amor, [fue] Cristo, [y no] ellos, más llamarías a Cristo amigo,
que al demonio, mundo y carne! Alma, alma, Cristo es tu amigo, dale de beber, que [te lo] pide; que
trae a cuestas tus pecados; que tanto tiempo ha que no le das sino vinagre de rencores, y hiel de
blasfemias; mira que te pide de beber, acójele, que viene cansado.
9.- Veamos, mi Dios, ¿qué decís a esta respuesta tan desatinada? ¿Por ventura, os enojáis? No
por cierto, sino que espanta lo que Dios sufre por un alma. [Por eso], con suspiros le responde: «¡Oh,
mujer!, si tú supieses quién es el que te pide de beber, yo te prometo que no le responderías así, sino
que tú le pidieres a él de beber, y él te daría agua viva, que el que la bebe no tiene más sed. ¡Oh, alma
pecadora, si tú supieses quién soy yo! Soy el que te crié, y te formé, el que por ti me he cansado. Si tú
me conocieses, tú me pedirías agua de vida. Mira, que si vienes a sacar agua de este pozo de tu
corazón, que son deleites, amor propio, tendrás muchas veces sed. Pero el que bebe de esta agua que
yo daré, no tendrá más sed».
Son tan dulces estas palabras en el corazón, que luego le ponen deseo [a la mujer] de beber de
esta agua. Y así dice: Señor, dame de esta agua (Jn 4,15). Y no pienses que luego la beberás. Mira
primero lo que te dice: Anda, llama a tu marido, y vuelve aquí (ibid. 16). ¿Quién es su marido, sino el
mismo Dios? [Sabiduría]: A ésta amé yo y busqué desde mi juventud, y procuré tomarla por esposa
mía, y quedé enamorado de su hermosura (Sb 8,2). En el bautismo me desposé con ella. Pues quiere,
primero, [alma pecadora] que llames a tu marido, esto es, a Cristo, con lágrimas.
10.- Mas mira lo que responde: Señor, no tengo marido (ibid. 17). Bien dice, que cinco maridos
has tenido, que son los sentidos, pues les has obedecido como a maridos. Y ahora el que tienes, que es
el demonio, no es marido, sino enamorado. Cuando oías los sermones y alabanzas de Dios, marido era
el oído; pero cuando te deleitas en las profanerías y cantares deshonestos, no era marido, sino amigo. Y
así de los demás sentidos. Cuando con los ojos ves la hermosura de las criaturas y alabas a Dios,
marido son [los ojos]; pero si [los empleas] para la concupiscencia, amigos son. Y ahora ese [marido]
que tienes, a éste que sirves, no es tuyo, sino enamorado. Pues todas las cosas que haces en su poder, y
concibes, son hijas de enamorado, y así son bastardas.
11.- Ya en este paso llega el alma pecadora a conocer a Dios, y a confesarse, y él a infundirle la
gracia. [Dice ella]: Señor, veo que tú eres un profeta (ibíd. 19). Y de aquí se siguió, que se fue
alabando a Dios. Plegue a la divina bondad, que estos mismos caminos haga muchas veces con las
almas pecadoras.
12.- Pues otro camino, mi Dios, andaréis otro viernes a estas horas, de casa de Pilato al monte
Calvario, más fragoso, y más cansado llegaréis. Pediréis de beber, y daros han, no lágrimas, sino hiel y
vinagre. ¡Oh, verdadero Sansón, cuán cansado os veo de pelear contra vuestros enemigos! Cuenta la
Sagrada Escritura, que después que Sansón había muerto a mil filisteos con la quijada del asno, tuvo
sed y empezó a dar voces a Dios, [diciendo]: Me muero de sed (Jc 15,18). Lo mismo hicisteis vos,
Señor, que habiendo muerto a los filisteos, al demonio y sus secuaces, decís [desde] la Cruz: Tengo sed
(ibid. 19,28). Pero mira que no te pide de comer, sino de beber, para dar a entender la gana y sed que
tiene de nuestra salvación. Y así en aquella Cruz dijo: Tengo sed . Pero ¿qué le dieron? Hiel y vinagre.
¡Oh, cuántos dan a Dios, no agua de lágrimas, contrición, y oración, sino hiel de pecados. Démosle,
hermanos, a beber al cansado por nosotros; démosle a beber agua de lágrimas, y nos dará [él] su gracia
en este mundo, y después la gloria. Amén.