III Domingo de Cuaresma, CicloA
P. Emilio Betancur Múnera
Director Pastoral Social Arquidiócesis de Medellín
SOMOS FUENTE DE VIDA
Hoy en la tercera etapa de la peregrinación Cuaresmal, la Iglesia, está cerca al pozo
de Jacob para anunciarnos en su liturgia uno de los más queridos relatos del
Evangelio (Jn 4,5-42).
El tema del pozo es transversal a todo el relato y hace parte de la mejor poesía del
cercano Oriente. El jardín del Edén estaba atravesado por un río que se dividía en
cuatro corrientes (Gn 2,10). Los viajes de los patriarcas eran itinerarios calculados
por el tiempo y la distancia que había entre pozo y pozo, lo cual celebran con
alborozo. Con las arenas del desierto los pozos son sitios de encuentro o envidia:
Abrahám y Rebeca (Gn 24,10-27), Jacob y Raquel (Gn 29,1-4), Moisés y los hijos
de Raguel (Ex 2,15-22). Agua, fuente y pozo son imágenes de la vida del justo. La
leyenda del pozo fue enriquecida por las explicaciones rabínicas llamadas Midrash y
las interpretaciones contenidas en el Targum.
El texto de la samaritana se puede explicar desde el comportamiento de la mujer
en Sicar para acceder a la fe que siguieron “muchos samaritanos”. También
podríamos explicarlo desde la costumbre extraña de un judío pidiéndole a una
mujer samaritana agua. Lo extraño de quien pide agua es que habla de sí mismo
como agua viva aunque sin recipiente para sacarla del pozo: “todo el que toma el
agua que yo le daré, nunca tendrá sed, el agua que yo le daré será para él una
fuente de vida eterna”.
DAME DE ESA AGUA
La interpretacin del texto podría terminar si nos atrevemos a decir: “Seor, dame
de esta agua, para no volver a tener sed o tener que volver aquí a sacar agua”.
Hasta el encuentro con Jesús la mujer había tenido cinco maridos, necesitó del
encuentro con Jesús para caer en la cuenta que “el de ahora, tampoco es”. Requiri
de Jesús para comprender “que se acerca la hora en adorar al Padre en Espíritu y
verdad.” La mujer, por ser hebrea, esperaba al Mesías para explicarlo todo. Jesús le
dijo: “Soy yo, el que habla contigo.”
QUÉDATE CON NOSOTROS
Entonces la mujer dejó su cántaro, se fue al pueblo y comenzó a decir a la gente:
“vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será este el
Mesías? Salieron del pueblo y se pusieron en camino hacia donde El estaba…cuando
los samaritanos llegaron a donde El estaba le rogaron que se quedara con ellos y se
quedó allí dos días. Muchos más creyeron en El al oír su palabra y decían a la
mujer. “Ya no creemos por lo que tú nos has dicho, pues nosotros mismos lo hemos
oído y sabemos que El es, de veras, el salvador del mundo”.
La liturgia es el lugar y momento privilegiado para beber del agua viva tomada de
la mesa de la palabra y la Eucaristía, bajo los signos de pan y vino. La vida del
creyente que se alimenta de Jesús en la fuente de los sacramentos, tiene la misión
de anunciar el Evangelio para que otros crean como el evangelizador ha creído.
FRASE
“Seor, tú eres el salvador del mundo. Dame de tu agua viva para que no vuelva a
tener sed”.
El midrash y Targum llenaron en Israel los pozos de explicaciones sublimes, pero el
Evangelio llenó el pozo de Sicar de las bellas reflexiones sobre la relación de la
Samaritana con Jesús. Ella terminó recibiendo como esposo a Jesús y El le dio
agua, afecto gratuito para que se convirtiera en fuente que brotara hasta la vida
eterna. Ese milagro lo contó la Samaritana y los discípulos lo confirmaron. Es un
breve itinerario de evangelización en el contexto de la Misión continental.
Evangelio: Juan 4, 5-42
En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del
campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob.
Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del
mediodía.
Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice:
-«Dame de beber.»
Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida.
La samaritana le dice:
-«¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? »
Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.
Jesús le contestó:
-«Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y
él te daría agua viva.»
La mujer le dice:
-«Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?;
¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y
sus hijos y sus ganados?»
Jesús le contestó:
-«El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le
daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un
surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.»
La mujer le dice:
-«Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a
sacarla.»
Él le dice:
-«Anda, llama a tu marido y vuelve.»
La mujer le contesta:
-«No tengo marido.»
Jesús le dice:
-«Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu
marido. En eso has dicho la verdad.»
La mujer le dice:
-«Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y
vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.»
Jesús le dice:
-«Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni
en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no
conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de
los judíos.
Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero
adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así.
Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.»
La mujer le dice:
-«Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo. »
Jesús le dice:
-«Soy yo, el que habla contigo.»
En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una
mujer, aunque ninguno le dijo: «¿Qué le preguntas o de qué le hablas?»
La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente:
-«Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será éste el
Mesías?»
Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él.
Mientras tanto sus discípulos le insistían:
-«Maestro, come.»
Él les dijo:
-«Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis.»
Los discípulos comentaban entre ellos:
-«¿Le habrá traído alguien de comer?»
Jesús les dice:
-«Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra.
¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo
esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la
siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida
eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el
proverbio: Uno siembra y otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis sudado.
Otros sudaron, y vosotros recogéis el fruto de sus sudores.»
En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había
dado la mujer: «Me ha dicho todo lo que he hecho.»
Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y
se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a
la mujer:
-«Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos
que él es de verdad el Salvador del mundo.».