EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Lunes de la III Semana de Cuaresma A
Segundo Libro de los Reyes 5,1-15.
Naamán, general del ejército del rey de Arám, era un hombre prestigioso y
altamente estimado por su señor, porque gracias a él, el Señor había dado la
victoria a Arám. Pero este hombre, guerrero valeroso, padecía de una enfermedad
en la piel.
En una de sus incursiones, los arameos se habían llevado cautiva del país de Israel a
una niña, que fue puesta al servicio de la mujer de Naamán.
Ella dijo entonces a su patrona: "¡Ojalá mi señor se presentara ante el profeta que
está en Samaría! Seguramente, él lo libraría de su enfermedad".
Naamán fue y le contó a su señor: "La niña del país de Israel ha dicho esto y esto".
El rey de Arám respondió: "Está bien, ve, y yo enviaré una carta al rey de Israel".
Naamán partió llevando consigo diez talentos de plata, seis mil siclos de oro y diez
trajes de gala,
y presentó al rey de Israel la carta que decía: "Al mismo tiempo que te llega esta
carta, te envío a Naamán, mi servidor, para que lo libres de su enfermedad".
Apenas el rey de Israel leyó la carta, rasgó sus vestiduras y dijo: "¿Acaso yo soy
Dios, capaz de hacer morir y vivir, para que este me mande librar a un hombre de
su enfermedad? Fíjense bien y verán que él está buscando un pretexto contra mí".
Cuando Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus
vestiduras, mandó a decir al rey: "¿Por qué has rasgado tus vestiduras? Que él
venga a mí y sabrá que hay un profeta en Israel".
Naamán llegó entonces con sus caballos y su carruaje, y se detuvo a la puerta de la
casa de Eliseo.
Eliseo mandó un mensajero para que le dijera: "Ve a bañarte siete veces en el
Jordán; tu carne se restablecerá y quedarás limpio".
Pero Naamán, muy irritado, se fue diciendo: "Yo me había imaginado que saldría él
personalmente, se pondría de pie e invocaría el nombre del Señor, su Dios; luego
pasaría su mano sobre la parte afectada y curaría al enfermo de la piel.
¿Acaso los ríos de Damasco, el Abaná y el Parpar, no valen más que todas las aguas
de Israel? ¿No podía yo bañarme en ellos y quedar limpio?". Y dando media vuelta,
se fue muy enojado.
Pero sus servidores se acercaron para decirle: "Padre, si el profeta te hubiera
mandado una cosa extraordinaria ¿no la habrías dicho? ¡Cuánto más si él te dice
simplemente: Báñate y quedarás limpio!".
Entonces bajó y se sumergió siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del
hombre de Dios; así su carne se volvió como la de un muchacho joven y quedó
limpio.
Luego volvió con toda su comitiva adonde estaba el hombre de Dios. Al llegar, se
presentó delante de él y le dijo: "Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra,
a no ser en Israel. Acepta, te lo ruego, un presente de tu servidor".
Salmo 42(41),2.3.43(42),3.4.
Como la cierva sedienta busca las corrientes de agua, así mi alma suspira por ti, mi
Dios.
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente: ¿Cuándo iré a contemplar el rostro de
Dios?
Envíame tu luz y tu verdad: que ellas me encaminen y me guíen a tu santa
Montaña, hasta el lugar donde habitas.
Y llegaré al altar de Dios, el Dios que es la alegría de mi vida; y te daré gracias con
la cítara, Señor, Dios mío.
Evangelio según San Lucas 4,24-30.
Después agregó: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra.
Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando
durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el
país.
Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en
el país de Sidón.
También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero
ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio".
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron
y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la
colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Ambrosio (v. 340-397), obispo de Milán y doctor de la Iglesia
Los Misterios, § 16-21 (trad. SC 25, p. 112)
La Cuaresma conduce a la resurrección del bautismo.
Naamán era sirio, tenía lepra y no podía ser purificado por nadie. Entonces una
joven esclava dijo que había un profeta en Israel que podría purificarle de la plaga
de la lepra... Aprende ahora quien es esta joven de entre los cautivos: la joven
asamblea de entre las naciones, es decir la Iglesia del Señor, humillada
anteriormente por la cautividad del pecado, mientras que no poseía aún la libertad
de la gracia. Por su consejo este vano pueblo de las naciones escuchó la palabra de
los profetas de la cual había dudado mucho tiempo. Después, desde que el creyó
que era necesario obedecer, fue lavado de toda infección de sus malas acciones.
Naamán había dudado antes de ser curado, tú estás ya curado, por lo que no debes
dudar.
Es por eso que se te dijo ya que no creas solamente lo que veías aproximándote
al baptisterio, por miedo que no digas: « ¿Está ahí el gran misterio que el ojo no vio
ni el oído oyó y que no ascendió al corazón del hombre? (1Co 2,9) Veo el agua, que
veía todos los días; ¿puede purificarme estas aguas en las que a menudo he bajado
sin ser nunca purificado?» Aprende por eso que el agua no purifica sin el Espíritu.
Por eso leíste que « tres testigos del bautismo no son más que uno: el agua, la
sangre y el Espíritu» (1Jn 5,7-8). Porque si retiras uno de ellos ya no hay
sacramento del bautismo. En efecto, ¿qué es el agua sin la cruz de Cristo? Un
elemento ordinario sin ningún efecto sacramental. Y de la misma manera, sin el
agua no hay misterio de la regeneración. « A menos de haber nacido de nuevo del
agua y del Espíritu no se puede entrar en el Reino de Dios» (Jn 3,5). El catecúmeno
cree en la cruz del Señor Jesús de la cual está marcado; pero si no ha sido
bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, no puede recibir la
remisión de sus pecados ni extraer el don de la gracia espiritual.
Así pues este sirio se sumergió siete veces en la Ley; tú, has sido bautizado en el
nombre de la trinidad. Tú has confesado el Padre..., tú has confesado el Hijo, tú has
confesado el Espíritu Santo... Estás muerto al mundo y resucitado por Dios, y, en
alguna forma enterrado al mismo tiempo en este elemento del mundo; muerto al
pecado, has resucitado para la vida eterna (Rm 6,4).
“servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”