La vida nueva
Si hay un mensaje que aglutine, sintetice y defina la predicación de Jesús,
sin duda alguna, es éste de la vida nueva que ha venido a traer. Una
manera nueva de ser, de interactuar con la madre tierra, de relacionarnos,
de entendernos como personas, de abrir los horizontes, de romper toda
esclavitud… eso y más, es la vida nueva que nos trae Jesucristo.
Las lecturas de hoy lo proclaman a voces. Ezequiel anuncia la ruptura de las
tumbas. ¡Dios mío, cuántas tumbas selladas por terquedad! Del silencio, de
la amargura, de la soledad, de la mediocridad, de las verdades a medias,
del triunfalismo eclesial, de la exclusión postergada, de las condenas a
muerte y los rechazos oficiales… ¡tumbas! Que si se abrieran, nos darían
nueva vida…y el mundo sería tan diferente, tan vivible.
Pablo nos habla de la vida nueva en el Espíritu. Ésta, sí, la novedad del
evangelio. Vida nueva derramada en abundancia. La que nos hace hijos e
hijas, la que nos da un Padre en el don de la fraternidad y comunión que
engendra el gozo pleno, la que da alas de libertad y nos permite la
realización del corazón con la mera dependencia del amor.
Y Jesús, conmovido hasta las lágrimas, exclamó: ¡“Lázaro, sal fuera”! Es el
principio de la nueva vida: Salir, desatarse, romper esquemas, en definitiva,
volver a nacer. Es la dimensión profunda de nuestro bautismo. Es la
exigencia que planteaba Jesús a Nicodemo: Tienes que nacer de nuevo. Y
esto, del agua y del Espíritu.
Cochabamba 10.04.11
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com