EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
IV Domingo de Cuaresma A
Primer Libro de Samuel 16,1.6-7.10-13.
El Señor dijo a Samuel: "¿Hasta cuándo vas a estar lamentándote por Saúl, si yo lo
he rechazado para que no reine más sobre Israel? ¡Llena tu frasco de aceite y parte!
Yo te envío a Jesé, el de Belén, porque he visto entre sus hijos al que quiero como
rey".
Cuando ellos se presentaron, Samuel vio a Eliab y pensó: "Seguro que el Señor
tiene ante él a su ungido".
Pero el Señor dijo a Samuel: "No te fijes en su aspecto ni en lo elevado de su
estatura, porque yo lo he descartado. Dios no mira como mira el hombre; porque el
hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón".
Así Jesé hizo pasar ante Samuel a siete de sus hijos, pero Samuel dijo a Jesé: "El
Señor no ha elegido a ninguno de estos".
Entonces Samuel preguntó a Jesé: "¿Están aquí todos los muchachos?". El
respondió: "Queda todavía el más joven, que ahora está apacentando el rebaño".
Samuel dijo a Jesé: "Manda a buscarlos, porque no nos sentaremos a la mesa hasta
que llegue aquí".
Jesé lo hizo venir: era de tez clara, de hermosos ojos y buena presencia. Entonces el
Señor dijo a Samuel: "Levántate y úngelo, porque es este".
Samuel tomó el frasco de óleo y lo ungió en presencia de sus hermanos. Y desde
aquel día, el espíritu del Señor descendió sobre David. Samuel, por su parte, partió
y se fue a Ramá.
Salmo 23(22),1-3.4.5.6.
Salmo de David. El señor es mi pastor, nada me puede faltar.
El me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas; me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre.
Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque tú estás
conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza.
Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y
mi copa rebosa.
Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la Casa
del Señor, por muy largo tiempo.
Carta de San Pablo a los Efesios 5,8-14.
Antes, ustedes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de la
luz.
Ahora bien, el fruto de la luz es la bondad, la justicia y la verdad.
Sepan discernir lo que agrada al Señor,
y no participen de las obras estériles de las tinieblas; al contrario, pónganlas en
evidencia.
Es verdad que resulta vergonzoso aun mencionar las cosas que esa gente hace
ocultamente.
Pero cuando se las pone de manifiesto, aparecen iluminadas por la luz,
porque todo lo que se pone de manifiesto es luz. Por eso se dice: Despiértate, tú
que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo te iluminará.
Evangelio según San Juan 9,1-41.
Al pasar, vio a un hombre ciego de nacimiento.
Sus discípulos le preguntaron: "Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus padres, para
que haya nacido ciego?".
"Ni él ni sus padres han pecado, respondió Jesús; nació así para que se manifiesten
en él las obras de Dios.
Debemos trabajar en las obras de aquel que me envió, mientras es de día; llega la
noche, cuando nadie puede trabajar.
Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo".
Después que dijo esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre
los ojos del ciego,
diciéndole: "Ve a lavarte a la piscina de Siloé", que significa "Enviado". El ciego fue,
se lavó y, al regresar, ya veía.
Los vecinos y los que antes lo habían visto mendigar, se preguntaban: "¿No es este
el que se sentaba a pedir limosna?".
Unos opinaban: "Es el mismo". "No, respondían otros, es uno que se le parece". El
decía: "Soy realmente yo".
Ellos le dijeron: "¿Cómo se te han abierto los ojos?".
El respondió: "Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, lo puso sobre mis ojos y
me dijo: 'Ve a lavarte a Siloé'. Yo fui, me lavé y vi".
Ellos le preguntaron: "¿Dónde está?". El respondió: "No lo sé".
El que había sido ciego fue llevado ante los fariseos.
Era sábado cuando Jesús hizo barro y le abrió los ojos.
Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había llegado a ver. El les respondió:
"Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo".
Algunos fariseos decían: "Ese hombre no viene de Dios, porque no observa el
sábado". Otros replicaban: "¿Cómo un pecador puede hacer semejantes signos?". Y
se produjo una división entre ellos.
Entonces dijeron nuevamente al ciego: "Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos?".
El hombre respondió: "Es un profeta".
Sin embargo, los judíos no querían creer que ese hombre había sido ciego y que
había llegado a ver, hasta que llamaron a sus padres
y les preguntaron: "¿Es este el hijo de ustedes, el que dicen que nació ciego? ¿Cómo
es que ahora ve?".
Sus padres respondieron: "Sabemos que es nuestro hijo y que nació ciego,
pero cómo es que ahora ve y quién le abrió los ojos, no lo sabemos. Pregúntenle a
él: tiene edad para responder por su cuenta".
Sus padres dijeron esto por temor a los judíos, que ya se habían puesto de acuerdo
para excluir de la sinagoga al que reconociera a Jesús como Mesías.
Por esta razón dijeron: "Tiene bastante edad, pregúntenle a él".
Los judíos llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: "Glorifica a
Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador".
"Yo no sé si es un pecador, respondió; lo que sé es que antes yo era ciego y ahora
veo".
Ellos le preguntaron: "¿Qué te ha hecho? ¿Cómo te abrió los ojos?".
El les respondió: "Ya se lo dije y ustedes no me han escuchado. ¿Por qué quieren
oírlo de nuevo? ¿También ustedes quieren hacerse discípulos suyos?".
Ellos lo injuriaron y le dijeron: "¡Tú serás discípulo de ese hombre; nosotros somos
discípulos de Moisés!
Sabemos que Dios habló a Moisés, pero no sabemos de donde es este".
El hombre les respondió: "Esto es lo asombroso: que ustedes no sepan de dónde es,
a pesar de que me ha abierto los ojos.
Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero sí al que lo honra y cumple su
voluntad.
Nunca se oyó decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento.
Si este hombre no viniera de Dios, no podría hacer nada".
Ellos le respondieron: "Tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres darnos lecciones?". Y
lo echaron.
Jesús se enteró de que lo habían echado y, al encontrarlo, le preguntó: "¿Crees en
el Hijo del hombre?".
El respondió: "¿Quién es, Señor, para que crea en él?".
Jesús le dijo: "Tú lo has visto: es el que te está hablando".
Entonces él exclamó: "Creo, Señor", y se postró ante él.
Después Jesús agregó: "He venido a este mundo para un juicio: Para que vean los
que no ven y queden ciegos los que ven".
Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: "¿Acaso también nosotros
somos ciegos?".
Jesús les respondió: "Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado, pero como
dicen: 'Vemos', su pecado permanece".
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Efrén (v. 306-373), diácono en Siria, doctor de la Iglesia
Comentario al Diatessaron, 16, 28-31
« Yo he venido a este mundo para un desafío: para que los que no ven
puedan ver»
<< Hizo barro con su saliva y la aplicó sobre los ojos del ciego>>Y la luz ha
brotado de la tierra, como al principio, como cuando... la tiniebla lo cubría todo y le
ordenó a la luz que surgiera de la oscuridad (Gn 1,2-3). Por lo tanto curó un defecto
que existía después del nacimiento, para mostrar que Él, da la mano acabando
aquello que falta a la naturaleza. Era bueno que le diera la mano a aquellos que
había formado en la creación al principio. Y como nos negamos a creer que Él era
anterior a Abraham (Jn 8,57), Él ha probado por sus obras que es el Hijo de Aquel
que, de su mano, << forma de tierra al primer Adán>>. (Gn 2,7).
Él hace esto para aquellos que buscan milagros a fin de creer: "Los judíos buscan
milagros" (1Co 1,22). No es la piscina de Siloé lo que ha abierto los ojos del ciego,
como no son las aguas del Jordán las que purifican a Naamán (2R 5,14): es el poder
del Señor el que lo hace todo. Por lo tanto, no es el agua de nuestro bautismo, sino
el nombre de la Trinidad que se pronuncia sobre ella lo que nos purifica. << Él frotó
sus ojos con barro>>, con el fin de que los fariseos limpien la ceguera de su
corazón...
Aquellos que vieron la luz material estaban conducidos por un ciego que vio la
luz del espíritu; y, en su noche, el ciego estuvo conducido por aquellos que veían
externamente, pero eran espiritualmente ciegos.
El ciego ha lavado el barro de sus ojos, y se ha visto a sí mismo; otros han
lavado la ceguera de su corazón, y se han examinado a sí mismos. De este modo,
abriendo exteriormente los ojos de un ciego, nuestro Señor abre secretamente los
ojos de muchos otros ciegos... En estas pocas palabras del Señor están escondidos
tesoros admirables, y en esta curación, fue esbozado un símbolo: Jesús, hijo del
Creador.
“servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”