Tiempo y Eternidad
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José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
La resurrección
La resurrección de Lázaro es uno de los milagros más asombrosos del
evangelio. Cuando Jesús llegó a Betania, Martha y María le advierten al
Maestro que su hermano Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Curar
enfermos y multiplicar los panes hasta cierto punto resulta inteligible, ¡pero
resucitar muertos! Lo interesante es que no fue un hecho aislado, sino que
también resucitó a la hija de Jairo, una niña de 12 años de edad y al hijo de la
viuda de Naím. En las tres ocasiones Jesús los resucita con plena seguridad y
mandando sobre la muerte: “Niña, a ti te hablo, levántate! Lázaro, ¡sal fuera!
La resurrección de Lázaro nos incumbe por dos motivos: el primero porque
tarde o temprano moriremos y el segundo, porque no será un morir absoluto, la
aniquilación total de nuestro ser como sucede con los animales, sino que
nuestro espíritu pervivirá por ser incorruptible. Nos interesa saber cómo será
esto ya que a la muerte llegamos solos, sin nadie que nos acompañe, no
existen guías turísticas ni estará Caronte para atravesarnos en su barca por el
módico precio de un óbolo.
En el cielo no hay comunismo
“Está decretado que los hombres mueran una sola vez y después de lo cual
vendrá el juicio” (Heb 9,27). En el juicio cada uno rendirá cuenta a Dios de sus
propios actos” (Rom. 14,12). San Pablo zanja de un plomazo cualquier vestigio
de metempsicosis, de teoría reencarnacionista o de transmigración de las
almas como lo muestra erróneamente la película Avatar . Nada de andar
incursionando en otros cuerpos, la vida es una y se vive una sola vez, por eso
hay que aprovechar cada instante porque el minuto que pasa, no vuelve. Cada
instante es una oportunidad para amar. El tiempo es un talento que debemos
hacer producir. El Papa Benedicto XVI en su encíclica Spe Salvi no. 44 nos
deja claro que en el cielo no hay comunismo y que cada uno recibirá el premio
de acuerdo a los méritos alcanzados. “El juicio no es una imagen terrorífica,
sino una imagen llena de esperanza porque nos asegura el triunfo de la justicia.
Dios es justicia y crea justicia”.
Recibiré según los méritos
Jesús resucita a Lázaro para mostrarnos que tiene el poder sobre la vida y la
muerte. En el último día nos llamará por nuestro nombre y nos mandará salir
del sepulcro. Lo confirma con su propia resurrección: “Tengo poder para
entregarla y poder para recobrarla de nuevo” (Jn 10,18). Esta realidad nos hace
vivir con responsabilidad, con sentido de eternidad, conscientes de que mis
actos no son indiferentes ante Dios. Seré premiado de acuerdo a los méritos
adquiridos por el amor, la justicia y la verdad.
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