Martes 19 de Abril de 2011
Martes Santo 2011
Isaías 49, 1-6
Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: Estaba yo en el vientre, y el
Señor me llamó en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca
una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida,
me guardó en su aljaba y me dijo: "Tu eres mi esclavo (Israel), de quien estoy
orgulloso".
Mientras yo pensaba: "En vano me he cansado, en viento y en nada he
gastado mis fuerzas", en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía
mi Dios.
Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que
le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel, -tanto me honró el Señor y mi Dios
fue mi fuerza-. Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y
conviertas a los supervivientes de Israel: te hago luz de las naciones, para que mi
salvación alcance hasta el confín de la tierra.
Salmo responsorial 70
R/Mi boca contará tu auxilio
A ti, Señor, me acojo: / no quede yo derrotado para siempre; / tú que eres
justo, / líbrame y ponme a salvo, / inclina a mí tu oído, y sálvame. R.
Sé tú mi roca de refugio, / el alcázar donde me salve, / porque mi peña y mi
alcázar eres tú./ Dios mío, líbrame de la mano perversa. R.
Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza /Y mi confianza, Señor, desde mi
juventud. / En el vientre materno ya me apoyaba en ti, / en el seno, tú me
sostenías. R.
Mi boca contará tu auxilio, / y todo el día tu salvación. / Dios mío, me
instruiste desde mi juventud, / y hasta hoy relato tus maravillas. R.
Juan 13, 21-33. 36-38
En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo: Os aseguro que uno
de vosotros me va a entregar.
Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo
decía. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, estaba a la mesa a su derecho.
Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces el,
apoyándose en el pecho de Jesús, le pregunto Señor: ¿quién es?
Le contestó Jesús: Aquél a quien yo le dé este trozo de pan untado. Y
untando el pan se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró
en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: Lo que tienes que hacer hazlo en seguida.
Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba
la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la
fiesta o dar algo a los pobres.
Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando
salió dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él
(Si Dios es glorificado en el, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo
glorificará).
Simón Pedro le dijo: Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: Adonde yo voy
no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde. Pedro replicó: Señor,
¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti. Jesús le contesto: ¿Con
que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas
negado tres veces.
COMENTARIOS
El anuncio de Jesús sobre la traición inminente desconcierta a sus discípulos.
Pedro pide al discípulo a quien Jesús quiere que le pregunte quién va a ser el
traidor, y Jesús le dice cómo va a identificarlo: en señal de amistad ofrece a Judas
un trozo de pan.
El propósito de Jesús no es denunciar al traidor ni delatarlo delante de sus
compañeros, sino ofrecerle la última oportunidad de arrepentirse. La tentativa de
Jesús fracasa. Judas se obstina. Jesús manifiesta su total respeto por la libertad
humana, a costa de su propia vida.
El amor de Jesús es un amor que no juzga, que no conoce límites, que se
extiende al enemigo mortal, que no fuerza a nadie, que desiste de la posibilidad de
rechazarlo. Para quien está con Jesús no hay enemigos que delatar. Hay vidas que
entregar libremente para que sea posible el Reino. Fruto de esta entrega es el don
del Espíritu de Dios que da al ser humano la capacidad de amar sin límites,
haciéndolo así plenamente humano, al estilo de Jesús.
Juan Alarcón, s.j.
(Extracto de servicios KOINONÍA)