JUEVES SANTO
Padre Pedrojosé Ynaraja
Hoy es un día repleto de recuerdos que, para los que gozamos del don de la Fe,
sabemos que nos enriquecen al máximo. El gesto de Jesús lavando los pies a los
Apóstoles, a ellos, como pudiera hacerlo a cualquiera de nosotros, es
impresionante. Es una expresión suprema de humildad y servicio, hacerlo era cosa
propia de los servidores de más baja condición. Por cierto ¿Cómo reaccionaríamos
si de repente se nos apareciera el Señor y nos dijera: vengo a lavarte los pies?
¿Qué le contestaríamos?
Pronuncia esta noche un largo y denso discurso que no improvisó. No se puso a
hablar como tantos hacen, sin decir nada. Lo tenía pensado el Padre desde la
eternidad y se lo había encargado que nos lo trasmitiera, en muchos momentos, es
su testamento espiritual y nosotros los afortunados herederos. ¿Sabemos lo que
hemos recibido gratuitamente de Él?
Las acciones que reflejan las lecturas se refieren a hechos de gran importancia. La
primera recuerda la Pascua judía, la celebración de la liberación del Israel esclavo
en Egipto. La segunda, la lectura de San Pablo a los fieles de la ciudad de Corinto,
es la narración escrita más antigua de la institución de la Eucaristía. Según análisis
reciente, reconocido por el mismo Papa, en su condición de teólogo, fue el martes
de aquella semana que, ante el asombro de los Apóstoles, Jesús que les hablaba de
Pascua, sin que estuvieran ellos provistos del emblemático e imprescindible
cordero, sacrificado ritualmente por los levitas en el Templo, tomó un simple pan,
alimento cotidiano e imprescindible de un habitante de la cuenca del Mediterráneo,
y les comunicó que aquello era el nuevo cordero, la nueva pascua, la definitiva. Les
invitó a comerlo para entrar en comunión, no con antiguos acontecimientos, sino a
alimentarse de Él mismo, pues aquello era su cuerpo.
Con la copa hizo algo semejante. Deberían olvidar la sangre animal con que
anualmente rociaban las jambas de sus puertas, señalando que debía pasar de
largo el espíritu maligno. Aquel vino era su sangre, la derramaría dentro de poco,
pero ahora, se lo adelantaba a ellos sus predilectos amigos, la debían beber con Fe,
aunque no entendieran nada. Él estaba comprometido y presente en estos dones
pascuales, ellos al consumirlos se enriquecían y comprometían con Él.
Estaba con los suyos, pero no excluía a los demás predilectos, no nos excluía a
nosotros, de aquí que les encargó que lo trasmitieran posteriormente, que nos
llegara, que nos empapáramos del misterio que escondía sin engañar, que
satisfacía sin empacho. Comieron y bebieron anticipadamente, lo que se
consumaría en el Calvario. Comemos y bebemos nosotros posteriormente, lo que Él
concluyó en el Gólgota. Tampoco, como les ocurrió a ellos, lo entenderemos. En
todo acto de Amor generoso, se esconde siempre el misterio. La satisfacción
interior brota de la confianza, de la fidelidad, que siempre implica un riesgo.
Comulgar siempre es atreverse, poco a poco vamos convenciéndonos y nos ilusiona
hacerlo porque es un encuentro más íntimo y enriquecedor que cualquier unión
humana, por apretada que sea.
Llegados a este punto, estaremos de acuerdo con San Pablo que inspirado por Dios
nos recuerda que la situación en la que nos encontramos, es una aventura que nos
compromete, la aventura nuestra con Jesús. La aventura de Jesús en nosotros.
Felicitémonos y contagiemos Esperanza.
Padre Pedrojosé Ynaraja