Jueves Santo en la Cena del Señor
“Los amó hasta el extremo”
Varios son los gestos y acciones de Jesús que realiza en la Última Cena.: lavatorio
de los pies, institución de la Eucaristía y del sacerdocio, mandamiento nuevo. Todo
ello en un lima de amor “hasta el extremo”. Ante esta realidad, que nos desborda,
sólo una actitud de contemplación agradecida es la que debemos adoptar. De todo
lo que hoy celebramos se ha hablado mucho, y no es el momento de volver sobre lo
mismo, sino de caer en la cuenta de que el Jueves Santo está cargado de
significación eclesial, lo que nos hará adentrarnos más y mejor en todo lo que se
nos ofrece. La fe cristiana es ciertamente algo personal. Cada uno de nosotros tiene
que ser seguidor de Cristo, cuyos ideales y comportamiento iluminan y orientan
nuestra vida. Con las actitudes personales de un amor sin límites, con todo lo que
implica: servicio, perdón y todo aquello que Jesús comprendía cuando hablaba de la
necesidad de ser perfectos como el Padre celestial. Sin embargo, la fe cristiana no
es cuestión simplemente personal, individual. Jesús quiso que fuéramos sus
seguidores en comunidad. Por eso somos Iglesia. El marco de toda la celebración
de este día del amor es el estar sentado alrededor de una misa para comer juntos
la Cena Pascual convocados y reunidos por Jesús. Nosotros celebramos, con
especial solemnidad, la Cena del Señor, el sacramento de la fraternidad,
congregados por el memorial del Señor que muere y resucita y que ha querido que
seamos la Iglesia. La Eucaristía hace la Iglesia, decían los santos Padre. El lavatorio
de los pies, sacramento del servicio, oficio de esclavos, nos enseña que en la
comunidad, si se quiere de verdad vivir en comunión, el servicio a los demás ha de
ser la actitud que impulse las relaciones fraternales. Los dones, las gracias que
cada uno recibe han de estar puestas al servicio de los demás, y que nadie se
considere superior al otro. “Vosotros debéis lavaros los pies unos a otros os he
dado ejemplo para que lo que he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis”.
El servicio nos une, nos iguala y nos hace ser testigos de una realidad que salva. La
Eucaristía es la expresión y la realidad más fuerte para forjar la comunidad. Es una
comida que congrega y une con Cristo y con los demás; es un mismo pan del que
todos, por igual, participan; es un mismo cáliz del que todos beben, sin distinción,
la misma salvación. San Pablo lo afirma claramente: “Como hay un solo pan, aun
siendo muchos formamos un solo cuerpo, pues todos participamos de se único pan”
(1 Cor 10, 17). La institución del sacerdocio. Cristo quiso hacerse presente de una
manera especial para congregar a sus seguidores. El, Cabeza del Cuerpo, escoge a
miembros de la comunidad que, por la gracia del Espíritu, han de actuar en la
misma representando a Cristo Cabeza en actitud de servicio en orden a la comunión
y a la misión de implantar el Reino. El mandamiento del amor: “que os améis unos
a otros; igual que yo os he amado” (Jn 13, 34). Es el secreto de la comunidad
porque es la fuerza de la comunión. El amor une, compromete, estimula, ayuda al
servicio y a la entrega, y es el gran testimonio que han de dar los seguidores de
Jesús. Amor, no sólo individual, sino amor entre los hermanos, para ser
reconocidos como discípulos suyos (cfr. Jn 13, 35). El significado eclesial del Jueves
Santo subraya más lo que hoy celebramos, un amor hasta el extremo con
manifestaciones que nos comprometen a una respuesta generosa y comunitaria
para ser testigos de ese amor tan grande en nuestro mundo.
Joaquin Obando Carvajal