COMENTARIO A LA LITURGIA DEL DOMINGO
V Domingo de Cuaresma, Ciclo A
Hemos llegado al quinto domingo de la Cuaresma. La liturgia de la Palabra
en este Ciclo A nos propone para la reflexión el capítulo 37 del Libro del
Profeta Ezequiel; el capítulo 8 de la Carta del Apóstol san Pablo a los
Romanos, y el capítulo 11 del Evangelio según San Juan. El Salmo
responsorial es el 129: “Del Seor viene la misericordia, la redencin
copiosa”.
Este domingo, que antecede a la semana santa, la Iglesia nos presenta para
nuestra reflexión la meditación sobre la muerte y la resurrección, sobre la
gran promesa de Dios de concedernos la vida eterna cuando aceptamos en
nuestra vida su misericordia, cuando abrimos nuestro corazón a su gracia, a
su Espíritu. Porque cuando estamos lejos de él, significa estar muertos,
como quienes están en los sepulcros, según dice la primera lectura, significa
estar en la carne con sus pecados, como lo expresa Pablo a los Romanos,
significa oler mal, por estar inmersos en la muerte, como estaba Lázaro
después de cuatro días de haber fallecido. El profeta, el apóstol y Cristo nos
hablan de lo negativo que es estar lejos de Dios, y ese discurso lo proclama
hoy la Iglesia para llamarnos la atención sobre nuestra vida, sobre cómo la
estamos llevando, y mostrarnos la esperanza de salir de las situaciones
negativas y de pecado en las que podamos estar porque la gracia y la
misericordia de Dios se derraman abundantemente en este tiempo que nos
prepara para la Pascua.
San Pablo escribe a los Romanos que los que están en la carne no pueden
gradar a Dios. Estar en la carne, según la perspectiva bíblica, es estar con
las cosas del mundo, con sus pecados. Significa que nos dejamos arrastrar
por las bajezas de la tentación y sucumbimos porque pensamos que con las
solas fuerzas humanas podremos vencer al enemigo. Pero Pablo nos
consuela porque dice que nosotros no estamos en la carne, sino en el
espíritu, porque el Espíritu de Dios habita en nosotros. El Espíritu de Dios lo
hemos recibido en el bautismo y se nos ha dado de manera plena en la
confirmación, y cada vez que participamos de algún sacramento se renueva
esa gracia y esa presencia de Dios en nosotros. Por eso es tan importante
aprovechar este tiempo de Cuaresma para acercarnos a los sacramentos,
especialmente en el de la reconciliación, donde la misericordia de Dios se
derrama sobre nosotros, como el agua, para limpiarnos de las manchas del
pecado.
El profeta Ezequiel, unos seis siglos antes de Cristo, pronuncia estas
palabras como salidas de la boca de Dios: “Yo mismo abriré sus sepulcros, y
les haré salir de sus sepulcros, pueblo mío, y los traeré a la tierra de Israel”.
Es una profecía que prácticamente tiene su cumplimiento en la resurrección
de Lázaro, que después de estar cuatros días en el sepulcro, que estaba
tapado con una losa, Jesús manda a abrir para obrar la maravilla de la
renovación de la vida. Lázaro, ya olía mal, como dice su hermana Martha,
pero Jesús manifiesta que se si se cree en él, la muerte no tiene poder sobre
el ser humano. Lázaro, era amigo de Jesús, el Señor tenía a su familia como
la suya, y de hecho lloró al llegar a su sepulcro y compartir el dolor de la
familia. Pero ante todos demostró que era el Mesías, que era el enviado de
Dios, y con el poder del Altísimo hizo vencer la muerte que ya dominaba
sobre aquél cuerpo, con cuatro días de corrupción. Muchos podemos estar
en esta situación de Lázaro, tal vez no con cuatro días de sepulcro sino con
meses, inclusive años, si no nos confesamos, si hemos abandonado a Dios,
si hemos caído en el pecado y no nos hemos levantado. Podemos estar en la
inmensa podredumbre de los sepulcros antiguos, con la muerte reinando
sobre los restos mortales. Pero aún así, el poder de la misericordia de Jesús
es inmensamente mayor, y el que venció a la muerte con su resurrección,
también tiene el poder de devolvernos la vida perdida por el pecado. La
Cuaresma es el tiempo del reencuentro con el Señor, de volver a sus
sendas, de recuperar la vida en el espíritu que el maligno nos ha quitado con
el pecado.
Te invito hermano, hermana que me escuchas a que aproveches este poco
tiempo que todavía que de la Cuaresma para que te acerques al sacramento
de la reconciliación y comiences a resucitar a la vida de Dios,
experimentando la gracia que Dios da cuando nos arrepentimos de nuestros
pecados.
Fuente: Radio vaticano. (con permiso)