Comentario al evangelio del Sábado 16 de Abril del 2011
UNA SEMANA SANTA CON PERSPECTIVA Y SENTIDO
En vísperas ya de la Semana Santa, es el momento de reunir fuerzas, de recoger todo el trabajo
de la Cuaresma, de motivarnos y plantearnos cómo queremos vivir estos días. La oración personal
tiene una especial relevancia, de modo que, quizá por las vacaciones, los viajes y las actividades mil
que nos invaden estos días, no se nos pase todo más superficialmente de lo que quisiéramos. Preparar
(nos) para las distintas celebraciones, procesiones, tradiciones, etc, y reservanos algún espacio
contemplativo para profundizar en los densos y ricos contenidos de cada uno de los días.
Tengo a veces la impresión de que vivimos los días de la Semana Santa con un subrayado del
dolor, el sacrificio, la cruz... a los que falta la debida perspectiva pascual. Nos impresiona mucho todo
lo que le ocurre a Jesús estos días, y se nos llama a menudo a sentirnos pecadores, responsables de
alguna manera de aquellos lamentables hechos, a fijarnos en el dolor de Jesús y su Madre... pero
olvidamos (o no tenemos suficientemente en cuenta) que todo esto que «celebramos» y actualizamos
adquiere su sentido y justificación desde la Resurrección de Jesús.
Y que no podemos separar lo que le ocurre a Jesús estos días, de todo el resto de su vida: que su
Pasión es consecuencia de su mensaje, sus opciones de vida, su proyecto Salvador. Y que lo que nos
salva es su amor, su entrega, su obediencia... y no tanto la «cantidad» de dolor y sufrimiento que tuvo
que pasar los últimos días.
Y que volcarnos en las celebraciones de la Semana Santa y echar lo mejor de nosotros mismos
en acompañar al Señor en su Pasión... para que el día de Pascua pase medio inadvertido, es no estar
bien orientados. Añadamos que no sería muy justo vivir estos días sólo como un acontecimiento
histórico que le ocurrió hace la tira de siglos al Hijo de Dios... sin caer en la cuenta que el Hijo de Dios
vive HOY en los hijos de Dios situaciones similares de pasión, condena, rechazo y muerte.
Por eso hoy quisiera resaltar de la lectura profética toda esa colección de verbos de futuro, de
promesas, de regalos que Dios libremente quiso y quiere hacernos con la Alianza que Jesús sellará en
el altar de la cruz. Podemos repasar, contemplar y «masticar» todos esos verbos y sustantivos que
tienen a Dios como actor principal: recogeré, congregaré, repatriaré, uniré en un solo pueblo, libraré,
purificaré, habitarán, vivirán para siempre, alianza de paz, serán mi pueblo, estableceré, multiplicaré,
podré en ellos mi santuario, mi morada... De modo que se despierte la ilusión y el deseo y la esperanza
en nuestro corazón al saber que somos destinatarios inmerecidos de todo esto, porque Dios nos ama sin
condiciones, tanto, que nos entrega a su Hijo para nuestra salvación. Y que todo esto será
especialmente verdadero (y renovado) en la Mañana de Pascua. Que el Hijo de Dios morirá por el
pueblo, y para reunir a los hijos de Dios dispersos.
En este Sábado en que la Iglesia suele recordar con cariño a su Madre, podemos pedir a «la
Virgen de los Dolores Esperanzados» que nos ayude a guardar todos estos acontecimientos en el
corazón. Que nos ayude a vivir nuestras noches oscuras con la confianza puesta en el Padre que nos
ama, aunque no entendamos mucho. Que nos enseñe a estar, como hermanos y como Iglesia, al lado de
todos los crucificados e hijos de Dios sufrientes, que necesitan de nuestra mirada, nuestra cercanía,
nuestra presencia... y nuestro compromiso, para que los de siempre dejen de salirse con la suya para
mantener sus ventajas políticas, sociales, económicas... a costa de los más pequeños y débiles. Que ella
nos guíe para que busquemos y encontremos a Jesús, que sí, un año más, «vendrá a la fiesta».
Enrique Martínez, cmf
Enrique Martinez cmf