Comentario al evangelio del Miércoles 20 de Abril del 2011
Queridos amigos y amigas:
Hace varios años que el filósofo judío Levinas me ayudó a caer en la cuenta de lo que significa el
rostro humano. Es la parte de nuestro cuerpo que nosotros nunca podemos ver directamente y que los
demás ven. Más aún: el rostro es como una concentración de nuestro cuerpo entero para los demás.
Son los demás quienes nos dicen: “Te veo hoy con mala cara” o “Tienes buena cara”. Nuestro rostro
es la ventana por la cual se comunica lo que somos. Comunican nuestros ojos y comunican nuestros
labios. Una frente fruncida es señal de preocupación. Unos labios apretados indican rabia. Una sonrisa
transmite alegría.
Si el rostro es un concentrado de humanidad, (qué fuerza adquieren las palabras del profeta Isaías: No
oculté el rostro a insultos y salivazos! O las del salmo 68: La vergüenza cubrió mi rostro.
Durante los próximos días vamos a contemplar de cerca el rostro de Jesús. No sé si se parece al que
muestran los iconos ortodoxos o al que han pintado artistas como Velázquez, El Greco o Dalí. Lo que
sí sé es que su rostro es como un mapa en el que están registrados los gozos y sufrimientos de todos los
hombres.
En vísperas de su muerte, el rostro de Jesús resume la entera trayectoria de su vida terrena: sus largos
años de “laboratorio nazareno” y sus pocos meses o años de itinerancia misionera por tierras de
Galilea y de Jerusalén.
)Cómo veían el rostro de Jesús sus discípulos cuando le preguntaban, uno tras otro, incluido Judas, la
pregunta del millón: ¿Soy yo acaso, Señor? )Verían preocupación, rabia, frustración, derrota? ) O
verían un rostro luminoso, sobrecargado de amor en cada una de sus millones de células?
Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro. Esta es la súplica que brota en un día como hoy en
el que millones de personas se ponen en camino hacia los lugares donde van a pasar los días del triduo
sacro.
¿Se puede vivir el triduo sacro estando de vacaciones? ¿Se ha convertido la Semana Santa en un simple
período vacacional, salpicado con algún rito folclórico religioso a modo de relleno para tranquilizar la
conciencia?
Podemos vivir el triduo sacro en cualquier lugar ... con tal de que no tengamos miedo a buscar y
contemplar el rostro de Cristo. No importa tanto el lugar cuanto el coraje de dirigir nuestros ojos a ese
rostro cubierto de insultos y salivazos y, sin embargo, hermoso, radiante, perdonador. Ese rostro se
muestra en la liturgia de la Iglesia y en las personas sufrientes que, sin duda, iremos encontrando. Por
mucho derecho que tengamos al descanso, no podemos mirar en otra dirección, porque en el familiar
con problemas o en el que nos sirve en un hotel podemos descubrir al Cristo que sigue sufriendo hoy.
Volver la espalda a esos rostros tan reales es volver la espalda al Cristo que nos mira.
Oculi nostri ad Dominum Jesum canta la liturgia. Nuestros ojos están vueltos al Señor Jesús. Ojalá
podamos aguzar la vista para contemplar este rostro en cualquier lugar en el que nos encontremos
durante los próximos días.
Ciudad Redonda