Comentario al evangelio del Domingo 24 de Abril del 2011
Cristo, sabemos que estás vivo
1.- Este es nuestro día
“Alégrese nuestra Madre la Iglesia, revestida de luz tan
brillante”, canta el pregón pascual. “Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro
gozo”, proclama la liturgia. Sí, hoy es nuestro día más grande. Es la Pascua de las Pascuas: “Resucitó
Cristo, nuestra esperanza”. Lo revela la llama del Cirio Pascual, nos lo recuerda el agua bautismal, nos
lo canta el aleluya.
Tanta efusión es necesaria para estar a tono con este Día de Resurrección. (Serían una pena que, como
a veces acontece, nos quedáramos anclados en los Cristos dolientes del Viernes Santa). Esta Pascua es
la hipérbole del amor de Dios; por eso hay que exagerar la alegría. Era el primer día de la semana, al
primer albor, la primera vez que salía el sol en un domingo, era el primer domingo de la historia. Hoy
es el Día del Señor, porque Cristo ha resucitado. La Resurrección de Cristo es el eje de nuestra fe. “Si
Cristo no ha resucitado, somos los más desgraciados de los hombres” aclara San Pablo.
Porque Jesús no fue devorado por la muerte, nuestra vida tiene un horizonte de salida y de esperanza.
Porque el hombre sigue preguntándose: ¿Qué hay detrás de la puerta de la muerte? ¿Sólo el vacío y la
nada? ¿O habrá algo o Alguien que nos espere al final del camino? ¿Y los míos que se fueron me
seguirán queriendo? ¿Y cómo explicar el dolor y el sufrimiento de tanta gente inocente? Preguntas tan
legítimas, tan humanas.
2.- Sólo la fe de tantos testigos
Por encima de los desajustes en la narración de los hechos, según los diferentes evangelistas, hay una
realidad clara: Cristo, el Crucificado, ha resucitado. Sólo por el testimonio de los que creyeron, sólo
por la fe, lo creemos, lo sentimos y vivimos.
Desfilan muchos testigos. En primera fila, las mujeres. Los discípulos abandonan a Jesús, y, mientras,
María la Magdalena, María, la de Santiago y Salomé son las testigos fieles. Siempre, el mismo
recorrido de fe: van a embalsamar a un muerto, no al encuentro con el resucitado. Luego, llega el
estupor y el miedo, ante el anuncio “¿Buscáis al Crucificado? Ha resucitado”. Mientras esperaban la
confirmación de la muerte de Jesús, les asombran con la noticia de que está vivo. Jesús sale al
encuentro y les dice “Id y anunciad a los hermanos”. Finalmente, llenas de fe, van corriendo a contarlo
a los apóstoles… “¡Pero ellos creyeron que era un delirio!”. Qué feliz camino espiritual; de la depresión
sin esperanza a ese gozo que, de tan grande, necesita comunicarse.
La Resurrección de Jesús no es un milagro, es un misterio. Porque resucitar no es “volver a la vida”,
como Lázaro. Resucitar es entrar en una vida nueva, es dejar el tiempo por la eternidad. En Jesús, la
Muerte y la Resurrección son dos puntos de una misma trayectoria: muere para resucitar; resucita
desde la muerte. Jesús es “el viviente”.
Lo bueno es que Jesús sigue resucitando. Él es la primicia para los que mueren. Los que mueren en
Cristo resucitan con Cristo. En la vida y en la muerte somos del Señor. Que nadie dude. Que todos
profesen tanta dicha.
3.- Listos para resucitar
Alegría
Desde que Cristo resucitó, el apellido de los cristianos es la alegría. “Peca quien en este día (domingo)
está triste” (Didascalia). Es cierto que el dolor y la muerte surcan todos los caminos de la vida. Pero
siempre nos acompaña la esperanza. El gozo en el dolor tiene el nombre de paz y de consuelo; con
Jesús, se liman las aristas y se elimina el desgarro ante el sufrimiento. No somos fanáticos: tenemos
pena y lloramos la muerte de los nuestros, pero disponemos del bálsamo de la esperanza. Sintiendo a
Jesús resucitado, podemos seguirle “hasta la muerte”, porque sabemos dónde acaba.
Es domingo
Domingo y Resurrección van siempre de la mano. Por este domingo son domingo todos los domingos
del año, y no es un juego ligero de palabras. La Eucaristía del “Día del Señor” es la presencia entre
nosotros del Resucitado. Desde el tiempo de los apóstoles en el “primer día de la semana” nos
reunimos “para la fracción del pan”. ¿Quién llamó precepto a lo que es impulso amoroso del corazón
creyente? También nosotros podemos decir, como Pedro” “comimos y bebimos con él después de que
resucitó de entre los muertos”. El domingo es para “endomingarse”, para la alegría, para el deporte,
para la familia, para la caridad.
Testigos de resurrección
Los que hemos resucitado con Cristo “buscamos las cosas de arriba”, estamos llamados a sembrar
resurrección: ponemos esperanza en el dolor, ponemos vida en la muerte, ponemos gozo en la pena. Si
creemos en Cristo Resucitado, nuestra vida es Pascua, es pasar de la muerte a la vida. “Como el grano
de trigo, que, al morir, da mil frutos. Como el ramo de olivo, que venció a la inclemencia. Como el sol,
que se esconde y revive en el alba”, resucita el cristiano y, a su paso, resucitan las cosas. (En el
atentado terrorista del 11 M en Madrid, junto a tanta muerte y tanto dolor, resucitó lo mejor que atesora
el corazón humano de bondad, de compasión, de entrega).
¿Es esto lo que queremos decir cuando afirmamos que somos testigos de la Resurrección del Señor?
Feliz Pascua
Foto Flickr
Conrado Bueno, cmf