¿Qué sería de nuestra vida sin la Eucaristía?
27/04/201
Evangelio
Del santo Evangelio según san Lucas 24, 13-35
El mismo día de la Resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo llamado
Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que
había sucedido.
Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con
ellos; pero los ojos de los dos discípulos estaban velados y no lo reconocieron. Él
les preguntó: «¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?».
Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único forastero que no
sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?». Él les preguntó: «¿Qué cosa?».
Ellos les respondieron: «Lo de Jesús el nazareno, que era un profeta poderoso en
obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y
nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron.
Nosotros esperábamos que Él sería el libertador de Israel, y sin embargo, han
pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas
mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al
sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían aparecido
unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros
fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres, pero a Él no lo
vieron».
Entonces Jesús les dijo: «¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para
creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías
padeciera todo esto y así entrara en su gloria?». Y comenzando por Moisés y
siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se
referían a Él.
Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, Él hizo como que iba más lejos; pero ellos
le insistieron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a
oscurecer». Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un
pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y
lo reconocieron, pero Él se les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: «¡Con
razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba
las Escrituras!».
Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron
reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: «De veras ha
resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón». Entonces ellos contaron lo que
les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Oración introductoria
Aunque estamos en tiempo pascual, la vida me presenta contrariedades que me
llevan a la actitud inicial de los discípulos de Emaús, por eso necesito reconocer el
amor infinito de tu Padre Dios en mi vida. Cristo Resucitado creo que Tú vienes hoy
a mi encuentro en esta oración para transformarme, cuento contigo.
Petición
Dame, Señor, un corazón abierto a tu gracia y sabiduría para reconocerte en mi
caminar por esta vida.
Meditación
«Toda comunidad revive esta misma experiencia en la celebración eucarística,
especialmente en la dominical. La Eucaristía, lugar privilegiado en el que la Iglesia
reconoce ‘al autor de la vida’, es ‘la fraccin del pan’, como se llama en los Hechos
de los Apóstoles. En ella, mediante la fe, entramos en comunión con Cristo, que es
‘sacerdote, víctima y altar’ y está en medio de nosotros. En torno a Él nos reunimos
para recordar sus palabras y los acontecimientos contenidos en la Escritura;
revivimos su pasión, muerte y resurrección. Al celebrar la Eucaristía, comulgamos a
Cristo, víctima de expiación, y de Él recibimos perdón y vida.
¿Qué sería de nuestra vida de cristianos sin la Eucaristía? La Eucaristía es la
herencia perpetua y viva que nos dejó el Señor en el sacramento de su Cuerpo y su
Sangre, en el que debemos reflexionar y profundizar constantemente para que,
como afirmó el venerado Papa Pablo VI, pueda ‘imprimir su inagotable eficacia en
todos los días de nuestra vida mortal’. (Benedicto XVI, 26 de abril de 2009).
Reflexión apostólica
«Acudir al Sagrario es ir a dialogar cordialmente con Cristo, el amigo incondicional y
fiel a su promesa que, con su presencia amorosa, acompaña a todos los hombres
en su peregrinar por la vida. En esos momentos entrañables a los pies de la
Eucaristía, Cristo, lleno de gracia y de verdad, ordena las costumbres, forma el
carácter, alimenta las virtudes, consuela a los afligidos, fortalece a los débiles,
invita a su imitación a todos los que se acercan a Él y llena a todos de gracias para
incrementar y santificar el Cuerpo Místico» (Manual del miembro del
Movimiento Regnum Christi , n. 244).
Propósito
Acercarme a recibir el Sacramento de la Eucaristía con especial fervor y
agradecimiento.
Diálogo con Cristo
Gracias Señor porque te has quedado conmigo en la Eucaristía. Ahí, ante el
Sagrario puedo rectificar lo que tengo que cambiar en mi vida para poder
convertirme en el apóstol que mi familia, la Iglesia y el Regnum Christi necesitan a
fin de que todos puedan conocer y experimentar el gran misterio de tu amor en la
Eucaristía.
«Sé dueño de ti mismo y mucha vida de Sagrario. Ahí encontrarás todo lo que
buscas. Él, Jesucristo, te ama y te ama con locura, por eso se quedó sacramentado.
Tú buscas cario, comprensin Ahí lo tendrás cumplidamente
( Cristo al centro, n. 832)