La Pascua es el regalo del amor de Dios. Disfrútala y comunícala.
Sábado 30 de Abril de 2011
Santoral: Pío V
Hechos 4,13-21 No podemos menos de contar lo que hemos visto y oído
Salmo responsorial: 117 Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste.
Marcos 16,9-15 Id al mundo entero y proclamad el Evangelio
Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María
Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus
compañeros, que estaban de duelo y llorando. Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo
había visto, no la creyeron. Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban
caminando a una finca. También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los
creyeron. Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en
cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto
resucitado. Y les dijo: "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación."
Desde los comienzos la palabra oral hace presente la palabra escrita y de ahí
el rico testimonio de quienes lo vieron, lo oyeron y dieron cabida a la verdad. Hoy
aquellos “miedosos” llenos de valor nos cuentan la verdad. Cristo ha resucitado.
Verdaderamente ha resucitado. Desde entonces, nadie se ha atrevido a negar esta
gran verdad.
Ahora, al igual que ayer, la misión es llevar y más que llevar, vivir el
evangelio a todos y para todos. Ya no hay cristianos de primera o de segunda.
Todos testigos. Todos anunciadores. Todos en camino. Esta Iglesia necesita más
que habladores, vividores del evangelio para que lo hagan vivir en todas partes.
Anunciarlo significa dejar al hombre viejo y hacerse nuevo. Significa
conversión y dedicación por el reino de los cielos. En otra palabra, es compromiso
serio y decidido.
A ese Dios que le vi morir en la cruz ahora lo llevo en mi corazón y lo
anuncio (Kerigma) con mayor alegría que nunca.
Los ciudadanos de una democracia moderna no deberían sufrir a causa de sus
convicciones religiosas. Nadie debería verse obligado a ocultar su religión para poder
disfrutar de los derechos humanos fundamentales, como la educación y el empleo.
(Juan Pablo II)
mrivassnchez@gmail.com