La divina Misericordia
Misericordia, palabra cálida, amable, generosa. Implica donación total sin
exigencias de retribución alguna. Tampoco reclama méritos en su
distribución. Simplemente da y da el corazón entero sin acepción de
personas, elevando y dignificando a quien la recibe, sólo pidiéndole que
amplíe su capacidad para recibir más y más. Misericordia, definición
exhaustiva de Dios.
Es el hoy, beato Juan Pablo II, quien ha instituido esta fiesta en la Iglesia
pidiendo que la celebremos en este segundo domingo de Pascua. Fue una
de sus debilidades, por no decir, su fortaleza, el anuncio, vivencia y
devoción por la Divina Misericordia. Comprender este secreto de su vida, es
descubrir el camino de su santidad.
Cuando el publicano se queda a la entrada del templo, rostro en tierra,
diciendo en susurro atronador: “Ten misericordia de mí”, nos revela el
rostro de Dios, nos abre su corazón. Se establece un equilibrio sano entre
santidad y pecado. Ni santidad farisaica que nos aleja de Dios. Ni complejo
de pecado en extremo que nos alejaría del perdón.
Es Pedro, en su segunda carta, quien nos revela el misterio de la
Misericordia. Misericordia que abre a la nueva vida, que hace renacer la
esperanza y restaura en nosotros el derecho a la herencia eterna que nos
había arrebatado el pecado. Así que Misericordia es vida plena en Dios,
esperanza y cumplimiento de las promesas de Dios para con su Pueblo. Tan
simple, pero tan profunda.
Cochabamba 01.05.11
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com