2° Domingo de Pascua A
Mayo 1 de 2011
P. Emilio Betancur Múnera
“ABRID LAS PUERTAS”
JUAN PABLO II
El Cristianismo es una buena noticia, un acontecimiento histórico que toca la vida
del hombre y la cambia; en razón a la muerte y resurrección de Jesús. A esta
irrupción se le llama Kerigma, al cambio conversión y a nuestra inducción a esta
vida nueva, Bautismo.
“Bendito sea Dios Padre de Nuestro Señor Jesucristo que en su gran misericordia,
por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de
nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura,
imperecedera que nos esta reservada en el cielo” (Primera Lectura)
Bautizados para creer
El Bautismo nos permite vivir la realidad de la muerte y resurrección de Jesús, es
repetir en nuestro cuerpo el misterio pascual de Jesús. Si Jesucristo no hubiera
resucitado todos seguiríamos en los mismos pecados. El ha ocupado nuestro lugar y
permitido que todos nuestros pecados los podamos dejar en la Cruz.
El Bautismo también nos permite creer que si Jesucristo ha resucitado también
nosotros resucitaremos en El.
La Resurrección es la garantía de que nuestros pecados han sido perdonados.
Jesucristo muerto y resucitado es el autor de la vida y del hombre nuevo, a lo que
aspira todo ser humano.
Nuevos espacios
Jesucristo con su pasión, muerte y resurrección ha roto las cadenas de nuestra
muerte y la esclavitud del pecado. Así derrumba también el muro que nos separa
de los demás e impide amar a los otros.
La muerte y resurrección le abre nuevos espacios al amor humano, lo rescata de
sus esclavitudes y falsos afectos: “Amaos los unos a los otros como yo os he
amado”, los hermanos eran constantes en escuchar las enseñanzas de los
apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Los
creyentes vivían unidos y tenían todas las cosas en común, vendían posesiones y
bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno” (Primera
Lectura)
Salvación y conversión
La salvación significa que la muerte, celos, envidias, orgullo, apego al dinero,
difamaciones, adulterios, corrupción, y la muerte última ha sido destruida en la
muerte y resurrección de Jesús.
La conversión es ponernos de cara a Dios como somos, con nuestras debilidades y
pecados. Ese es el primer signo de conversión y lo que más trabajo le cuesta al
hombre.
A Dios le interesa el arrepentimiento del hombre para encaminarlo hacia el futuro.
Solo sanando la historia podemos recuperar la felicidad.
La conversión requiere además la conciencia del amor de Dios que en la Cruz de
Jesucristo nos ama y en su cuerpo resucitado aparece con el signo de las heridas
que han sido curadas y ahora sólo aparecen cicatrices.
“Abrid las puertas”
No hay que cerrarle en esta pascua las puertas a Jesús para que no aumente el
miedo personal, familiar y social. El Resucitado pueda mostrarnos sus manos y
costado como signo de lo que nos puede ocurrir a cada uno si abrimos la puerta de
nuestra vida.
Sin abrir las puertas no podemos recibir la paz, “Paz a vosotros”.
Aceptemos el testimonio de los que en esta Pascua han visto y sentido a Jesús. Si
clonamos a Tomás no sabremos la alegría de recibir la paz en comunidad; así la
postura de Tomás sea obstinadamente honesta. El había dicho: “vamos también
nosotros a morir con Él” (Jn 11,16)
Tomás pudo haber sido, como nosotros, lento en su comienzo, pero la presencia de
la muerte y resurrección de Jesús le permitió decir lo que la Iglesia sigue repitiendo
como acto de fe de la presencia de Jesús en su vida “Señor mío y Dios mío”
Fue lo que Juan escribió en su evangelio para probar lo que Cristo puede hacer por
quien quiera, aceptar su muerte y resurrección
Abramos las puertas con la fe de Juan Pablo II.
Evangelio Juan 20, 19-31
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una
casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se
puso en medio y les dijo:
-«Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de
alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
-«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. »
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
-«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan
perdonados; a quienes se los retengais, les quedan retenidos. »
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.
Y los otros discípulos le decían:
-«Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó:
-«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero
de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó
Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
-«Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás:
-«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no
seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás:
-¡Señor Mío y Dios mío!
Jesús le dijo:
-¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los
discípulos. Estos se han escrito para que creás que Jesús es el Mesías, el Hijo de
Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Lecturas Bíblicas
Hechos de los apóstoles 2, 42-47
Salmo 117, 2-4. 13-15. 22-24
1 Pedro 1, 3-9
Juan 20, 19-31