Comentario al evangelio del Lunes 02 de Mayo del 2011
Estos días de Pascua celebramos la resurrección de Jesús. Pero también algo más. En torno a la
Pascua, en torno a la muerte y resurrección de Jesús, se produce otro acontecimiento enormemente
importante: el nacimiento de la iglesia. Los discípulos de Jesús que habían formado grupo en torno a él
y que se habían dispersado cuando llegó el momento de la pasión, se vuelven a reunir. Ahora los
convoca una experiencia nueva en su vida. No saben muy bien como expresarlo pero sienten, saben,
están convencidos, que Jesús está vivo.
Han sentido su presencia en su Galilea natal, allá donde escucharon por primera vez su voz. No es
un fantasma. No da miedo. Más bien les ha hecho sentir lo contrario. Se han sentido vivos, muy vivos.
Y han sentido en su corazón el recuerdo vivo de todo lo que pasaron con Jesús. Sus palabras se han
hecho nuevas en sus mentes y en sus oídos. Ahora todo tiene sentido. Jesús está vivo. Y ellos ya no son
como ovejas perdidas en la noche, asustados y atemorizados, buscando cada uno volver a la seguridad
de su pueblo natal.
Se han vuelto a reunir, se han mirado a los ojos unos a otros. Y han visto en los ojos de los otros la
confirmación de lo que cada uno ha experimentado: Jesús está vivo. La buena nueva del Reino se
convierte ahora en una urgencia como no la habían sentido nunca. Jesús está vivo. Es verdad. Se siente
como si hubieran nacido a una nueva vida. No tiene sentido volver a la barca y a las redes, ni al
telonio, ni a sus antiguas profesiones. Se siente familia en torno a Jesús. Se reúnen para compartir el
pan –como hizo Jesús con ellos tantas veces en su vida y sobre todo en aquella última cena que todos
recuerdan– y para hacer memoria de sus palabras y de las historias que les contaba. Ahora lo entienden
todo mejor.
Así nació la Iglesia. Un grupo de hombres y mujeres sintieron, conocieron, creyeron que Jesús
estaba vivo. Y en torno a ese recuerdo y a esa presencia se constituyó la iglesia, la primera comunidad
cristiana.
Es posible que Nicodemo estuviese con ellos. Se acordaría de aquella conversación que tuvo una
noche con Jesús. Entonces no entendió lo que significa nacer de nuevo. Ahora era diferente. Como si
se le hubiese abierto el entendimiento y el corazón de golpe. Jesús estaba vivo. Sentía la presencia
fuerte de su Espíritu. Y sentía que aquel Espíritu era para toda la humanidad. A la vez nació la Iglesia y
nació la misión. Fue el primer fruto de la Pascua.
Fernando Torres Pérez cmf