EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
II Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia
Libro de los Hechos de los Apóstoles 2,42-47.
Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y
participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones.
Un santo temor se apoderó de todos ellos, porque los Apóstoles realizaban muchos
prodigios y signos.
Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común:
vendían sus propiedades y sus bienes, y distribuían el dinero entre ellos, según las
necesidades de cada uno.
Intimamente unidos, frecuentaban a diario el Templo, partían el pan en sus casas,
y comían juntos con alegría y sencillez de corazón;
ellos alababan a Dios y eran queridos por todo el pueblo. Y cada día, el Señor
acrecentaba la comunidad con aquellos que debían salvarse.
Epístola I de San Pedro 1,3-9.
Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran
misericordia, nos hizo renacer, por la resurrección de Jesucristo, a una esperanza
viva,
a una herencia incorruptible, incontaminada e imperecedera, que ustedes tienen
reservada en el cielo.
Porque gracias a la fe, el poder de Dios los conserva para la salvación dispuesta a
ser revelada en el momento final.
Por eso, ustedes se regocijan a pesar de las diversas pruebas que deben sufrir
momentáneamente:
así, la fe de ustedes, una vez puesta a prueba, será mucho más valiosa que el oro
perecedero purificado por el fuego, y se convertirá en motivo de alabanza, de gloria
y de honor el día de la Revelación de Jesucristo.
Porque ustedes lo aman sin haberlo visto, y creyendo en él sin verlo todavía, se
alegran con un gozo indecible y lleno de gloria,
seguros de alcanzar el término de esa fe, que es la salvación.
Evangelio según San Juan 20,19-31.
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las
puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó
Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron
de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí,
yo también los envío a ustedes".
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos
a los que ustedes se los retengan".
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando
llegó Jesús.
Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". El les respondió: "Si no
veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los
clavos y la mano en su costado, no lo creeré".
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba
con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en
medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano:
Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe".
Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío!".
Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber
visto!".
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se
encuentran relatados en este Libro.
Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de
Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
Celebración Eucarística en sufragio de Juan Pablo II
Regina Caeli del 3 de abril de 2005, al día siguiente del entierro de Juan-Pablo II -
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"Les mostró sus manos y su costado"
Juan Pablo II había indicado el tema de la meditación del "Regina caeli" del II
domingo de Pascua, o domingo de la Misericordia divina. El 3 de abril, al final de la
misa en sufragio del Papa, presidida por el cardenal Angelo Sodano en la plaza de
San Pedro, el arzobispo monseñor Leonardo Sandri leyó el texto preparado, que
ofrecemos seguidamente.
Amadísimos hermanos y hermanas:
Resuena también hoy el gozoso aleluya de la Pascua. La página del evangelio
de san Juan que leemos hoy destaca que el Resucitado, al atardecer de aquel día,
se apareció a los Apóstoles y "les mostró las manos y el costado" (Jn 20, 20), es
decir, los signos de la dolorosa pasión grabados de modo indeleble en su cuerpo
también después de la resurrección. Aquellas heridas gloriosas, que ocho días
después hizo tocar al incrédulo Tomás, revelan la misericordia de Dios, que "tanto
amó al mundo que le dio a su Hijo único" (Jn 3, 16).
Este misterio de amor está en el centro de la actual liturgia del domingo in
Albis, dedicada al culto de la Misericordia divina.
A la humanidad, que a veces parece extraviada y dominada por el poder del
mal, del egoísmo y del miedo, el Señor resucitado le ofrece como don su amor que
perdona, reconcilia y suscita de nuevo la esperanza. Es un amor que convierte los
corazones y da la paz. ¡Cuánta necesidad tiene el mundo de comprender y acoger
la Misericordia divina!
Señor, que con tu muerte y resurrección revelas el amor del Padre, creemos
en ti y con confianza te repetimos hoy: ¡Jesús, confío en ti, ten misericordia de
nosotros y del mundo entero!
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