Acudir a la fuente del amor divino.
03/05/2011
Evangelio
Del santo Evangelio según san Juan 3, 13-17
En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo sino el Hijo del
hombre, que bajó del cielo y está en el cielo. Así como Moisés levantó la serpiente
en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que
crea en Él tenga vida eterna. «Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a
su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida
eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el
mundo se salvara por Él». Palabra del Señor.
Oración introductoria
Señor Jesús, viniste del cielo para salvarme. Levanto mis ojos y te miro
«levantado» en la cruz, derramando tu amor que quiero acoger en mi oración para
renacer espiritualmente. Concédeme que pueda percibir un poco más tu amor vivo
y verdadero.
Petición
Dios mío, dame la gracia de saber contemplar el misterio de la cruz.
Meditación
«Como recuerda el Catecismo de la Iglesia católica, al administrar el sacramento
del perdón y de la reconciliación, el presbítero actúa como ‘el signo y el instrumento
del amor misericordioso de Dios con el pecador’ (n.1465). Por tanto, lo que sucede
en este sacramento es ante todo misterio de amor, obra del amor misericordioso
del Señor.
‘Dios es amor’ (1 Jn 4,16): en esta sencilla afirmación el evangelista san Juan
encerró la revelación de todo el misterio de Dios Trinidad. Y en el encuentro con
Nicodemo, Jesús, anunciando su pasión y muerte en la cruz, afirma: ‘Porque tanto
amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único’ (…) ( Jn 3, 16). Todos necesitamos
acudir a la fuente inagotable del amor divino, que se nos manifiesta totalmente en
el misterio de la cruz, para encontrar la auténtica paz con Dios, con nosotros
mismos y con el prójimo. Sólo de esta fuente espiritual es posible sacar la energía
interior indispensable para vencer el mal y el pecado en la lucha sin tregua que
marca nuestra peregrinación terrena hacia la patria celestial» (Benedicto XVI, 16 de
marzo de 2007).
Reflexión apostólica
«El amor exige que toda la vida se oriente a la imitación del Amado, a amar lo que
Él ama y querer lo que Él quiere; participamos de su misión de glorificador del
Padre y salvador de almas, lo que nos pide hacer todo lo que esté a nuestro alcance
para dejar en nuestra vida una huella transparente del amor de Dios» (Manual del
miembro del Movimiento RegnumChristi , n. 150).
Propósito
Acercarme al sacramento de la Confesión para encontrar la auténtica paz con Dios.
Diálogo con Cristo
Señor, Tú me enseñas que la cruz es el único camino que me acerca
verdaderamente a Ti y que todos los demás son laberintos que me alejan de tu
corazón. A Ti que me miras con infinito amor desde la cruz, te pido que me
permitas acompañarte y colaborar contigo en la extensión de tu Reino.
«Cada hombre se entrega a Dios según su grado de amor a la cruz, para parecerse
y ser más como su maestro: Cristo Jesús»
( Cristo al centro , n. 1315).