III DOMINGO DE PASCUA, CICLO A
¡ESTÁ REUNIDO!
Padre Pedrojosé Ynaraja
Ciertas personas tienen por costumbre no contestar a las llamadas telefónicas que
reciben. Conectan el contestador automático y muchas de ellas olvidan
posteriormente escucharlo. Otras de gran rango, con secretaria personal adjunta,
nos dicen amablemente: no puede atenderle, está reunido. ¿Es este el proceder de
Jesús resucitado?
La primera lectura, si uno la analiza con criterios actuales, es un fatal error de
trasmisin de un mensaje. Ningún asesor le permitiría a un “mitinero” utilizar un tal
lenguaje. Hay que atraerse al gentío con palabras que les suenen bien a sus oídos,
para después hablarles de las exigencias de su adhesión, si es que continúan
escuchando. San Pedro no, el apóstol les lanza a bocajarro una dura acusación:
vosotros sois culpables. Esta falta de refinamiento, pese a ello, da resultados. Os
recordaba, mis queridos jóvenes lectores, que el Señor nos dijo que debíamos ser
astutos, pero, en ocasiones, la exigencia de la verdad descarnada es esencial. No
podían, aquellos habitantes de Jerusalén, la mayoría de ellos ignorantes de la
ejecución de Jesús, uno de tantos de entre los que ajusticiaban los romanos,
ignorara el hecho y su significado. Pedro el que fue cobarde los días de la Pasión, es
hoy valiente.
Dicho de paso, el inciso que habréis escuchado, que David murió y está enterrado
entre nosotros, parece que es uno de los motivos por los que se atribuye
actualmente a una tumba situada muy cerca de donde se pronunciaba el discurso,
el ser la del Patriarca. Cosa que contradice lo que dice I Re 2,10, que textualmente
seala que fue enterrado “en la Ciudad de David” que no estaba situada
precisamente en este paraje, más bien se busca por debajo de la actual explanada
del Templo, done se levantaba el “ofel”, la colina conquistada con su ejército
personal. Los que hayáis visitado el lugar habréis observado que si bien merece
respeto y es lugar de plegaria, goza de poca protección militar, cosa impensable si
fuera autentica.
Me doy cuenta que del evangelio de este domingo ya os hablé en el comentario del
día de Pascua. Temo repetirme y trataré de no acordarme de lo que os escribí. No
puedo callar lo que advierto siempre: el Señor es comunicativo y quiere que
nosotros lo seamos. La reserva astuta, en principio, da buenos resultados, pero no
deja de ser maniobra sectaria y a la larga ineficaz.
Es domingo, el primer domingo de la Nueva Historia, el Maestro no quiere
desaprovechar la ocasión. Es un entrometido y se lo aceptan. Al llegar a su villa,
que ya os dije que no sabemos con certeza donde está, pero que de las tres que se
lo atribuyen, a mí el lugar que más me satisface es la población llamada hoy
Kubeibeh, le suplican con estas palabras que deben ser para nosotros palabras de
oración: quédate con nosotros que anochece. Después de que experimentemos en
nuestro entorno, no en la totalidad del mundo, ni mucho menos, que la luz de la Fe
se esconde, no nos desanimemos. Ofrezcámosle al Señor el albergue de nuestro
corazón. Anochecerá fuera, se iluminará nuestro interior. Y sin remordimientos, con
esperanza, le acomodaremos y asombrados descubriremos después que nuestra
vida ha cambiado para bien.
Ellos mismos iban desconsolados a su domicilio, cambian de inmediato de planes.
Vuelven a Jerusalén a compartir, allí se enteran que el Maestro, a diferencia de
tantos ejecutivos, no “está reunido”, está abierto a todos.
Que uno de los caminantes se llame Cleofás nos hace pensar en la María de Cleofás
que acompañó a María de Nazaret, la madre de Jesús y nos damos cuenta de que
fue una familia afortunada. Rogad al Señor que también la vuestra lo sea.
Padre Pedrojosé Ynaraja