IV DOMINGO ORDINARIO - A
Evangelio: Mt 5,1-12 Caminos de felicidad
Una vez más se proclaman en la Santa Misa las Bienaventuranzas. Sin
duda se trata de uno de los párrafos más bellos de la Biblia por la profundidad
antropológica en que se basan y por el dinamismo arrollador, santificador y
apostólico, que plantea al creyente, al hombre de bien, a toda persona con
espíritu joven, optimista, generoso y valiente; y en consecuencia por los
compromisos que plantea y exige a quien desea de verdad ser feliz, también en
este mundo.
Merece la pena leer y meditar con frecuencia estas propuestas de
felicidad, que Jesús nos hace, y embarcarse por este camino o proyecto de vida
y felicidad, de plenitud y satisfacción.
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Señor, Jesús, ante esta propuesta de las Bienaventuranzas,
lo primero es darte gracias por este ideal de vida que me propones.
Ciertamente no es fácil seguirlo en su plenitud, pero tu promesa de paz,
alegría y felicidad es tan insistente y machacona, que no puedo menos
que confiar en tu palabra, y en tu gracia, y por tanto en su final feliz.
Por otra parte, Señor, la experiencia me va enseñando y certificando
que tus promesas se cumplen perfectamente en todos los buenos cristianos,
santos ya reconocidos en el santoral, y cristianos anónimos,
que han ido por la vida seguros y felices, y desbordando paz y alegría,
optimismo y generosidad, en una palabra Amor de Dios y amor a todos.
También ahora, los conozco y admiro, aunque no siempre sea capaz de
imitarles.
Pero una vez más confío en tu Palabra y en tu ayuda, y una vez más me
reafirmo
en el deseo y propósito de hacer de las bienaventuranzas el programa de vida
con mi familia, en el trabajo profesional, en las diversiones y en toda la vida
social.
Te pido, Señor, por todos los hombres de buena voluntad,
y en concreto por todos los cristianos, para que valoremos este programa de
vida
y lo demos a conocer con nuestras palabras y sobre todo con el testimonio de
vida.
Te pido, Seor, que entienda la verdadera pobreza de espíritu, …, que sea
paciente
y misericordioso …, que viva siempre con la ilusin de ayudar, perdonar,
consolar …
Que no me importen las dificultades, críticas, persecuciones, a la hora de
mantener
y defender la justicia para todas las personas y en todos los ambientes sociales.
Que sienta habitualmente la paz y satisfacción interior por guiarme y actuar
con un corazón limpio, transparente, generoso y abierto a todos.
Con San Francisco de Asís te digo:
Que donde haya odio, yo lleve amor. Que donde haya ofensa, yo lleve perdón.
Que donde haya tristeza, yo lleve alegría. Que donde estén las tinieblas, yo lleve
luz.
Maestro: haz que no busque tanto: ser consolado, como consolar;
ser comprendido, como comprender; ser amado, como amar.