XVI DOMINGO ORDINARIO – A
Evangelio: Mat 13,24-43 - Venciendo el mal
Tres parábolas presenta el Evangelio de la Misa para la meditación y
oración de los cristianos en la Santa Misa. Nos fijamos en la de la cizaña, que el
demonio siembra entre las buenas semillas. Unas y otras se ven obligadas a
crecer juntas. El dueño no permite arrancar de momento la maligna cizaña, pues
puede perjudicar a las buenas plantas. Expresamente dice que ya llegará el
momento oportuno de la cosecha, en que la cizaña sea apartada y echada al
fuego. En cambio el trigo, cuajado y lozano, que ha sobrevivido a las malas
influencias, será almacenado en los graneros. Así serán premiados los que
logren perseverar en el bien, venciendo los enemigos interiores y del ambiente
social.
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¡Cuántas veces, Señor, me pregunto, por qué existe el mal
y el dolor en el mundo, por qué hay personas malvadas,
e incluso por qué a veces parece que triunfan los malos en la sociedad!
Ciertamente el origen último del mal está en el demonio, el príncipe
de las tinieblas, pero somos los humanos quienes muchas veces nos
dejamos arrastrar por sus insinuaciones y pecamos, haciendo sufrir al
prójimo.
Señor, que sea humilde y sincero para reconocerlo,
y para rectificar y pedir perdón cuantas veces sea necesario.
Gracias, Señor, por las semillas de bondad que siembras habitualmente
en mi corazón, aunque a veces permites que también crezca la cizaña.
Sin duda será para mi bien; ayúdame a reconocerlo.
También te pido, Señor que me ayudes a reconocer todo lo bueno
que me ofreces, y al mismo tiempo perspicaz para detectar el mal
que hay en la sociedad que me rodea, y sobre todo en mi corazón.
Que sea valiente para convivir con el mal y para luchar contra él,
o al menos para evadirlo. Sé que no es fácil muchas veces, y por eso
redoblo mis súplicas, para que nunca me dejes solo y que yo sepa
corresponder a tus ayudas.
Que acuda a Ti en la oración personal, y en la participación de la
Eucaristía.
Que busque la ayuda conveniente en los sacerdotes, tus ministros.
Que me forme como buen cristiano, para procurar que siempre
resplandezca
la verdad, que hace realmente felices a las personas.
Que evite las ocasiones que puedan perjudicarme,
o poner en peligro mi fe y mis ideales cristianos.
Que sea siempre apóstol, decidido y tenaz, para ayudar a los
demás.
Que, feliz en mi lucha ascética, y con los graneros de mi vida interior
llenos de tu gracia, muestre a todos la maravilla de la fe y del amor de
Dios.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez