XXIV DOMINGO ORDINARIO – A
Evangelio: Mat 18, 21-35 - Sin perdón, no hay paz
Con expresiones muy gráficas, y con ejemplos no menos sencillos y
elocuentes, Jesús nos enseña la obligación de perdonarnos mutuamente, pues
todos somos pecadores, y necesitamos el perdón de los demás; y en
consecuencia debemos estar dispuestos a perdonar siempre.
“Hasta setenta veces siete” quiere decir: siempre y sin excepción, pues la
razón última y más profunda para perdonar no es otra que “por amor a Dios”.
No existe otra motivación más noble y reconfortante humanamente, pues se
trata de una razón sobrenatural, que es la que ha de caracterizarnos a todos los
cristianos.
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Gracias, Señor, por esta lección de humanismo y de caridad
cristiana.
Solo el perdón, que damos y recibimos, trae la paz al alma
y la tranquilidad de conciencia con la consiguiente alegría y bienestar
espiritual.
Ayúdame, Señor, a vivir en paz con todos,
amigos y paisanos, familiares y extraños.
No es fácil perdonar, pero te pido la sinceridad y la valentía
para superar mi egoísmo y soberbia.
También deseo tener siempre un corazón grande para comprender,
transigir, aguantar con paciencia, olvidar y ayudar con generosidad,
a quienes parecen no merecerlo.
Que en todos, buenos y pecadores, amigos y lejanos, vea no solo
personas,
sino hijos de Dios, que Tu amas,
y de los que esperas también bondad, amor y santidad.
¡Qué necesario es el perdón en la vida social y en todas las relaciones
familiares!
Señor, comprendo que perdonar a quienes nos han ofendido o
perjudicado, en verdad, no es fácil en algunas ocasiones, pero es
imprescindible
si queremos vivir en sociedad y que en las familias haya paz,
entendimiento,
ayuda constante y generosa, y en consecuencia alegría y bienestar.
Desde la Cruz, Seor, nos das la gran leccin: “perdnales,
porque no saben lo que hacen”. Así quiero perdonar yo también.
No quiero, Señor, contradecir con los hechos lo que afirmo
en el Padrenuestro: “perdona nuestras ofensas
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
Con San Francisco de Asís te suplico:
“Seor, haz de mí un instrumento de tu paz.
Que donde haya odio, yo lleve amor.
Que donde haya ofensa, yo lleve perdón.
Que donde haya tristeza, yo lleve alegría”.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez