XXV DOMINGO ORDINARIO – A
Evangelio: Mat 20,1-16 - El salario justo
En esta ocasión el Señor se compara a un propietario que ajusta
trabajadores para su viña. A unos les contrata a primera hora del día, a otros a
lo largo de la jornada, y a los últimos al atardecer.
A todos les paga el salario convenido, que es el mismo para todos, es
decir su gracia y su amor. Ante la queja de los primeros, el dueño les reprende,
diciéndoles que él cumple perfectamente lo pactado: un denario. Así aprenden
que lo importante es aceptar la invitación o llamada vocacional a trabajar en la
viña del Señor, y a hacerlo con valentía y prontitud, con generosidad y sentido
sobrenatural
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Señor, una cosa tengo muy clara en la mi vida:
que me has llamado con la vocación cristiana a ser tu discípulo
y a vivir en tu familia, la Iglesia, como un buen hijo de Dios
y hermano de todos los hombres.
El discurrir de mi vida, guiado por tu providencia, o amor especialmente
atento y cariñoso, me ha ido colocando en la situación presente: mi
familia,
mi trabajo, mis amigos, mis aficiones y diversiones, mis dificultades y
alegrías.
¡Gracias, Señor, por los favores o “mimos” cariñosos,
que me has ido proporcionando a lo largo de la vida, y que ahora me
mantienen
en la existencia y en este lugar y situación concreta en que me encuentro!
Señor, esperas de mí que acoja fielmente tus gracias, favores y
bendiciones,
y que rinda con ellos santificándome, cada día más, y al mismo tiempo
santificando el mundo y las personas con las que convivo y trabajo.
Que nunca, Señor, busque justificaciones para no oír tus llamadas
a ser más generoso en mi pequeño deber de cada momento,
y a hacerlo todo con perfección humana y profesional.
Señor, que todos los que pasen a mi lado perciban el testimonio de mi
alegría, honradez y caridad. Señor, que solo busque el jornal de tu amor
y los intereses de mi santidad y del testimonio apostólico y evangelizador.
Señor, que me sienta siempre feliz y honrado por tu llamada
y por trabajar en tu viña, esto es por ser cristiano y llamado a la santidad
y al apostolado. Y que solo busque “rendir” para Ti, es decir,
agradarte en todo y servir a los hermanos.
Que comience cada jornada con la alegría y el optimismo propio
de los buenos hijos; y que al final pueda disfrutar del deber cumplido,
del amor testimoniado y del “orgullo” filial de tu amor.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez