Domingo 8 de Mayo de 2011
3º Domingo de Pascua 2011
Hechos de los apóstoles 2,14.22-33
El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió atención y les dirigió
la palabra: "Judíos y vecinos todos de Jerusalén, escuchad mis palabras y enteraos
bien de lo que pasa. Escuchadme, israelitas: Os hablo de Jesús Nazareno, el
hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros,
signos y prodigios que conocéis. Conforme al designio previsto y sancionado por
Dios, os lo entregaron, y vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz.
Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la
muerte lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él: "Tengo
siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el
corazón, exulta mi lengua, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me
entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me has enseñado
el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia."
Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: El patriarca David murió y lo
enterraron, y conservamos su sepulcro hasta el día de hoy. Pero era profeta y sabía
que Dios le había prometido con juramento sentar en su trono a un descendiente
suyo; cuando dijo que "no lo entregaría a la muerte y que su carne no conocería la
corrupción", hablaba previendo la resurrección del Mesías. Pues bien, Dios resucitó
a este Jesús, y todos nosotros somos testigos. Ahora, exaltado por la diestra de
Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo que estaba prometido, y lo ha
derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo."
Salmo responsorial: 15
Señor, me enseñarás el sendero de la vida.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; / yo digo al Señor: "Tú eres mi
bien." / El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; / mi suerte esta en tu mano.
R.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, / hasta de noche me instruye
internamente. / Tengo siempre presente al Señor, / con él a mi derecha no
vacilaré. R.
Por eso se me alegra el corazón, / se gozan mis entrañas, / y mi carne
descansa serena. / Porque no me entregarás a la muerte, / ni dejarás a tu fiel
conocer la corrupción. R.
Me enseñarás el sendero de la vida, / me saciarás de gozo en tu presencia, /
de alegría perpetua a tu derecha R.
1Pedro 1,17-21
Queridos hermanos: Si llamáis Padre al que juzga a cada uno, según sus
obras, sin parcialidad, tomad en serio vuestro proceder en esta vida. Ya sabéis con
qué os rescataron de ese proceder inútil recibido de vuestros padres: no con bienes
efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin
defecto ni mancha, previsto antes de la creación del mundo y manifestado al final
de los tiempos por nuestro bien. Por Cristo vosotros creéis en Dios, que lo resucitó
de entre los muertos y le dio gloria, y así habéis puesto en Dios vuestra fe y
vuestra esperanza.
Lucas 24,13-35
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la
semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban
comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en
persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de
reconocerlo. Él les dijo: "¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de
camino?" Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás,
le replico: "¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado
allí estos días?" Él les pregunto: "¿Qué?" Ellos le contestaron: "Lo de Jesús, el
Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo
el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo
condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el
futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace dos días que sucedió esto. Es verdad que
algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de
mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que
habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo.
Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían
dicho las mujeres; pero a él no lo vieron."
Entonces Jesús les dijo: "¡Qué necios y torpes sois para creer lo que
anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar
en su gloria?" Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo
que se refería a él en toda la Escritura.
Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero
ellos le apremiaron, diciendo: "Quédate con nosotros, porque atardece y el día va
de caída." Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el
pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo
reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: "¿No ardía nuestro corazón
mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?" Y, levantándose
al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con
sus compañeros, que estaban diciendo: "Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha
aparecido a Simón." Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo
lo habían reconocido al partir el pan.
COMENTARIOS
HECHOS. En la primera lectura, de los Hechos de los Apóstoles,
encontramos a Pedro pronunciando su primera predicación pospascual, dirigida
tanto a los judíos presentes como a todos los habitantes de Jerusalén. El sermón es
de tipo kerigmático, con la presentación de tres aspectos de la vida de Jesús, que
componen el credo de fe más antiguo del cristianismo: un Jesús histórico,
acreditado por Dios con milagros, prodigios y señales; su muerte a mano de las
autoridades judías, y finalmente, su resurrección obrada por Dios para salvación de
toda la humanidad. Pedro termina su discurso con un sello de autenticidad: de todo
esto, «nosotros somos testigos» (Hch 2,32). Creer en Jesús resucitado era
reconocerlo como Mesías, lo que según las Escrituras, abría las puertas para su
segunda venida y el fin del mundo. Esto explica las actitudes de recogimiento y
miedo que llevan a los discípulos a encerrarse bajo llave. Sin embargo, Pentecostés
cambia para siempre las cosas, pues antes que miedo por el fin del mundo, el
Espíritu les indica que el mundo apenas comienza, y que la iglesia que acaba de
nacer tiene el compromiso de contribuir en la reconstrucción de este mundo con la
clave del amor. Así comenzó la Iglesia su misión, cambiando los miedos del fin del
mundo, por la alegría, el optimismo y el compromiso de hacer que cada mañana el
mundo nazca con más amor, justicia y paz.
La referencia a la primitiva comunidad cristiana nos hace descubrir la
importancia que la praxis del amor y de la solidaridad tuvo en el surgimiento del
cristianismo. No fue sin más una teoría, sino un cambio de vida, una praxis, una
transformación social, lo que estaba en juego. Importante tenerlo presente, cuando
tantos piensan que el cristianismo es cuestión de aceptar intelectualmente un
paquete de verdades, teorías o dogmas.
EVANGELIO. El evangelista nos revela las dos fuentes fundamentales para
recuperar la fe y la esperanza en el misterio pascual del Señor.
Escucha de la palabra : Una escucha que se hace desde el corazón, que
implica a toda la persona. No vale sólo conocer las Escrituras y profecías. El
evangelista ofrece la lectura de la historia de la salvación desde la clave del enviado
de Dios. “Era necesario” que el Cristo Mesías se vaciara totalmente entregando la
vida para así manifestar y participar de la gloria de Dios. Toda la Escritura converge
en ese acontecimiento.
El signo del pan : los dos discípulos quedan tocados en su corazón y ofrecen
generosamente cobijo y comida al caminante desconocido. “Quédate con nosotros,
porque atardece y el día ya ha declinado”. Se hacen prójimos del necesitado. Un
gesto sencillo y fraterno que se amplía y adquiere su verdadera dimensión cuando
se sientan a la mesa y el desconocido parte el pan. El signo ilumina de pronto todo
el pasado, y a los dos discípulos “se les abrieron los ojos y le reconocieron”. Pero Él
desapareció de su lado.
Con esta experiencia “eucarística” el viaje de ida da un giro y se torna
camino de misin. “Al momento, se volvieron a Jerusalén”. Además de la alegría
con la que se regresa se lleva la buena noticia al lugar de donde habían partido sin
esperanza. “¡Es verdad! ¡El Seor ha resucitado!”
Juan Alarcón, s.j.
(Extracto de servicios KOINONÍA)
(Extracto de Sal Térrea HOMILÉTICA)