Comentario al evangelio del Miércoles 25 de Mayo del 2011
Interesante lectura la primera de este día. La traducción no habla de una discusión ni de un diálogo.
Habla con claridad de un altercado y una violenta discusión. Tan violento que al final deciden que
Pablo, Bernabé y algunos otros –suponemos que los que se oponían a Pablo y Bernabé– subieran a
Jerusalén a consultar con los apóstoles. Es importante recordar que estamos hablando de los primeros
tiempos del cristianismo, de las primeras comunidades cristianas, de aquellos tiempos en que todo era
reciente y vivían abundantes testigos que habían conocido a Jesús en vida, que habían experimentado
la Pascua, la muerte y resurrección de Jesús. Ni siquiera aquellos fueron tiempos fáciles en la Iglesia.
Por definición, la Iglesia es una comunidad viva y, como tal, está llena de conflictos, de dificultades.
Lo importante no es hacer como si los conflictos no existiesen. Lo importante es el modo de
enfrentarlos, de buscar una solución.
No hay que dudar que aquellos primeros cristianos, usando la misma imagen que usa Jesús en el
Evangelio, eran buenos sarmientos, estaban bien unidos a la vid. El Padre cuidaba de que todo fuese
creciendo de la forma adecuada. No hay que dudar de la buena voluntad de unos y otros. Pero eso no
evita los conflictos. En la Iglesia y en cualquier comunidad o grupo humano.
Desde esa buena voluntad, es como aquella comunidad cristiana se enfrentó con aquel conflicto y
buscó una solución. En primer lugar, decidieron no expulsar ni excluir a nadie. Quizá habían tomado
nota de que el sólo el Padre era el viñador que podía coger los sarmientos malos y echarlos al fuego.
Ellos no se sentían con la autoridad de expulsar a nadie de la comunidad. Dato a tener en cuenta. En
segundo lugar, decidieron consultar con los apóstoles, ampliar el círculo del diálogo, buscar más luz
sobre el problema que les había surgido. Por eso el viaje a Jerusalén.
Ya veremos en las lecturas de los próximos días en que va a dar el asunto. Por ahora, quede para
nosotros que 1) no hay que excluir a nadie ni condenar ni nada similar y 2) el diálogo siempre es
posible. Porque la buena voluntad hay que suponerla en todos y todos somos sarmientos unidos a Jesús
en manos del Padre.
Fernando Torres Pérez cmf