Comentario al evangelio del Sábado 07 de Mayo del 2011
Hay personas que viven la situación actual de la Iglesia de una forma parecida a lo que
experimentaron los discípulos de Jesús cuando se encontraron en su barca atravesando el lago de
Genesaret cuando se hizo de noche, se levantó viento y el oleaje comenzó a golpear la barca. Aquellos
comenzaron a temer por su vida. Y hoy algunos temen también por la Iglesia.
Podríamos anotar aquí lo que para algunos son los signos de que la barca de la Iglesia está a punto
de naufragar. Desde los ataques de la prensa contra la Iglesia por cualquier motivo, pasando por las
persecuciones que sufren los cristianos en diversas partes del mundo. Y ahí se ponen al mismo nivel
las quemas de iglesias y persecuciones físicas a cristianos en algunos países de religión
preferentemente musulmana y la indiferencia ante lo religioso que se respira en tantas partes de
occidente. La falta de vocaciones, el secularismo, el materialismo y muchos otros “ismos” que se ven
como amenazas terribles a nuestra identidad.
Lo peor es que algunos entienden con claridad que lo malo no está fuera de la Iglesia sino dentro de
ella. El problema está en que algunos de los marineros de la tripulación de la barca no están nada
convencidos de la dirección tomada ni del estilo de gobierno que impone la oficialidad. Pretenden que
haya más democracia. Se oponen a las normas y orientaciones que vienen de arriba. Actúan de forma
independiente. Y todo esto basados en su lectura del Evangelio. Pero, claro, introducen la confusión
entre el pueblo cristiano. Hablan de liberación donde debían hablar de salvación. Confunden la religión
con el compromiso social. Claro está que todo eso nos está llevando al desastre.
Hay que tomar medidas. Hay que hacer algo. Hay que poner un mando más fuerte. Hay que... Hay
que... Se nos olvida que Jesús no está en peligro. Lo más curioso es que está fuera de la barca. Viene
de fuera. Y les dice a los discípulos una palabra muy importante: “Soy yo, no temáis.” Parece que no
les resultaba fácil a los discípulos reconocerle. Se habían hecho una idea de como era Jesús y ahora se
presentaba de una forma diferente y con un mensaje que les liberaba del temor. Jesús estaba allí. Jesús
está aquí. La barca, a pesar de las apariencias, no corre peligro. Los que van en la barca tienen que
confiar en Jesús. Él es el verdadero capitán y timonel. Lo nuestro es seguir, con nuestras luces,
remando y bogando para que llegue a todos los puertos y para todos sea mensaje de buena nueva. Sin
dejarnos llevar ni por el temor ni por el pesimismo.
Fernando Torres Pérez cmf