III Semana de Pascua, Ciclo A
Introducción a la semana
Si en la semana anterior había alusiones al bautismo (en el diálogo con
Nicodemo), en ésta hay referencias claras a la Eucaristía. El evangelio de Juan
dedica gran parte del capítulo 6 a dos discursos de Jesús íntimamente
relacionados entre sí: el discurso sobre el pan de vida y el discurso eucarístico.
El primero de ellos es una llamada incitante a la fe en la persona de Jesús, que
es quien sacia la verdadera hambre del ser humano, por encima de las
necesidades materiales. A diferencia del maná que comieron los hebreos en el
desierto y que sólo permitía vivir temporalmente, él es “el pan vivo bajado del
cielo” enviado por el Padre para dar la vida al mundo, una vida imperecedera, la
vida eterna: “el que coma de este pan vivirá para siempre”.
El segundo discurso empalma con éste con toda naturalidad, prolongando la
promesa que hace Jesús al que tiene fe en él: “El pan que yo daré es mi carne,
para la vida del mundo”. Se trata no sólo de creer en él, sino también de
alimentarse comiendo su cuerpo y bebiendo su sangre, es decir, participando en
el banquete sacramental de la Eucaristía. Eso es lo que verdaderamente nos
hace vivir de él, como él mismo vive de la vida del Padre: a través del
sacramento, la misma vida de Dios, que reside en la persona de Jesús, corre
copiosamente por nuestras venas y nos comunica su propia vitalidad.
Las lecturas de los Hechos de los Apóstoles nos hablan estos días de
persecuciones y de expansión del Evangelio. Aquéllas motivan ésta: muchos
cristianos huyen de Jerusalén llevando consigo su mejor tesoro, la experiencia y
el mensaje de Jesús, para difundirlo gratuitamente también a los paganos (“Id al
mundo entero y predicad”, había dicho él).
Celebramos esta semana al dominico san Antonino de Florencia, arzobispo de
esta ciudad y destacado especialmente por el don de consejo. A san Juan de
Ávila, escritor espiritual sospechoso en tiempos de la Inquisición y patrono del
clero secular español. Y a san Matías, elegido por la comunidad para sustituir a
Judas en el grupo de los Doce como testigo del Resucitado.
Fray Emilio García Álvarez
Convento de Santo Domingo. Caleruega (Burgos)
Con permiso de dominicos.org