Cuarto Domingo de Pascua 15 de Mayo de 2011
“Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante”
Este cuarto domingo de Pascua se conoce como el domingo del Buen Pastor. A
Jesús le gustaba partir de las costumbres y experiencias de sus oyentes para
manifestarse, dar a conocer su mensaje, y realizar su misión. La parábola del Buen
Pastor es una de las mejores muestras de ello.
El relato de las apariciones del Resucitado ha sido la lectura evangélica de los tres
primeros domingos de Pascua para potenciar la fe en que ahora Cristo está vivo,
lleno de fuerza y creatividad, impulsando la vida hacia su último destino y liberando
a la humanidad de caer en la destrucción de la muerte. Esta acción de Cristo se irá
explicitando en los domingos sucesivos.
Cristo se autodefine en la parábola como buen pastor que da su vida para que la
tengamos abundante. Dentro de la parábola tenemos varias imágenes o
comparaciones al servicio de una misma idea: la autenticidad de la misión y
autoridad pastoral de Jesús, que es servicio hasta la entrega de la propia vida.
“El que entra por la puerta es pastor de las ovejas”. Jesús se identifica con la
puerta: “Yo soy la puerta: quien entra por mi se salvará y podrá entrar y salir, y
encontrará pastos”. La puerta define al auténtico pastor porque va por las ovejas
sin esconderse, no como el ladrón que salta por la pared. Conecta con cada una
llamándola por su nombre. Para Jesús no somos masa. Nos valora, nos ama y nos
libera a cada uno de nuestra soledad y de nuestro individualismo. Hemos de
despertar más el sentido comunitario de nuestra fe. Le importamos todos y cada
uno y somos para El algo muy querido, de tal manera que si nos descarriamos nos
busca con interés y constancia hasta encontrarnos y abrazarnos. El es la puerta, la
verdad, por donde salir y entrar, sabiendo que El va delante. Es la puerta y las
ovejas conocen su voz que las guía y orienta, abriendo la puerta de la vida, el
Cristo resucitado de nuestra fe, alentando en nosotros una esperanza indestructible
que nos impulsa a convertirnos a un amor sin límites, a un aguante alegre y a una
acción en marcha.
La acción del pastor está clara. Hay en la parábola unos detalles que miran más
bien a las ovejas: el seguir al pastor, conocer su voz y salir fuera. El seguimiento es
una constante en el mensaje de Jesús. Seguirle es fiarse de El, reconocer que traza
un camino de verdad y salvación, aunque muchas veces nuestros caminos no
coincidan con los suyos. Para un buen seguimiento el conocer su voz es
indispensable, y para conocer la voz hay que saber escuchar cosa hoy difícil porque
somos víctimas de una lluvia abrumadora de palabras, voces y ruidos que corremos
el riesgo de perder nuestra capacidad para escuchar la voz que necesitamos oír
para tener vida.
Necesitamos recuperar el silencio y la capacidad de escucha, si no queremos
ahogarnos en la trivialidad. Necesitamos estar más atentos a la voz de Dios,
escuchar la voz de la verdad, y sintonizar con lo mejor que hay en nosotros. Lo que
cambia el corazón del hombre y lo convierte no son las palabras, las ideas y las
razones, sino la escucha sincera de la voz de Jesús, conocer bien su voz.
Salir fuera. Como Cristo que salió del Padre y vino al mundo (cfr. Jn 16,28). Es la
dimensión misionera de todo seguidor de Cristo, de la Iglesia. Salir fuera supone
apertura, compromiso, estar atento a lo que pasa en torno nuestro y vivir en el
mundo, para, desde ahí, ser seguidores de Cristo y portadores de la fuerza de su
resurrección
Estas figuras del evangelio de hoy (puerta y pastor) expresan la función salvadora y
mediadora de Jesús y también su estilo de servidor sacrificado que de la vida por
sus ovejas. Son imágenes que alientan y nos ayudan a fortalecer nuestra fe en el
Resucitado. Creer en el Resucitado es vivir la experiencia personal de que Jesús
tiene fuerza para cambiar nuestras vidas, resucitar lo bueno que hay en nosotros e
irnos liberando de lo que mata nuestra libertad.
Joaquin Obando Carvajal