ESTAMOS HECHOS PARA DIOS
(V DOMINGO DE PASCUA)
24 abril 2005
"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: No perdáis la calma, creed en Dios y
creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias,, si no, os lo
habría dicho, y me voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y
os llevaré conmigo... Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino
por mí..." (Jn 14,1-12)
El texto evangélico de este domingo pertenece al discurso que pronuncia Jesús
después de la Última Cena. Son palabras de despedida. Jesús se va y anuncia a los
discípulos que se reencontrarán en torno el Padre.
Se comprende fácilmente que los temas de este texto sean claramente dos: el de la
casa que nos pertenece y el del camino para llegar a ella. A lo largo del Evangelio,
se ha hablado mucho sobre el lugar en que Dios mora y en que podemos
encontrarnos con Él. Ahora se nos dice con claridad que, en la gloria, en la vida
futura, será donde nos encontremos definitivamente con Dios. Y se nos indica que
el camino que nos conduce a ella es el Cristo.
Se trata, pues, de que, siguiendo a Cristo, conseguiremos, de modo definitivo, una
existencia sumergida en la vida divina, en comunión con Dios Padre. Es sugestivo el
horizonte que, desde aquí, se nos abre. ¡Qué chatas son, muchas veces, nuestras
miras! Todo parece que se nos acaba en aquello que alcanzamos con la mano... ¡y
es tan poco! Nos falta horizonte, carecemos de altura, no tenemos "ambición", nos
conformamos con lo inmediato, pensamos que estamos hechos para la tierra...
Cuando, en realidad, lo nuestro está mucho más "alto", mucho más "allá"... Somos
mucho más que carne y huesos, mucho más que comida y bebida, mucho más que
riquezas materiales... Estamos llamados a ser y a vivir, para siempre, como hijos
de Dios. "No perdáis la calma... En la casa de mi Padre hay muchas estancias".
"Nadie va al Padre sino por mí". Cristo es el Camino que conduce a esa situación de
anchura y de altura de miras, el que nos hace conseguir esa realidad de vivir como
hijos del mismo Dios. Aceptando su proyecto de vida, su mensaje... podremos ir
modelando nuestra vida con valores que traspasan lo inmediato y nos abren a esa
realidad definitiva. Con Él y por Él, seremos capaces de convertir este mundo
terreno en anticipo del futuro, por los valores que cultivemos. Por Él y con Él, no
miraremos como una tragedia el final de esta vida, sino como la puerta a la vida
definitiva en la casa del Padre.
Miguel Esparza Fernández