V Domingo del Tiempo Ordinario
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Isaías 58. 7-10; 1 Corintios 2, 1-5; Mateo 5, 13-16
EVANGELIO
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si
la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que
la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de
un monte. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo del celemín, sino
para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den
gloria a vuestro Padre que está en el cielo.
HOMILÍA
A lo largo del año se hacen muchas campañas de sensibilización: campañas de
solidaridad, Manos Unidas, campañas antidrogas, antiaborto…
Hay una campaña titulada: "Make a difference Day", "Un Día para hacer la
Diferencia".
Ponga su tiempo y sus talentos al servicio de su comunidad.
Un día para hacer la diferencia.
El domingo, reunidos aquí por el poder del Espíritu Santo, este mismo Espíritu hace
la campaña de Jesús muerto y resucitado por nosotros.
La campaña de Jesús no es un día, no es una frase, no es un poster.
La campaña de Jesús es toda una vida, es todo el evangelio proclamado y creído,
es todo el poder del Espíritu, el único que tiene el poder para convencernos y
movilizarnos a favor de los hermanos y hacer la diferencia.
Érase una viga de hierro muy dura que había que romper.
"Yo haré el trabajo", dijo el hacha. Y comenzó a golpear con fuerza el hierro y a
cada golpe que daba su filo se iba dañando hasta que dejó de dar golpes.
"Déjame a mi", dijo la sierra. Y comenzó a trabajar la superficie del hierro hasta
que sus dientes se gastaron y se rompieron. Y se dio por vencida.
Ah, dijo el martillo, ya sabía yo que no lo iban a conseguir. Mírenme a mí. Y
después del primer golpe, el martillo voló por el aire y la viga de hierro seguía
igual.
"¿Me dejan intentarlo?", preguntó tímidamente la llama de fuego.
"Ni lo intentes", le contestaron el martillo, la sierra y el hacha. "¿Qué puedes hacer
tú?"
Pero la llama rodeó el hierro, lo abrazó, calentó y no la dejó hasta que se fundió
bajo su influencia poderosa.
La persistencia de la pequeña llama rompió la viga de hierro.
El Señor nos dice, hoy, que sus discípulos tienen que ser persistentes, eficaces y
que tenemos que hacer la diferencia, que tenemos que estar presentes si queremos
impactar nuestro entorno.
"Ustedes son la sal de la tierra".
Ustedes son. El Señor no dice: deberían ser, ojalá fueran… da por hecho que
somos.
El Señor nunca habla de deseos ni de buenas intenciones, habla de una nueva
realidad, de una transformación profunda realizada en cada creyente por el Espíritu
Santo.
En este enorme cocido que es nuestro mundo donde hay todos los ingredientes:
droga, violencia, sexo, esclavitud, avaricia, escándalos…el Señor dice a sus
seguidores, ustedes son la sal.
La sal servía para preservar los alimentos, la sal era fuente de vida. Da sabor a la
comida, no es egoísta, se diluye, no se ve, es simplemente para los demás.
Esta es nuestra misión: la misión de la sal preservar nuestro ambiente, nuestro
barrio, nuestra comunidad para que no se corrompa, para que la vida florezca, para
que la paz y la justicia sean para todos, para que la salvación de Cristo llegue a
todos, para que el mal y el maligno no triunfen.
Dar sabor a este enorme cocido, el sabor del bien, del servicio, de la generosidad,
del evangelio, el sabor de la cruz de Cristo y de su resurrección.
Y perderse, diluirse como la sal.
No existimos sólo para nosotros, existimos para los demás. Cristo no vino para que
le dieran una medalla por los servicios prestados, vino para darse sin más y darse a
todos.
Pero si la sal se desvirtúa…
Aviso para todos nosotros. ¿Qué preservamos? ¿A quién damos sabor?
"Recibe la luz de Cristo", dice el sacerdote al padre del bautizado. Luz llamada a
brillar e iluminar a toda la familia, a toda la sociedad.
Padre Félix Jiménez Tutor, Sch.P