XIV Domingo del Tiempo Ordinario A
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Isaías 55,10-11; Romanos 8,18-23; Mateo 13,1-23
EVANGELIO
Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente, que
tuvo que subirse a una barca; se sentó y la gente se quedó de pie en la orilla. Les
habló mucho rato en parábolas: -Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un
poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco
cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y como la tierra no era
profunda brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz
se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en
tierra buena y dio grano: unos ciento, otros sesenta, otros treinta. El que tenga
oídos, que oiga.
Se le acercaron los discípulos y le preguntaron: -¿Por qué hablas en parábolas?
El les contestó: -A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del Reino de
los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no
tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque
miran, sin ver, y escuchan, sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía
de Isaías: "Oiréis con los oídos, sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque
está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos;
para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni
convertirse para que yo los cure".
Dichosos vuestros ojos porque ven, y vuestros oídos porque oyen. Os aseguro que
muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron, y oír lo
que oís, y no lo oyeron. Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador: Si
uno escucha la palabra del Reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo
sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo
sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida
con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o
persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que
escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la
ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la
palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno.
HOMILÍA
Érase una madre que tenía tres hijos. Cuando se fueron a la universidad les regaló
una planta para que alegrara sus habitaciones. Al final del curso fue a ayudarles a
recoger sus cosas. En la habitación del hijo mayor, la maceta sin planta estaba en
un rincón. La tierra estaba cubierta de chicles. ¿Qué le ha pasado a la planta?, le
preguntó la madre. Me olvidé de sacarla de la caja y cuando lo hice ya estaba
muerta.
Cuando fue a recoger al segundo hijo, la planta estaba en una estantería. Sólo
había dos palitos secos clavados en la tierra. ¿Eso es todo lo que queda de la
planta?, le preguntó la madre. Oh, no quería que lo vieras. La planta estuvo muy
hermosa hasta el día de Acción de Gracias. Después vinieron los trabajos, las
fiestas y me olvidé de regarla.
Finalmente fue a ver a su tercer hijo. Y, oh sorpresa, la planta estaba verde y
hermosa.
Tú no mataste la planta, dijo la madre.
Claro que no. La planta me recordaba tu amor y yo sabía que tú quieres que la
riegue y la cuide. La he regado todos los días y como puedes ver ha crecido mucho.
"Tú no mataste la planta".
¿Se imaginan la alegría de la madre al ver que, al menos, uno de sus hijos había
sido fiel a su amor y la había cuidado?
Hoy, Jesús nos ha contado una historia parecida. La historia del sembrador. La
historia de una semilla. ¿Quién es el sembrador? Jesús.
¿Cuál es la semilla sembrada? La Palabra de Dios.
¿Cuál es la tierra sembrada? El corazón.
Jesús se pasó la vida sembrando incansablemente el amor de Dios, la semilla del
Reino, de la paz y del perdón. Y sembró todos los corazones.
Hoy sigue sembrando nuestros corazones con su Palabra a través del Espíritu Santo
y de la Iglesia.
En este mundo lleno de palabras y anuncios comerciales, todos quieren vendernos
algo.
Tenemos que alegrarnos porque Jesús, el sembrador, no viene a vendernos nada,
no viene a hacer anuncios de coches o a ofrecernos unas fantásticas vacaciones.
Viene a plantar la semilla del amor en el corazón. Y nos alegramos porque esta
semilla ha dado y sigue dando frutos de salvación.
La Palabra de Jesús no es una palabra como la suya o la mía, es una palabra eficaz,
de amor, una palabra que se hace silencio en la cruz y nos riega con sangre. Y
desde entonces no todo es malo en el mundo, no hay dominio absoluto de los
ídolos.
Decía el domingo pasado que la casa del evangelio, de la palabra, el terreno para
acoger la semilla no es la cabeza, es el corazón.
Aquí estamos nosotros, los cristianos del Pilar. Hemos venido, no a escuchar una
palabra, hemos venido a acoger la Palabra, a darle hospedaje en nuestros
corazones, hemos venido a regar la tierra seca y dura de nuestra vida.
Yo sé que hay hermanos que van al pueblo a ver cómo están los campos
sembrados o cómo va la casa que están construyendo.
Aquí venimos nosotros los domingos a darle gracias a Jesús por la semilla que hace
años plantó en nuestra vida.
Venimos a pedirle al sembrador que nos ayude a dar los frutos buenos de la
responsabilidad de padres, de la fidelidad de esposos, de la preocupación de los
hijos, del trabajo bien hecho, del amor a la iglesia, de una fe cada día más viva y
compartida.
Hay una persona que me llama por teléfono y me dice: mi esposo va a su iglesia los
domingos y lo pasa bien, pero no le sirve de nada, no cambia, es más duro que el
asfalto.
Jesús nos dice que él se cansó de sembrarlo todo. Sembró en el camino, en las
zarzas, en las rocas y en la tierra. Sólo la tierra buena produjo frutos. Y no toda la
tierra produjo lo mismo.
El misterio de la respuesta a Dios.
El misterio de la libertad humana.
Hoy, todos sembrados. No todos produciremos los mismos frutos. No todos somos
tierra buena.
En cierta ocasión, un reportero le preguntó a un agricultor si podía divulgar el
secreto de su maíz, el cual ganaba el concurso al mejor producto año tras año. El
agricultor confesó que se debía a que compartía su semilla con los vecinos.
¿Por qué comparte su mejor semilla de maíz con sus vecinos, si usted también
entra al mismo concurso año tras año? preguntó el reportero.
"Verá usted, dijo el agricultor, el viento lleva el polen del maíz maduro, de un
sembrado a otro. Si mis vecinos cultivaran un maíz de calidad inferior, la
polinización cruzada degradaría constantemente la calidad del mío. Si voy a
sembrar buen maíz, debo ayudar a que mi vecino también lo haga".
Padre Félix Jiménez Tutor, Sch.P