XXVII Domingo del Tiempo Ordinario A
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Isaías 5, 1-7; Filipenses 4, 6-9; Mateo 21, 33-43
CARTA A LOS FILIPENSES
Hermanos: Nada os preocupe; sino que en toda ocasión, en la oración y súplica con
acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios,
que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos
en Cristo Jesús.
Finalmente, hermanos, todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable,
laudable; todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta. Y lo que aprendisteis,
recibisteis, oísteis y visteis en mí, ponedlo por obra. Y el Dios de la paz estará con
vosotros.
EVANGELIO
En aquel tiempo dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo:
Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una
cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos
labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió a sus
criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los
labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo
apedrearon, envió de nuevo otros criados, más que la primera vez e hicieron con
ellos lo mismo. Por último, les mand a su hijo diciéndose; “Tendrán respeto a mi
hijo”. Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: “Este es el heredero; venid, lo
matamos y nos quedamos con su herencia”. Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de
la viña y lo mataron.
Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores? Le
contestaron: -Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a
otros labradores que le entreguen los frutos a sus tiempos.
Y Jesús les dice; -¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon
los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un
milagro patente”?
HOMILÍA
En la bahía de Nápoles viven la medusa y unos caracoles. Cuando los caracoles son
pequeñitos la medusa se los traga con avidez pero no los puede digerir porque
están protegidos por la concha Los caracoles se adhieren con fuerza al interior de la
medusa y poco a poco comienzan a comérsela. Cuando ya son grandes se han
comido por completo a la medusa
Nosotros somos también como la medusa, con avidez nos comemos nuestros
caracolitos y éstos poco a poco se nos comen por dentro.
Llámelo alcohol, ira, avaricia, depresin, preocupacin, ansiedad… Poco a poco va
creciendo y nos va mordiendo.
Vivimos agitados internamente y con el tiempo somos devorados desde dentro por
ese caracolito de concha no digestible que albergamos en nuestro interior.
“No se inquieten por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión presenten a Dios sus
peticiones, mediante la oracin y la súplica, acompaadas de la accin de gracias”.
Todos tenemos dentro un caracol que nos quita el sueño, que nos roba la paz, que
nos produce úlceras, que nos impide saludar a los hijos, que nos pone tristes, que
nos devora y ahoga.
¿Cómo ilusionar a la comunidad para vivir la fe en Jesucristo con alegría?
¿Cómo atraer a los alejados a la Iglesia?
¿Cómo hacer para que mi esposo/a supere los celos?
¿Qué hacer para que mis hijos no dejen la escuela?
¿Dónde encontrar un trabajo digno?
¿Y si tengo cáncer?
San Pablo nos dice hoy: “No se inquieten por nada”.
Según una encuesta reciente, el 40% de las cosas que nos preocupan nunca
suceden; el 30% son cosas que ya pasaron y de nada sirve preocuparse; el 12% se
refiere a la opinión que los otros tienen sobre mí; el 10% son preocupaciones sobre
las enfermedades reales o imaginarias; sólo el 8% son cosas dignas, hasta cierto
punto, de tomarse en cuenta. Y se solucionan con el esfuerzo humano.
No se preocupe por el próximo año. No ha llegado y no puede hacer nada.
No se preocupe por el destino de su equipo de fútbol. No puede hacer nada.
No se preocupe de lo que piensan de usted. No puede hacer nada.
“Presente sus necesidades a Dios y el Dos de la paz estará con usted”.
Lo que nuestra preocupación no puede conseguir se consigue por la oración y en la
oración: la paz del espíritu y la liberación del peso inútil de la amargura.
Centrar las energías en lo que es “bueno, justo, verdadero, puro y amable”.
“Miren los pájaros del cielo que no”…
Dios se preocupa de nosotros. Oren en la tribulación, oren en las preocupaciones.
La oración es el antiveneno para destruir la concha no digestible del caracol que
lleva dentro. Viva en la presencia del Dios de la paz.
Aquí venimos a muchas cosas, pero una muy importante es descansar en Dios,
descansar del ajetreo de la vida y dejar la preocupación del ayer y del mañana en
las manos del Dios de la paz y disfrutar de la paz que sólo Dios puede ofrecer.
“Escuchen otra parábola, otro cuento”.
El dueño de la viña es Dios. La viña, hoy, somos nosotros, esta comunidad del Pilar.
Es el cuento de la inversión y la alegría de Dios.
Dios no invierte su amor, sus promesas y su perdón en la bolsa de Wall Street.
Dios no invierte su palabra y su tiempo en casas o en joyas.
Dios no invierte la sangre de su hijo en negocios millonarios.
Dios invierte todo, apuesta todo, da todo en sus hijos, en nosotros.
Dios ha plantado su vida, su espíritu en el corazón de cada uno de nosotros, en
esta comunidad, en su Iglesia.
Y cada domingo viene a visitar su viña, a ver cómo crece, a deleitarse con sus
frutos.
Los frutos que espera son: justicia y fidelidad, amor y compasión, generosidad y
perdón.
Tal vez no tenemos nada que ofrecer y no podemos pagar la renta. Dios tiene
paciencia, pero volverá el próximo domingo a ver si su inversión de amor ha
producido algún fruto.
Este cuento es también el cuento de la desilusión de Dios. La desilusión de una
inversión inútil, de un amor no correspondido, de la falta de frutos.
Nosotros somos la viña mimada por Dios, no desánimo, nos da mil oportunidades
para florecer.
Yo no quiero que el amor que Dios ha invertido en mí se malgaste. ¿Y usted?
Padre Félix Jiménez Tutor, Sch.P